Al séptimo mes ellos hicieron el amor por primera vez.
Todo comenzó como un día normal, pues los grandes momentos nunca anuncian su llegada, Graham llegó temprano a la tienda de tatuajes, Damon estuvo allí a la hora indicada, un par de clientes pasaron por sus manos. Salieron a las cinco y se dirigieron al restaurante de siempre, no se sentaron en la mesa del centro ni la del fondo ni aquella que usaban cuando se reunían con Viv. Damon llevaba una camiseta azul con unos jeans a juego, no había un jockey, ni gafas de sol, ni una chaqueta, el color negro se había ido, tampoco había un aire de superioridad en su rostro. Mientras que Graham tenía una camiseta verde turquesa y unos jeans negros, parecían combinar en ciertas ocasiones.
- ¿Sabes que mes es? -preguntó Damon mientras alzaba las cejas y levemente mientras apoyó su barbilla en sus manos.
Graham ya no se fijaba en las vendas en sus muñecas de sus respentinos cortes, supongo que había terminado por aceptarlos.
- ¿Febrero? -había confusión en su voz.
- ¿Sabes lo que eso significa?
- ¿Qué es... febrero? -dijo con obviedad.
Damon rió ante esto y negó con su cabeza lentamente.
- La primera vez que nos vimos era febrero, Grem -recordó- seguro lo recuerdas, yo me veía increíblemente sexy ese día.
El tatuador lo recordaba, pero no con exactitud, es extraño, pero a veces olvidamos las cosas realmente importantes.
- Sigo sin entender por qué no escogiste los tatuajes de Patsy o Nicole -murmuró con una sonrisa inconforme.
- Ya te lo dije hace algún tiempo, tus tatuajes eran los únicos que tenían lo que yo exactamente estaba buscando.
- Creo que también te he preguntado qué estabas buscando.
Damon acarició una de sus mejillas, la cual Graham sujetó para dejar un dulce beso en la suave piel de sus nudillos.
- Buscaba amor -confesó-... No quería el mejor tatuaje del mundo, tampoco quería un tatuador de calaveras y demonios... Necesitaba a alguien cuyas obras de arte transmitieran esa admiración que les tengo, y sé de amor y de arte mejor que nadie, Grem. Puede que fuese un idiota, pero el amor que le tengo a mi madre es incomprensible, a pesar de que no se note mucho. Necesitaba una obra pura, una obra llena de amor y pasión, tal vez necesitaba un tatuador puro también.
Graham habría respondido eso con una bonita frase, pero la oportuna mesera de siempre llegó con su pedido. El Damon con quien Graham había tenido su primera cita le habría ordenado marcharse, pero simplemente le agradeció.
- Te amo -dijo Graham mientras veía a Damon llevarse un rollo de sushi a la boca.
El chico lo miró con sus ojos azules y sonrió dulcemente, así como un niño al que acaban de decirle que no tiene que ir a la escuela al día siguiente. Y esa fue la primera vez que en el que el chico no comió el sushi como si fuese lo más increíble del mundo, porque lo más increíble del mundo estaba frente a sus ojos.
- ¿Sabes qué? Hay que ir a Japón un día de estos.
- Si me compras el boleto vamos juntos -bromeó el castaño.