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La mano le tiembla y mis labios no responden. Si no hago algo se suicidara y su muerte quedará en mi conciencia. No podré vivir con la imagen en mi cabeza de el pegándose un tiro por mi culpa. Maldito sea el momento en el que nos vimos por primera vez, maldito sea el ascenso de mi padre, maldito sea nuestro primer beso, maldito sea el momento en el que le di mi virginidad, maldita sea yo, por ser como soy y no corresponderle y maldito sea él por estar completamente loco y obsesionado conmigo.

Por un momento esas cosas ya no importan. Hoy y en este momento, lo único que importa es que si no hago algo, su vida finalizará esta misma noche. Lo único que sé, es que no puedo permitir que muera.

Me acerco a él lentamente, gateando como un animal. Me arrodillo y lo abrazo por la cintura, pegando mi mejilla a su abdomen. Él reacciona inmediatamente. Con una mano abraza mi cabeza, mientras la otra aun sostiene el arma contra su cien. Me hunde los dedos en el pelo, haciéndome doler pero no le presto atención. Abre sus ojos y me observa estupefacto desde arriba. Mi repentina muestra de afecto, lo agarra desprevenido.

— No lo hagas. — Le pido.

El revolver cae al piso. Y me abraza de la cabeza y los hombros con ambas manos. Yo sólo lo observo mientras rodeo su cintura con los brazos. Intenta no llorar pero no lo logra, mira hacia el techo y puedo escucharlo sollozar. Vuelve a mirarme y esta vez su cara esta más empapada en lágrimas. Una lágrima le gotea por la pera y aterriza en mi mejilla.

— ¿Qué es lo que hiciste conmigo...? Me volviste loco Ivanna. — Me dice llorando.

Niego con la cabeza. Quiero que esta situación termine.

— Quiero dormir, llévame a dormir. — Le pido.

Él me levanta del suelo por los brazos, cuando estoy de pie, me abraza de la cintura y me levanta, dejando a mis pies suspendidos en el aire. Yo pongo mis brazos al rededor de su cuello. Siento su nariz pegada en la piel de mi cuello. Me lleva hasta la cama y suavemente, se deja caer conmigo en sus brazos.

Mientras tira las cobijas para poder taparnos con ellas, me mira fijo. Como verificando si aun sigo con él. Se acuesta a mi lado y me levanta para dejarme recostada encima de él. Es la primera vez que pasamos la noche juntos.

— Duerme... — Me pide en voz baja mientras me acaricia la espalda.

— ¿Y tú vas a dormir? — Le pregunto.

— Voy a dormir bien por primera vez en toda mi vida. — Me contesta. — Anda duerme, hermosa.

Su voz es triste. Me acomodo en su pecho y desde donde estoy puedo ver el revolver tirado en el piso. Acomodo mi cara hacia otro lado, ignorando que me acaban de apuntar a la cabeza con un revolver y me obligo a cerrar los ojos.

                                 ~•~

Abro los ojos lentamente ¿Qué hora es? Miro hacía la ventana. Entra una luz tenue, está amaneciendo. Miro hacia un costado, esperando encontrar a Julián dormido a mi lado, pero estoy sola en la cama. Me siento en la cama y miro hacia el piso. El revolver ya no está en el suelo. Me levanto y como aun no tengo ningún calzado a la vista, me quedo descalza. Salgo hacia el pasillo. Me acerco hacia la habitación de huéspedes. La puerta ya no está. Bajo las escaleras. Huelo Hot Cakes. Camino en silencio hasta la cocina. Julián esta de espaldas a mi, vestido con una musculosa blanca y pantalones deportivos.

— Hola... — saludo con voz suave

Él se da vuelta, suelta los cubiertos de golpe y viene hacia mi. Me rodea con los brazos y choca su boca con la mía. Me da un largo beso con los ojos cerrados. Yo solo lo miro. Cuando me suelta, me sonríe y de la mano me lleva hasta la mesa.

— Aún es muy temprano. Te hice Hot Cakes con miel.

— ¿Qué hora es? — Pregunto.

— Las 7:30 de la mañana. Es que anoche nos acostamos muy temprano. — Me contesta.

No contesto. Recuerdo que era de noche pero creo que ni siquiera eran las 9 PM cuando pasó todo.

— Debes de estar hambrienta. — Julián corta el silencio.

— Un poco. — Admito.

Me siento en el banco y él me sirve. Los Hot Cakes se ven deliciosos. Tomo los cubiertos y empiezo a comer. Él se sienta a mi lado y me observa.

— Es muy linda tu casa. — Comento para cortar el silencio.

— Nuestra casa. — Me corrige.

¿Por que cada cosa que dice, me hace sentir angustia en el pecho?

— ¿Tú la pagaste verdad?

Asiente sin mirarme.

— Entonces es tuya.

— Pero yo la compré para ti. — Contraataca.

Suspiro molesta. Se hace un silencio incómodo. Estoy deseando terminar de comer para poder levantarme de la mesa, pero él se me adelanta.

— Este lunes... — Balbucea.

Lo miro de golpe.

— Puedes volver a trabajar y estudiar si quieres... sólo te pido una condición. 

¿Qué? ¿Cual condición?

— Te voy a poner un chófer que te lleve y te traiga a donde sea que tengas que tengas que ir, solo cuando yo esté trabajando. — Me dice.

Se me cae la mandíbula.

— ¿Estaré presa? — Pregunto incrédula.

Niega con la cabeza.

— No es estar presa... — Intenta calmarme.

— ¿Entonces que es? — Pregunto tratando de no perder el control.

Él se queda callado un segundo mirando su plato, luego se levanta de la banca, viene hacia mi y me agarra de los hombros. Yo lo miro alarmada. No tiene nada de paciencia.

— ¡¿Acaso no lo entiendes verdad?! — Me grita. — ¡No puedo permitir que te escapes de mi! ¡Si vuelves a irte, voy a enloquecer!

Solo contigo [2] (BILOGIA)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora