Graham Coxon jamás llegaba tarde al trabajo.
Siempre podía encontrársele entrando a tiempo al local de tatuajes, la mayoría de los días portando simples sueters, pantalones anchos o normales, converse sucias o difentes tipos de gorras, en general ropa grande.
Aquel día no fue la excepción.
-¡Buenos días, Graham! -Saludó un hombre bastante alto y de cabellos castaños en cuánto lo vio llegar, era el recepcionista del lugar y tenía un hermoso arcoiris invertido en su antebrazo derecho, y una nave espacial en el otro hecho por el mismo Graham.
-Buen día, Brett -respondió el chico- Viv quiere saber si la acompañaras al hospital infantil para leerle a los niños después del almuerzo.
Viv era la hermana menor adoptiva de Graham, la novia de Brett y el rostro del ángel.
-Por supuesto -asintió con una sonrisa- no me lo perdería por nada.
Luego de esa corta charla el chico fue a su área de trabajo, deteniendose antes para saludar a Miles, el jefe y dueño del local, y a sus demás compañeros.
Si te acercabas al área de Graham Coxon no habrías encontrado nada fuera de lo común. La pared estaba repleta de grafitis de colores extraños y frases de diversos libros que se habían ganado su corazón, y algunos dibujos hecho por el mismo. Nada fuera de lo común.
Durante las primeras dos horas estuvo ocupado realizando unos pequeños tatuajes de los cuales estaba muy orgulloso.
Fue cuando llegó él, listo para cambiar su vida, literal o no había una probabilidad de ser cierto.
La campanilla de la puerta principal alertó a todos la llegada de un nuevo cliente, por intuición misma Graham fue el único que volteó a mirarlo.
Llevaba pantalones sueltos, zapatillas, una chaqueta el doble de su talla, sus ojos estaban cubiertos por gafas de sol y sus perfectas facciones sobre una casta piel no demostraban más que seriedad.
Graham sonrió, seguramente era uno de esos locos clientes que piden tatuarse una enorme calavera o una serpiente, pero quizá ese no era el caso. Graham totalmente intrigado, lo vio acercarse a Brett.
Tenía un andar casual y decidido, su cabeza siempre se mantenía en alto, como si todo dependiera de ello. Era guapísimo, realmente lo era, Graham podía darse de cuenta de ello a pesar de la distancia y su leve miopía, razón por la cual tenía que usar lentes. Sus finas facciones, sus labios, la forma en la que hizo su cabello al caminar, ¿Sería posible que él fuese real? ¿Acaso no estaba alucinando?
Sus manos pasaban las hojas de la carpeta con delicadeza y observaba un diseño cada un segundo, y poco a poco parecía descartar a cada tatuador de local, hasta que solo quedó un folio.
Graham se acercó hacia él, y al contrario de ese chico su caminar era torpe y casi siempre solía tropezar con las cosas a su alrededor.
-Buenos días -saludó tímidamente acercándose al hombre.
Por sus facciones dedujo que debía ser un poco más mayor que él.
-Buen día -saludó con una rasposa voz y lo que parecía ser desagrado, era como si estuviese intentando decirle que no lo quería ahí.
Pero Graham era terco e iba a quedarse.
-Si me permites ayudarte -dijo amablemente- tal vez Patsy, la dueña de aquel folio, podría ser una buena elección ¿verdad, Brett?
No es como si Graham no quisiera tatuarlo, pues lo habría hecho con gusto, pero él pensaba que sus tatuajes no eran lo suficientemente buenos como para adornar la piel de aquel maravilloso nuevo cliente.