19.

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Nos costó un buen rato convencerlos, pero finalmente, -no antes de prometerles que no haríamos cosas sucias- se fueron al río.

No me había mirado  al espejo porque no quería llevarme un chasco, pero seguramente tendría los ojos y la nariz muy rojos, y sumándole mi palidez, debería de parecer un vampiro.

-¿Dónde vas? -Preguntó Oliver, a la vez que tomaba mi mano, cuando vio que me levantaba del sofá.

-A por otro paquete de pañuelos. -Me encogí de hombros.

Ya llevaba dos paquetes de pañuelos y tan sólo eran las once de la mañana. El día realmente prometía. Lo único bueno que le veía es que podría pasar algún tiempo a solas con Oliver.

-Déjalo. Ya voy yo.

Tiró de mí, y en un ágil movimiento, hizo que yo quedara sentada en el sofá y el de pie frente a mi. Me dedicó una sonrisa y se marchó a por mis pañuelos. ¿Donde había aprendido a hacer eso? Yo quiero aprender a hacer eso.

Cuando ya venía por la mitad del pasillo, Oliver decidió que era hora de reírse un poco de lo patosa que era y me tiró el paquete de pañuelos, para que supuestamente, yo los cogiera en el aire. Como todos se imaginan, los pañuelos acabaron en el suelo, justo al lado de mi orgullo herido.

Oliver aguantó la risa y se ofreció a cogerlos, pero me negué indignada.

-Te parecerá bonito intentar reírte de mí estando malita. -Refunfuñé.

-No era mi intención reírme de ti. -Dijo aguantando la risa. Lo señalé acusadora.

-¿Enserio? ¿Me lo dices enserio? Porque yo te veo muriéndote de ganas de reír.  -Me quejé con indignación a lo cual él sonrió de medio lado.

-Vamos, no quería reírme de ti. -Lo miré mal. -Pensé que lo cogerías. - Se excusó y yo lo miré aún peor. -¡Enserio!

-Como tu digas.

Me crucé de brazos y me senté en la otra punta del sofá, fingiendo estar concentrada en la televisión, pero vigiligando por el rabillo del ojo sus movimientos. Deseaba que se acercara a mí, me abrazara y me diera mimitos, pero no pasó porque esto, por desgracia, no era una novela de amor.

Al cabo de media hora aburrida mirando a la nada, decidí hacer algo productivo.

-¿Adónde vas? -Preguntó.

-A dormir.

-No te vayas... - Suplicó, poniendo la cara del gato con botas. -Quédate conmigo. - Hizo pucheros.

Lo miré para luego desviar mi mirada amis propios pies. Lo había hecho; ¡había hecho un maldito puchero! A MÍ.  No puedo con los pucheros en serio. Yo creo que tu me haces un puchero y te doy lo que sea. Triste, pero cierto.

-De acuerdo... -Murmuré, no muy convencida sentándome junto a él en el sofá.

-Oye, - Murmuró en mi oído. - te quiero.

-Yo más. - Dije contra sus labios, justo antes de fundirnos en un beso.

-No, no. -Dijo.

-Sí, sí. - Dije.

Y no se como empezó una guerra de cosquillas. Yo estaba tirada por los suelos ya, por el muy... Quiero decir, Oliver, no tenía cosquillas. ¿Cómo de inhumano debes ser para no tener cosquillas? Hice la croqueta por el suelo intentando evitar que el me pillara para luego hacerme cosquillas con sus crueles dedos, que siempre encontraban mis puntos débiles.

-¡Para! ¡Para, por Dios! -Dije intentando recuperar el aire y la compustura, aunque eso ya fuera más difícil, porque estaba tirada por los suelos. -Eres el peor amigo del mundo.

El paró de repente, cosa que agradecí, pero que me sorprendió a su misma vez. Gateé lejos de él y lo miré desde la lejanía, pero él no me miraba. Se limitaba a mirar al infinito con su cara completamente seria. Fruncí el ceño.

-¿Oliver? - No contestó. -¿Oliver, estás bien? - Me puse de pie y caminé hacia él despacio.

Cuando estaba apunto de rodearlo con mis brazos, él reaccionó apartándose de mí, como si nuestro contacto le quemara. Retrocedió un par de pasos y me miró.

-Estoy bien. - Murmuró y apartó la mirada.

En ese momento, supe que algo iba mal. El rechazo de Oliver dolía, dolía demasiado. No quería lastimarlo, no a él.

-No quise decir eso. Ya sabes a lo que me refería. - Me acerqué a él de nuevo, lo suficiente para sentir su aliento en mi frente. Sabía que Oliver no estaba por la labor, así que me puse de puntillas, y cuando nuestros labios iban a unirse, él me agarró por los hombros, obligándome a respetar su espacio vital.

Mi corazón se rompió en pequeños pedazos. Y más aún, cuando vi que se marchaba a la planta de arriba sin mirar a atrás. Me senté en el sofá de nuevo,  sintiéndome peor que nunca.

(....)

-Ya estamos aquí. Dejad de hacer lo que quiera que estuvieseis haciendo. - Bromeó Robin, entrando en la cabaña. Los demás entraron tras él.

-Hola. - Dije en un susurro casi inaudible.

-¿Y Oliver? - Preguntó Heather al verme sola en el sofá. Me encogí de hombros. No me apetecía hablar del tema. No me apetecía nada que no fuera estar sola. O mejor aún, estar bien con Oliver.

-¡Oliver! - Bramó Harry, apoyándose en la barandilla de la escalera. Frunció el ceño ligeramente al ver la cara de Oliver.

Lo miré, buscando desesperadamente su mirada. Esperando que me mirara, pero no lo hizo; simplemente siguió ignorándome.

-Le has dejado sola. - Afirmó algo molesto, sin embargo, buscaba alguna excusa por parte del chico. Excusa que nunca llegó, porque Oliver se limitó a encogerse de hombros.

-Bueno... dejemos el tema. - Dije, revolviéndome en el sofá.

Nadie me hizo caso.

-La dejamos a tu cargo. - Se quejó Heather.

-Da igual. - Todos me miraron interrogantes, todos menos Oliver, claro. -Enserio. Estoy viva, ¿no?

La cena pasó en silencio. En un silencio incómodo, pero lo peor fue cuando después a la cena, ambos subimos a nuestra habitación. Cada uno se metió en su cama en silencio. Yo me arropé hasta el cuello con la manta, deseando poder entrar en calor, mientras miraba el techo de madera.

-¿Te importaría cerrar la ventana? - Susurré, y por un momento pensé, que demasiado bajo, porque no obtuve respuesta hasta al cabo de cinco minutos; cuando Oliver se levantó de mala gana y cerró la ventana. -Gracias. - Él asintió.

Love is HORRIBLE (I think)   {#TM2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora