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Me recargo en el ventanal de la tienda de donas y miro a través de el con felicidad.—¿Sabes la cantidad de bacterias que ese ventanal tiene?—Eddie pregunta, yo despego mi cara y lo miro negando.

—No, ¿eso siquiera es importante?—Hablo, el golpea su frente y niega para sí mismo.

—Cuando estes encerrada en un hospital por infecciones bacteriales te importara. ¿Y sabes dónde estaré yo? Asoleándome en una playa en Cancún.—Responde, yo me alejo de él ventanal y acelero el paso hasta que logro alcanzarlo.

—Vamos 20 minutos tarde.—Informo, el suspira.

—No morirás por el retraso Laney, es una junta de el club no una reunión con el primer ministro.—Responde.—Además, este retraso es por ti.

—¿Por mi culpa? Llegaste 15 minutos tarde.

—¡Y tú te tardaste otros 10 en salir, más 5 embarrándote en el ventanal de donas!

A lo lejos logro visualizar la casa de Bill. Eddie y yo iniciamos a correr y entramos rápidamente a la cochera. Con la respiración agitada observamos como los chicos nos miran confundidos.—¿Todo bien?—Richie habla, la boca de Eddie se abre para responder pero en lugar de hacerlo toma una bocanada de aire. Al ver su reacción abro yo la boca dispuesta a responder y entonces visualizo a Beverly, ella está sentada en mi lugar especial junto a Bill y Stanley, rápidamente la cierro.

Quiero marcharme, y aunque suena patético que me ponga así por un lugar, no lo es para mi.

Cuando tenía ocho años me mudé de San Francisco a Derry por una razón. Dicha razón fue la muerte de mi padre y hermano, fue tan fuerte para mamá que no soporto continuar en casa. Por meses solía llorar diariamente, no salía de su habitación y Susan solía fumar cigarrillos como si de dulces habláramos. Nadie en la casa hablaba y en la escuela solo era peor, mi único refugio era un pequeño peluche.

Un día Henry pensó que era divertido bromear conmigo el almuerzo dio navajazos a mi oso de peluche simplemente por diversión. Las cosas parecían derrumbarse pero entonces los chicos aparecieron, Bill junto a el resto me trajo a su cochera y dijeron que aunque no tuviera a ese peluche había ganado algo nuevo, algo mejor. Una pequeña silla en una orilla de la cochera junto a ellos, nadie más había estado en esa silla o al menos nadie más que Bill en algún momento.

Y ahora Beverly estaba allí, con una sonrisa en su rostro, bromeando junto a Stanley, con Bill mirándola cada segundo y con Richie bromeando acerca de cosas estupidas sin gracia.

De alguna manera demostrando que no soy necesaria más.—¿Planeabas decir algo Laney?—Eddie pregunta cuando el aire por fin vuelve a su sistema.

—Me tengo que ir.—Es lo único que digo, el me mira confundido.—Te veo luego, Eddie.

Sin pensarlo dos veces salgo del lugar y camino hasta la siguiente calle para recargarme en la pared.
Una vez estoy ahí, recuerdo la sensación de cuando Henry destruyó a ese oso y solo puedo pensar en una cosa, el cuanto quiero llorar y eventualmente lo hago, lloro.

Debo lucir tan patética, igual que siempre.

girly; itDonde viven las historias. Descúbrelo ahora