10. Llámalos

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Me moví inquieta en el lugar.

Estaba en una habitación completamente blanca, como la de los hospitales. Pero esta no tenía las cosas que uno normalmente tendría.

¿Dónde estaba?

Me intente levantar de la camilla pero al hacerlo mi brazo comenzó a doler, era un dolor insoportable y cada vez venía más fuerte.

–Mierda –me quejé, volví a recostarme sin tener la mínima idea de donde me encontraba.

Al costado de la cama había unos botones, el rojo capto mi atención rápidamente.

Así que le pique y unos sonidos extraños comenzaron a sonar por toda la habitación. Pronto la puerta se abrió y por ella entro el ojiverde.

–¡Donde estoy! –comencé a gritar, el se quería acercar a mi.

–Tranquila. Tuviste un accidente y saliste herida –se posicionó a mi lado.

–¡Eso es mentira! No fue un accidente –gruñí.

–Basta. No te voy a seguir aguantando.

–Si tanto es el deseo. Porque no dejaste que muriera.

Guardo silencio. No contesto a mi pregunta, tan sólo siguió mirando el ventanal.

–¡Dime! –exigí.

–Cállate, por favor

Y lo obedecí, no porque quisiera. Mi garganta me lo impedía, cada palabra que decía provocaba un dolor.

Se veía tranquilo, más que de costumbre.
Sus ojos brillan a causa de los rayos del sol, nunca me había detenido a pensar en lo lindo que era el color de sus ojos. Lo único bueno que tenía.

–¿Qué ves? –preguntó.

Volvió su vista hacia mi.
Sabía que esa actitud de chico malo no era la verdadera, sabía que había algo bajo toda esa mentira y todas esas muertes. Sabía que escondía algo, lo descubriría, ayudaría a mi padre a atraparlo.

–No eres lo que aparentas –murmuré.

–¿Qué?

–Si. Se que algo escondes, vi tu ojos mirarme con preocupación el día del tiroteo. ¿Qué escondes?

Su ceja se arqueó y soltó una risa.

–Niña tonta. ¿Crees que sabes todo? No tienes ni una idea de quien soy yo.

Sus ojos me miraron con una pequeña pizca de furia.

–Si, eres el maldito asesino del pueblo. Eres EBC –afirmé, aunque pareció no sorprenderse por saber aquel hecho.

–Wow. Dime algo que no sepa –rodó los ojos.

–Prefiero al chico de los ojos café que a ti –solté con enojo.

Aunque pareció que el fue quien término más que enojado. Se levanto del asiento y salió de la habitación dando un portazo.

–¡Imbécil! –grité aún sabiendo que era poco probable que me escuchara.

La puerta se volvió a abrir y entro el chico que pedí hace unos segundos.

–¿Estas bien? –dijo amable. No sabía como podía trabajar junto con el otro chico, eran completamente diferentes.

Asentí

–Me llamo Joel –sonrió–. No debería de decírtelo.

–Soy vera, aunque eso ya lo sabes –el asintió. Claro que lo sabía.

–¿Y como se llama el otro chico? –pregunté.

–¿Ojos de color?

Asentí

–Erick –soltó.

Con qué Erick era el nombre de aquel chico que tanto odio.

–No es así –dijo

–¿Qué?

–No es como tu piensas –lo que me faltaba, su amigo intentando defenderlo.

–Claro que es como yo pienso. Un maldito asesino –dije con enojo.

El sólo negó con la cabeza. No entendía que había de bueno en ese tipo.

–El te cuido –hablo

–¿Y?

–Pues...

–Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión sobre el.

Lo deje con la palabra en la boca.

–Ten –me tendió el teléfono.

–¿Qué? –lo mire confundida.

–Te dejaré llamarlos, anda.

Y así lo hice, tome el teléfono entre mis manos y comencé a marcar.

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Último capítulo por hoy.

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Pronto conoceremos la otra faceta de Erick...

Enamorada de un asesino |Erick Colón| #PromiseAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora