Se reencontraron en el mismo restaurante del cual habían tenido su primera cita, en la misma mesa del fondo, y Damon de nuevo pidió por él.
Aún así, a pesar de que la situación era parecida, Damon lucía casi incómodo en ese lugar al ver que todos ponían su atención en él, y Graham pudo notarlo debido a su mirada baja y los brazos cruzados sobre su pecho.
- Podemos cambiar de lugar si quieres. -dijo para intentar calmarlo.
- Me gusta este lugar, Gra.
Al contrario de esas veces en la que lo había llamado de esa forma, en ese momento Graham realmente pudo apreciarlo de verdad.
- Me gusta que me llames así, Damon.
- Lo sé. -afirmó con una sonrisa, como la de un niño que su madre acaba de decirle que su dibujo es hermoso-. También sé que te gusta dibujar, y que te gustan mis ojos, pero ese es otro tema.
Graham se sonrojó de inmediato y rió nerviosamente pues Damon tenía toda la razón, le encantaban sus ojos, y tal vez mucho más que eso.
Le gustaba la forma en que sus labios formaban hermosas sonrisas. Le gustaban sus palabras, le gustaba la forma en la que apreciaba el cielo, y la devoción con la que comía todo tipo de alimentos.
Le gustaba por ser él mismo.
- Lamento no haber respondido tus mensajes -murmuró extendiendo su mano sobre la mesa para acariciar la de Graham, quien miró aquel gesto de la misma forma en la que había admirado sus caricias durante la noche en la fiesta de Thom-. En realidad solo he salido de la cama hoy porque sabía que serías tu quien me tatuaría, y de alguna forma tu siempre logras subirme el ánimo.
Silencio.
No le gustaba verlo así, no le gustaba verlo tan roto, tampoco le gustaba ser el remedio de sus problemas, pues sentía que él no significaba nada para nadie, pero estaba equivocado.
- ¿Como te has sentido, Damon? -preguntó con preocupación.
Necesitaba escuchar la respuesta, necesitaba comprobar que estaba bien, o al menos lo más cercano a la palabra "bien".
- Contigo acá, estoy de maravilla -contestó con una sonrisa, y no mentía-. Así que no te extrañes si comienzo a visitarte todos los días.
Graham simplemente sonrió con cierta timidez que lo caracterizaba y bajó la mirada hacia sus manos entrelazadas.
Ahora entendía porqué Damon las miraba con tanta adoración.
Aquel blanco pálido en sus manos encajaban a la perfección, y sentir las de él sobre las suyas lo hacían sentir de maravilla.
- ¿Quieres que hablemos de algo? -quería escucharlo hablar, le encantaba, incluso podría escuchar el reporte del tiempo salir de sus labios y no se aburriría.
- De tu novio tal vez -sugirió mientras se llevaba un rollo de comida a la boca. Seguía masticando como si aquel alimento fuera el mismo cielo.
Graham no lo comprendía, para él, el éxtasis no estaba en un simple rollo de comida, para él, Damon Albarn era su cielo y probablemente todo eso dentro una simple palabra: obsesión.
Frunció el entrecejo.
- Damon, no tengo novio -aclaró, y no se sentía mal con esto. Prefería estar solo que mal acompañado, o"solo y perfectamente acompañado", reformuló.
- ¡Oh, bien! Supongo que es algo menos de lo que debo preocuparme para conquistarte entonces.
El chico rió nerviosamente y su mano tembló contra la de Damon, en su pecho, su corazón saltó.