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IX

Camino hasta la parte de enfrente de la casa de Bill y entonces me recargo en la pared. No quiero decir nada, Stanley no ha soltado mi mano en los últimos 15 minutos de trayecto y se siente bien, se siente como si siempre hubiera estado allí.—Ho-hola c-chicos.—Bill nos mira con una sonrisa.—Cre-creí que había pasado algo. Su-sueles ser demasiado pu-puntual Stan. ¿E-esta todo bi-bien?

Yo aprieto la mano de Stanley, sabe que no quiero decir nada de lo que acaba de pesar. El me mira y luego asiente.—Lo esta, claro que lo está.—Sonríe falsamente.

—Bi-bien el resto viene en camino. Y-ya sa-sabes como son Ri-richie y Eddie.—Nos dice yo asiento.

—Lo olvidaba. ¿Bill donde dejé mi bicicleta ayer?—Cuestiona Stanley.

Después de una corta conversación Stanley me dice que vuelve enseguida, suelta mi mano y entra a el patio de Bill.

Yo observó a Bill él está riendo.—¿Que es gracioso?—Le preguntó, el me mira y ríe aún más. Después de lo de Georgie jamás lo había visto reír, era algo lindo volverlo a ver de nuevo.

—¿R-recuerdas en quinto gr-grado cuando Eddie olvi-olvido decir que llegaría tarde a ca-casa y su madre vi-vino por el ju-junto a un paramédico?—Me mira, yo sonrío. Lo recuerdo.—I-incluso G-georgie no p-podia parar de reír.

El aún está sonriendo, pero es totalmente posible escuchar el como su voz se rompe al decir Georgie.
—¿Que hacen aún parados allí idiotas?—Eddie aparece de pronto junto a el resto gritando.—El pan ya está en el horno y ustedes aún no abren su bolsa de masa.

—¿Que mierda significa eso?—Richie pregunta.

—No lo sé, mi madre lo dice todo el tiempo.—Habla.—Supongo habla del retraso.

—Contando los chistes de tu madre. ¿Que seguirá? ¿Usar sus pantaletas?—Richie habla.—Aunque pensándolo bien, te sentarían bien. Probablemente resaltarían tu flácido trasero.

—Solo cállate, Richie.

—No soy yo quien usa las pantaletas de su madre.

Observó a Bill, el me está mirando con el ceño fruncido.—¡Solo vámonos!.—Grita Eddie. Bill y yo asentimos, una vez observo a Eddie subir grito a Stanley. Mi bicicleta se averió la semana pasada y el único con diablos de nosotros es Stanley.

—¡Staaaaaan debemos irnos!—Grito.

—¡Ya voy!—Escucho, el aparece después de unos segundos pedaleando rápidamente. Yo observó sus pies, mierda Stanley.

—Stanley, tus cintas.—Le digo, el levanta su ceja. Y se concentra en sus pies.—¿Que pasa con mis cintas?

Bill lo observa y habla.—E-estan...—Habla hasta que Stanley cae al suelo junto a su bicicleta.—Atoradas.

Richie comienza a reír.—Este sería el momento perfecto para que contaras uno de los chistes de tu madre, Eddie.

—Vete al diablo Tozier.

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¡Nuevo capitulo bebes!