27. Sin salida

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El único sonido que se produjo en aquel frío bosque, fue el del arma disparar. Mis piernas flaquearon. Por instinto lleve ambas manos a mi pecho.

–¡No! –un grito se escucho a lo lejos. Caí de rodillas al suelo, el sabor metálico se impregno en mis labios.

Sentía que moriría en cualquier momento, el aire había comenzado a faltarme, respiraba con dificultad y hacia una presión en mi estómago.
Unos brazos me rodearon rápidamente, el suelo se vio tan lejano. Mis ojos se encontraron con los suyos, sonreí al instante.

–Ya todo está bien, ahora lo esta –susurré con dificultad.

Erick Colón

Corría lo más rápido que mis piernas me permitían. Notaba sus torpes intentos al hablar.

–No hables linda, por favor –pedí.
La camioneta estaba algo retirada del lugar, me maldije a mi mismo al dejarla tan lejos de acá.

Sentía la sangre manchar mi ropa, pero eso era lo que menos importaba en estos momentos. Unos gritos llamaron mi atención, era Joel quien manejaba la camioneta aproximándose a nosotros.

[...]

Movía mis pies con nerviosismo o más bien con desesperación. Necesitaba saber que Vera estaba bien.

–No deberías estar aquí –murmuró Joel–. Te conocen, si te descubren podría ser tu fin.

–No me importa, no me separare de ella ni un sólo momento.

Sabía que Joel tenía razón, si me descubrían, posiblemente me pudriría en la cárcel toda mi vida, cadena perpetua, que mal suena eso.

–Te conozco y se lo terco que eres. No quiero darnos falsas esperanzas, pero si sale bien de esta y a ti te atrapan antes de tiempo. ¿Quien cuidara de ella? –rompí el contacto visual rápidamente. ¿Porqué Joel siempre tenía razón en todo?

–Yo intente protegerla y mira lo que pasó –gruñí.

–Pero sabes que nadie podrá cuidarla como tu –admitió.

Lleve ambas manos a mi rostro, cubriéndolo por completo. Me sentía realmente mal, Vera estaba ahí adentro, luchando contra su vida mientras que yo estaba en la sala de espera como un completo idiota sin hacer nada al respecto.

–¿Sabes? Tienes razón, ahora mismo iré a arreglar esto –me levanté de golpe, dejando a Joel con la palabra en la boca.

Sabía exactamente cual era la dirección de ese cabrón, después de todo seguía viviendo con su familia.
Pise el acelerador con fuerza, el enojo aumentaba rápidamente, se lo había advertido, nadie le tocaba ni un pelo.

–¡Mierda! –grite al momento que las luces del semáforo cambiaron a un color rojizo. No me importaba el tránsito o la posible multa que me llevaría, sólo quería llegar y matarlo con mis propias manos. Acelere de nuevo, pasando el rojo sin importarme los coches que pasaban por ahí, podía escuchar los murmullos y los frenos de los autos.

Aparque en la calle de enfrente, cerré la puerta de golpe, provocando un gran escándalo.
Las luces de su casa permanecían encendidas, supe que estaba ahí.

–¡LODGE! –grite con fuerza, de igual forma golpe la puerta con brusquedad.

Las luces de las casas de enfrente se encendieron, seguramente los desperté gracias a mi escándalo.
La puerta se abrió, mostrándome el rostro de un hombre enfadado.

–¡¿QUÉ HACES!? –gritó.
No me lo pensé ni dos veces cuando mi puño voló en dirección a su rostro. Dio un pasó hacia atrás desprevenido.

–¡Eres un maldito cabrón! –mi puño seguía golpeando, no pensaba en parar–. Si algo le sucede a Vera, te juro que te mató.

Escupió en mi rostro, di un leve brinco por su estúpido intentó para que dejara de golpearlo.

–Y yo te dije que la quería muerta –susurró en mi dirección sin una pizca de remordimiento.

Me separe de golpe, el tipo sólo comenzó a reír.

–Mira niño, tus amenazas no vienen al caso. Sabes muy bien de lo que soy capas –se levanto del suelo, limpió la sangre que escurría de su boca, con el torso de la mano.

–Me las vas a pagar Lodge –solté enojado.
El sólo asintió levemente.

–Espero que este muerta –solté un suspiro intentando tranquilizar mi respiración. Luchaba para no darme la vuelta y matarlo ahí mismo.

Camine hacia mi auto sintiendo la sangre hervir.

–Por cierto, espero que te guste mi regalo –escuche como grito detrás de mi.

–¿Qué regalo? –murmuré.

Pero rápidamente caí en cuenta de que se trataba, al oír las sirenas de la patrulla. El imbécil había llamado a la policía.

Enamorada de un asesino |Erick Colón| #PromiseAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora