Capítulo diez

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Lunes 19:38 de la tarde.

—Para poder quedarme tendré que vivir con mi prima ¿sabes lo que significa eso? Una tortura.

No me da tiempo de arrepentirme por mis últimas palabras cuándo ella empieza a hablar. Sigo queriendo que se quede aunque eso significa muchas cosas en las que no quiero pensar.

—Tú podrás con eso. Cheryl no es tan insoportable. —intento animarla a que decida permanecer en Riverdale.

—¿Me quieres hacer reír? —sonríe, casualmente, sin un trasfondo de burla o ironía. Esta vez parece ser sincera. —¿Puedes acercarte?

Todas mis alarmas saltan en instante. Betty esta fuera esperando a que terminemos de hablar. No más acercamiento por hoy.

—No.

Kiara se remueve entre las sábanas hasta que consigue desplazarlas a un lado y moverse hasta el filo de la cama, colocando por primera vez desde que está aquí, sus pies descalzos en el suelo. Ahora que está sentada frente a mí sin sábanas cubriendo si cuerpo, puedo observar las heridas visibles en sus piernas descubiertas con el camisón blanco que lleva puesto. Estira su mano hacia mí hasta que la deja caer hasta de hacer contacto con mi brazo.

La puerta había sido abierta en el momento oportuno por Cheryl Blossom

—Que escena tan increíble. —nos mira detenidamente por unos segundos, tiempo suficiente para alejarme dando dos pasos hacia atrás. —Creía que te gustaba más su amigo.

—Cierra la boca Cheryl. No te necesito aquí ahora mismo. Si quieres hablar lo podemos hacer después sin espectadores —me señala diciendo lo último. Eso sinceramente, me molesta.

El ambiente de hace más espeso. Siento que sobro, y no sólo por lo que acaba de decir Kiara sino por la forma en la que me miran ambas. Cuándo están juntas son del todo escalofriantes.

—¿Vendrás conmigo a vivir a partir de ahora?

Kiara asiente. Yo suelto un suspiro de alivio que vuelve a captar la atención de las dos chicas. Aunque por lo menos he conseguido mi primer objetivo del día: que Kiara viva con su prima.

—Necesito que vayas a mi casa para coger toda mi cosas.

—No soy tu sirviente.—la pelirroja me mira. Eso no me da una buena sensación. Debería de haber salido de aquí hace rato. —Que vaya Jughead.

Por supuesto, eso mismo estaba pensado. Hacer de chico de las mudanzas para Kiara.

—Jughead estaría encantado. —escucho la voz de mi novia detrás de Cheryl. —¿Tienes las llaves aquí?

Espero que la idea de Betty no sea ir a la casa de Kiara para buscar sus trapos sucios, literalmente y no tan literal. Es increíble, y una buena idea, sin duda.

—Sí. —la pelirroja extiende su mano hacia mi para posar sobre la palma de mi mano un llavero con un par de llaves.

Si bien me parece extraño que Cheryl me de las llaves con tanta facilidad, también es extraño que Kiara nos deje ir a su casa, a coger sus cosas, teniendo en cuenta que eso implica rebuscar entre algunos cajones. Ella no confía en nadie.

—¿Qué necesitas exactamente? —pregunta Betty

—Por ahora con un par de pantalones y camisetas está bien. Es sólo para poder salir de aquí vestida con algo decente.

Observo a Kiara mientras termina de decir eso último y experimentando una infinidad de sentimientos abrumadores que me empujan hacia el pensamiento de estar juzgando mal sus acciones. Probablemente no haya un trasfondo en que le parezca bien mi pequeña excursión con mi novia hasta su casa. Quizás únicamente prefiere eso a la alternativa de que lo haga su prima.

—Está bien. Volveremos en una hora. —termino diciendo, sabiendo que es muy poco tiempo si queremos buscar algo allí.

Me despido de las dos chicas en la habitación sin ningún comentario incómodo más o una que otra mirada cargada de perplejidad. Mi novia coge mi mano antes de que salgamos por la puerta en un intento de tranquilizarme.

Vamos caminando hasta la casa de Kiara ya que no está demasiado lejos del hospital. Una ves que la puerta principal está ante mis ojos me arrepiento de querer estar justo aquí, en este lugar, para buscar algo en contra de la persona que vive entre estás paredes.

—Subiré yo a la habitación. —me anuncia Betty mientras sube las escaleras. No discuto su decisión en ningún momento. Si quiere ser ella quién busque en esa habitación está bien para mí.

Decido caminar por el salón mientras espero. La última vez que estuve en este mismo sitio, aunque de forma fugaz, pero esta vez reparo en la fotografía a un lado de la televisión. Puedo reconocer el rostro de Cheryl y de Jason junto a Kiara en la fotografía. Parecían estar disfrutando del momento esbozado una sonrisas auténticas, de esas que ni la pelirroja ni la morena se molestan en enseñar muy a menudo.

Observo el resto de la estancia mientras intento encontrar algo, lo que sea. Y bueno, no lo consigo, pero me detengo a observar cada pequeño detalle por si acaso.

Un rato después, Berry baja las escaleras y llega frente a mí con una pistola en su mano derecha mientras mantiene una expresión neutra en su rostro. No pensaba que fuera a encontrar nada, que Kiara dejara algo así tan a la vista. En lugar de Betty podría haber sido la policía.

—No está cargada, tampoco he encontrado balas así que eso me tranquiliza un poco. —me comenta mientras deja el arma sobre la mesa, como si sus manos quemaran. Tenía a la esperanza de que fuera sólo una perra de instituto, algo perdida por la muerte de su padre y la catástrofe entre la muerte de su primo a manos de su tío. Ha perdido a mucha gente y está todavía demasiado cuerda. Archie está rozando la locura desde que dispararon a su padre. Que ella tenga un arma significa que tiene que defenderse de algo. O por lo menos que tiene novio. —concluye con voz decidida mientras vuelve a coger el arma entre sus delicadas manos.

—¿Quieres quedarte el arma? —pregunto. En mi cabeza era una buena idea.

—Si quiero quedarme con el arma. Pero tú la necesitas más.

No me gusta que Betty me aconseje lo mismo que Kiara en su momento, hace un par de semanas. Ella me extiende el arma con miedo, pero mi intuición me dice que está decidida a que yo me quedé con la maldita pistola.

—No tengo miedo, no suficiente miedo cómo para ir con una pistola o dormir con ella a mi alrededor por si alguien quiere hacerme daño.

—Tú padre te dijo que tuvieras cuidado. Las serpientes pueden ser tus aliados o tus mayores enemigos. Y ni siquiera estás seguro de qué son. —suelta un sonoro suspiro mostrando irritación. —No te protegen demasiado bien cuándo te secuestraron y no hicieron nada.

No me gustaba la palabra secuestró, y de ninguna forma quiero pensar en eso ahora. De hecho, ahora todo es suficientemente borroso cómo para dar un paso hacia adelante y pasar mi brazo por la espalda de mi novia. Unos minutos después nos estamos besando sobre el hermoso sillón de Kiara.

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Maldito cliché. » Jughead JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora