Me asusta

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¡Me asusta!

Que frase tan curiosa, hay tantas cosas que asustan, tantas personas que se asustan.

"Me asusta" Suele usarse cuando uno es pequeño e inocente, y entonces todo nos da miedo, sobretodo lo desconocido. Es curioso que al crecer parece que mientras más conocemos, más nos asusta.

Pero yo no estoy aquí para hablar de lo que es el miedo, ni como lo percibimos, no soy psicóloga, ni mucho menos. Vengo a compartir mi experiencia personal con el miedo.

"Me asusta" frase que de niña nunca estuvo en mi vocabulario. Aún cuando estaba de los más aterrada, ni si esa fuera la frase que podría quitarme todos los problemas. No la pronunciaba, no importa que tan asustada estaba, no lo admitía. Mi tía decía que sólo admitiéndolo se los podía superar. Debo disentir con ella en tal suposición, dado que hasta los últimos días de mi infancia negué mis miedos, y sin embargo ahora no los siento. Pero eso no quiere decir que allá dejado de sentir.

Tengo miedo, aún tengo miedo, incluso más que antes. Apostaría a que cuando crecemos no nos hacemos más valientes, si no más propensas a sentir miedo. Los miedos se vuelven mas grandes, mas reales, con mas fuerza y amenazan con destruirlo todo. Y lo peor de todo es que ahora no hay nadie que te venga a despertar, te tranquilice, te diga que sólo fue una pesadilla y luego puedas seguir soñando tranquilo. No, claro que no, nuestros miedos se presentan en forma más violenta, con la fuerza de un huracán que destroza todo a su paso, y tu estas solo, podrías intentar correr, o intentar cerrar los ojos y fingir que no los ves, pero siguen ahí, presentes.

Esta vez no se trata de fuerzas sobrenaturales o paranormales, no son seres extraños a nosotros, no son maleficios, ni fantasmas. Tal vez lo que más nos asusta es ver como nos rebasa una situación cotidiana, algo completamente humano, normal, con lo que deberíamos poder luchar, a lo que deberíamos poder vencer. En cambio sólo consigue hundirnos cada vez más.

De niña le temía a la oscuridad, mi mamá decía que tal temor sólo provenía de la ignorancia, del no saber, no conocer que hay en la oscuridad. El miedo no era en si a la oscuridad, era a lo que podía haber en ella. Sin embargo no había nada, nada fuera de lo normal, solo mi gran imaginación.

Es irónico que ahora que soy grande las cosas sean al revés, ahora me asusta saber, me asusta conocer (y no la idea de hacerlo sino el exceso de información ) quisiera poder volver a la ignorancia, quizás no era tan bueno saber demasiado.

Me asusta escuchar mi respiración agitada después de haber caminado sólo una cuadra. Me angustia recordar que en otros tiempos de mi vida los recorría tranquilamente. Me duele verme al espejo y tener que lidiar con mi reflejo, con lo que soy, con lo que fui, con que pude haberlo evitado. Me molesta saber que no se trata de mi imaginación, pues mi imaginación podría inventarse un reflejo más exagerado, pero jamás el dolor físico que siento.

Me desagrada ver las varices y estrías rojas, en mis piernas, mi panza, en mis pechos. Me recuerda que ni aunque adelgace lo suficiente podría usar un bikini y sentirme cómoda. Me duelen las piernas de una manera que no podría explicar, y no las culpo, es demasiado peso para huesos tan chicos el que tienen que soportar. Eso sin mencionar las marcas oscuras en mis piernas, que se hacen por el rose de exceso de piel, antes ardía, con el tiempo me acostumbre pero ya casi no puedo usar jeans. Es inexplicable el constante dolor de espalda que siento.

Me pregunto que tan poco me falta para cruzar la barreras de los 200 kilos , me ahorro hacer cuentas para no deprimirte. Es el primer límite que no quiero romper, es la única escala en la que quiero ir hacia atrás, incluso retroceder a cuando pesaba menos de 100.

Siento los pies hinchados, resoplo por lo bajo lo único que me faltaría sería retención de líquido, miro mis manos las cuales alguna vez fueron delgadas y pequeñas, vuelvo a mirar el resto de mí. Me siento desproporcionada.

Me entristece ver mis fotos de niña. Me pone furiosa ver comida, por haberme traído hasta este extremo. Aunque luego recuerdo que fui yo quien llegó hasta aquí, nadie me obligó.

Me aterran mis problemas respiratorios, que parecen empeorar cuando duermo. Juani se quedó a dormir conmigo la otra noche y lo noto por su cuenta. Yo despertándome a media noche, ahogada con chillidos en el pecho que parecen de un fumador, lo único que me faltaba era fumar, agradezco, sobretodo en mi situación no hacerlo. El doctor dice que podría morir. Ahogada mientras duermo, todo se da a la mala respiración causada por el exceso de grasa en mi cuerpo.

Realmente consideré la idea de tener alguna enfermedad causada por la obesidad. Medité toda una tarde si hacerme análisis o no. Concluí en un "no", tal vez no fue la mejor elección, pero no sé como lo sobrellevaría. Lo único que me falta es confirmar otra enfermedad más. Mientras, intentó prevenirlas, a mi manera, pero es tan difícil, el azúcar, la sal, no sé como podría dejarlos.

En momentos como este me alegra no fumar. Si encima agregará una adicción a mi problema de la obesidad, ya seria el colmo. Ya suficiente me cuesta respirar como para llenarme los pulmones y la sangre con nicotina y dificultar la tarea aún más. Se que hay gente en mis mismas condiciones, que fuma, me duele por ellos.

Me lastima saber que así probablemente jamás seré madre. No sólo referente al hecho de conseguir pareja. Mi estado físico sólo se deterioraría más con un embarazo. Según el doctor, existen grandes posibilidades de que de quedar embarazada, en mi estado actual, quede en reposo completo y obligatorio. Lo que menos me afecta es el que obviamente voy a subir de peso (como en todo embarazo), sino también que seria una carga para mi familia, porque dudo que otra persona me cuide. Eso sin mencionar lo complicado que seria el parto, ya que para mejorar las cosas, también soy hipertensa.

Hasta ahora he hecho un gran esfuerzo para auto sustentarme, no ser una carga, pero me aterra que cada vez siento que lo soy. Que voy paso a paso a convertirme en una, me pregunto si podré detenerme.

Trastornos alimenticiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora