capítulo 1.

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—Lo siento mucho, Stephanie —repitió el doctor. Yo estaba sentada con los ojos perdidos, aún no caía en cuenta. No podía creerlo.

—Pero doctor, ¿qué fue lo que pasó? —le pregunté después de unos minutos de silencio. Estaba confundida.

—Es una enfermedad terminal —respondió con la cabeza gacha—, no sé cómo fue que la conseguiste, la verdad se han visto pocos casos.

—Lo único que me faltaba —me quejé para mí misma—. Sólo yo me puedo contagiar de una enfermedad casi desconocida.

—Stephanie, es posible que no te hayas contagiado, existe la posibilidad que ya trajeras la enfermedad en tu organismo, de herencia. ¿De qué murió tu madre?

—Murió en un accidente —habló Leo por primera vez. Él estaba peor que yo.

—Oh, lo siento. Pero, te prometo que haré lo que pueda para buscar una cura, pasaré día y noche investigando.

Asentí débilmente. Sentía un nudo en la garganta, de esos que te quitan la voz, mi cara estaba inundada en lágrimas y mi cabeza estaba llena de pensamientos deprimentes.

—¿Qué precauciones debe tomar? —preguntó mi hermano. El doctor carraspeó y se acomodó en su silla.

—Lo único que sé, es que tus pulmones se irán debilitando de a poco, así que te recomiendo que no corras, no es que te vayas a quedar sin aire, pero... es mejor prevenir que lamentar.

—Sí, no soy alguien que corra mucho —admití—. Pero, tengo asma, ¿eso podría empeorar?

—No te preocupes, quizás dentro de un mes o más sentirás la debilidad. Para serles sinceros, es muy poco lo que sé acerca de esto.

—Si no hayan la cura —habló Leo, con la voz entrecortada—, ¿cuánto tiempo podría... quedarle?

—Unos cuantos meses —confesó con dificultad ante la cruel realidad.

Solté un sollozo y me levanté a abrazar a Leo. Me tomó fuerte entre sus brazos y me dijo palabras de aliento al oído. Dios, eso no me podía estar pasando a mí. Me separé débilmente de mi hermano y tomé mi bolso.

—Creo que es hora de irnos —dije con voz dura. Leo se levantó—. Doctor...

—Si yo me entero de algo nuevo, tenlo por seguro que te llamaré.

—Muchas gracias—agradecí. Él se levantó y me dio un fuerte abrazo.

—Sabes que haré hasta lo imposible —murmuró.

—Cuento con eso.

Se despidió de Leo con un apretón de manos y nos dirigimos al coche en silencio, cada uno iba perdido en sus propios pensamientos asimilando la fuerte noticia. Le llamé a Sooyoung, mi mejor amiga, y entre llantos le conté todo. Llegamos a casa y ya ella nos esperaba afuera. Recibió a mi hermano con un beso tierno y un abrazo. Ella lloraba y Leo seguía en shock. Ese tipo de relación era la que yo siempre había soñado. Ambos se amaban y eso lo sabía de antemano. Leo era tres años mayor que ella aunque eso no importaba, la respetaba y la quería demasiado. Ambos habían estado enamorados desde los once años, y estaba segura de que algún día se casarían.

Se separó de él y corrió hacia mí. Chocamos con fuerza y nos abrazamos como si fuese a morir mañana. No era mañana, pero sí en unos cuantos meses. Ella murmuraba cosas rápido y entre sollozos. Así estuvimos un rato, llorando abrazadas, ni siquiera me di cuenta de cuando Leo se metió a la casa.

Decidimos ir al parque que estaba al lado de la casa para poder despejar nuestras mentes y no estar tan mal, así recordaríamos los buenos momentos que teníamos de niñas, haciendo que el momento en vez de amargo, tornara agridulce.

the perfect bucket list » taenyWhere stories live. Discover now