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Se me cae la mandíbula. Pero estoy cansada de sorprenderme con las cosas que dice.

— ¿Y eso de que te sirvió? — Pregunto mirándolo a los ojos.

Con la toalla en la mano, sólo me observa y no me contesta.

— ¿Crees que es lo mismo averiguar todo sobre mí a que yo quiera que me conozcas? — Sigo hablando.

Él me mira un momento y luego niega con la cabeza.

— No tenía opción. No querías estar conmigo. Pero aprenderás a quererme.

Niego con la cabeza. No se puede hablar con él. Me toco el cabello.

— Ya está seco. Gracias. — Le digo sin mirarlo.

— ¿Estás enojada? — Me pregunta.

— No. — Miento mientras camino hacia el placard.

Lo abro e intento buscar mis carpetas de estudio pero no están. Me volteo hacia Julián y lo miro con tono acusador.

— ¿Y mis cosas de la Universidad? — Pregunto.

Él me mira perplejo y niega con la cabeza.

— Sólo trajeron tu ropa... — Me dice.

Julieta solo le dio mi ropa... mis libros y el resto de mis cosas aún están en su casa.

— Lo mandaré a traer. — Espeta e intenta levantarse de la cama.

— ¿No podemos traerlas nosotros? ¿O me vas a dejar encerrada todo el dia de hoy y mañana?

Él me mira un segundo.

— Vamos, buscamos tus cosas y volvemos. — Espeta.

— No. — Contraataco.

Él suspira cansado ¿Es en serio?

— ¿Qué es lo que quieres Ivanna? — Me pregunta.

— Quiero quedarme a tomar un café con Julieta... por favor. — Le pido en tono amable.

Se pone las manos en la cintura y asiente mirando al suelo. De un salto corro a el placard, me visto lo más rápido que puedo. Me pongo un jean, una remera negra y una sudadera corta. Encuentro mis zapatillas negras. Cuando recuerdo la existencia de Julián, me volteo a mirarlo. Ya está vestido. Se puso una cazadora de cuero arriba de una remera blanca. Bajo las escaleras casi corriendo. Él camina detrás de mi como un perro faldero. Salgo hacia el patio de la casa y camino hasta la camioneta negra perfectamente estacionada. Subimos en silencio nuevamente y observo que la reja de entrada es automática.

— Sólo nos quedaremos un rato, tomas ese café y volvemos. — Me advierte.

Lo fulmino con la mirada.

— Quiero estar a solas con mi amiga. — le digo.

Aprieta el volante pero no me importa.

— ¿Qué crees que voy a hacer? ¿Irme del país? — Pregunto con sarcasmo.

Él se voltea hacia mi y me mira enojado pero no me dice nada. Se hace un silencio incómodo.

— Dos horas. Ni un segundo más. — Espeta de golpe.

¡Si!

— Gracias.

Cuando llegamos al complejo de departamentos donde vivíamos con Julieta se me ilumina la cara. Sonrío de oreja a oreja y puedo notar que me observa de reojo. Estaciona y yo me dispongo a salir pero me agarra del brazo. Pongo los ojos en blanco porque sé que no puede verme. Me volteo hacia él.

— A donde intentes algo... — Me advierte.

— No voy a hacer nada. — Intento zafar mi brazo pero no me suelta.

Me mira fijo.

— Tengo armas Ivanna. El precio no lo pagarás tu. Iré a la cárcel pero si te vas me encargare de que tu vida sea miserable.

Dejo de tirar de mi brazo. Lo miro fijo y un escalofrío me recorre por todo el cuerpo.

— Entiendo... — Le contesto en voz baja.

Me suelta.

— Vuelvo en dos horas. — Me dice mientras intento bajar.

— ¿No me vas a dar un beso? — Me pregunta y en ese mismo momento cierro la puerta de la camioneta.

Puedo sentir su mirada sobre mi mientras me hago la tonta al caminar hacia el complejo. Cuando entro camino con tranquilidad hacia el elevador. Mientras subo, me abrazo a mi misma y si me detengo más de un minuto a pensar puedo sentir como de a poco se me llenan los ojos de lágrimas. Salgo y trato de caminar con tranquilidad hacia el departamento que era nuestro. Le toco la puerta a Julieta. Cuando la puerta se abre, una chica solo con una  remera blanca y bostezando me devuelve la mirada. Nos quedamos mirando un minuto y luego entro mientras nos matamos en un abrazo.

— ¡Ivanna! — Grita Julieta.

Cuando se suelta, me agarra de los hombros y me mira detenidamente.

— ¡¿Acaso te escapaste?! — Pregunta alarmada.

Niego con la cabeza mientras le regalo una media sonrisa tranquilizadora.

— Me dejo venir a verte un rato... en realidad a buscar el resto de mis cosas pero lo convencí... — Le digo en voz baja.

Recién ahora me doy cuenta de lo sensible que estoy.

Ella me observa con ojos preocupados. Yo la miro un segundo y no puedo aguantarlo más. Rompo a llorar y abrazo a mi amiga.

— Oh nena... tranquila. Ven te voy a preparar un té.

Me lleva abrazada hasta el sillón, luego camina hasta la cocina y pone agua a calentar. Luego se sienta a mi lado y me toma de las manos.

— Las cajas con el resto de tus cosas están en la habitación. Ellos solo pidieron la ropa... entonces eso les di.— Me dice Julieta encogiéndose de hombros.

— Menos mal que lo hiciste. Me funcionó para poder venir a verte. — Le contesto.

Ella me estudia el rostro un segundo.

— ¿Vas a ir a trabajar y empezar tus clases este lunes? — Me pregunta.

Asiento con la cabeza.

— Quería que deje el trabajo y la Universidad pero por suerte pude lograr que me dejara con la condición de que alguien me lleve y luego me traiga de regreso a su casa.

— ¿Estás jugando? Definitivamente enloqueció... — Espeta Julieta perpleja.

— Me manipula por medio de amenazas, con mi familia y con ustedes... si algo les llegará a pasar jamás me lo perdonaría... — Sollozo tapándome la boca. — Y para empeorar todo me quitó mi teléfono. Sólo me lo dio para mentir en mi hogar que estoy bien.

Ella me observa con preocupación sin saber que decirme.

Se hace un silencio. No sabe que decirme y la entiendo.

— Vamos a la policía. — Me suelta de golpe Julieta.

Yo la miro con los ojos abiertos como platos.

— Sólo dime una palabra y será suficiente para mi. Te apoyaré. Llamaremos a tus padres y lo vamos a denunciar. Si tu me lo pides, yo me arriesgo.

Solo contigo [2] (BILOGIA)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora