El ángel en la muñeca de Damon parecía haber sido hecha por el pésimo artista que Graham había sido años atrás, antes del inicio de sus clases de arte con Miles. Pero aún así, a pesar de todo, era el tatuaje que más le gustaba, y Damon dijo que le encantaba, eso era lo que importa ahora.
Se dirigieron hacia el departamento del ojiazul en completo silencio, el tatuador fijando su mirada en la muñeca del joven. Estacionaron el auto probablemente alquilado del mayor, y entraron a su hogar.
Graham se preguntó como había soportado el dolor, y si se habría detenido a pensar lo que hacía. Se preguntó si el sentimiento de la aguja rozando sobre su piel lo había liberado, o si lo había hecho sentir mejor, pues por lo que Graham había notado, Damon amaba los tatuajes, y lo más seguro es que cada vez que se hacía uno nuevo eso lo hacía sentir mejor.
- Damon... -susurró Graham mientras tomaron asiento en un viejo sillón del departamento del rubio, los ojos del menor lo miraban atentos a través del cristal.
- Sé lo que quieres preguntar, Graham. -fue lo único que dijo.
Graham se preguntó si Damon realmente estaba viendo el camino adelante, hacia el futuro, o pensaba en un mundo sin sentido como Ian Curtis, quien lamentablemente acabó con su vida el 18 de mayo de 1980 mientras escuchaba Sister Midnight del álbum "The Idiot" de Iggy Pop.
- Jamás me había sentido tan estúpidamente, Graham -relató, y aunque su cuerpo estaba ahí, las lágrimas sin culpa que comenzaban a resbalar sobre sus mejillas, revelaban que sus recuerdos lo habían llevado hasta esa noche-. Esa noche cuando viniste a verme no solo grité por el dolor que me producían los cristales atravesando mi piel, grité porque sentí que tenía que hacerlo. Cuando me miré en el espejo del baño esa noche, luego de que Mel se fuera, vi mis ojos, mi nariz, mis labios y el resto de mi cuerpo...
El chico hizo un silencio, cada vez los segundos eran más eternos.
- ¿Recuerdas cuando te conté de mi beso con Thom? -prosiguió con un suspiro- te dije que en ese momento descubrí que me tenía a mi mismo, y luego de que confesé estar enamorado de ti, te conté que temía perderme a mi mismo...
- Damon... -lo llamó tristemente mientras acariciaba uno de sus muslos sobre la tela del oscuro pantalón del chico en un gesto que planeaba ser reconfortante-. ¿Te sigues teniendo?
El chico emitió un leve silencio.
- Me tengo, Graham -contestó tristemente- no me he perdido aún, eso es bueno, pero ese día cuando vi mis ojos frente al espejo me di cuenta de quien era y de lo mucho que había perdido. Mi primer beso, mi primera vez... me tengo, Graham, pero soy un asco de persona.
- No eres un asco -intentó convencerlo.
Y realmente lo creía, Damon no era un asco, era la mejor persona que pudo haber conocido antes.
- Me quiero, Grem -dijo en un suspiro- me quiero aunque sé que soy un asco, reconocer mis errores no es sinónimo de odio. Un chico puede amarse aun sabiendo que sus ojos están separados, o que no pesa lo que la sociedad considera correcto. Yo me amo aún sabiendo como soy, y como me amo estoy intentando mejorar porque no quiero verme sufrir.
- No lo comprendo -susurró el menor con frustación-. ¿Por qué te cortaste si no quieres verte sufrir?
- Porque sentí que tenía que hacerlo, Graham. Mel, Lola, el chico rubio al que no recuerdo su nombre... sentí que ellos estaban ahí, en mi interior, corriendo por mis venas. De alguna u otra forma, necesitaba hacerlos salir para liberarme. Dolió, pero creo que habría sufrido más si no lo hubiese hecho.