Capítulo catorce.

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Viernes 21:04 de la noche.

La policía había ido hacia el lugar señalado. Kiara estaba parada a mi derecha en la comisaría. Todos continuábamos allí a la espera de alguna noticia. La que fuera.

Cheryl mira a su prima cada veinte segundos, intentando leer su mente o predecir el futuro, pero da igual, nada sucede y se rinde; así una y otra vez. En realidad todos hacen lo mismo que la pelirroja, solo que de forma no tan repetida. En el aire sigue la afirmación de antes "Sé quién es capucha negra" la voz de Kiara se escucha haciendo eco todavía.

-¿Habrá que esperar mucho? Estoy cansada -murmura Kiara.

-Todos lo estamos ¿sabes? Eres tan infantil, querida mía. Hay dos puntos claros aquí: Has dicho que sabes quién es capucha negra..-las palabras de Cheryl se desvanecen en el aire al ser interrumpida por su prima.

-No sé quién es capucha negra. Solo estaba intentando desviar la atención de la policía.

-Siempre ignorando la ley. Tal y como tu padre. -la pelirroja se cruza de brazos mientras mantiene una mueca en su rostro.

-Cierra la boca, yo no soy igual que mi padre. Ojalá lo fuera.

La expresión de Kiara se torna en una de tristeza que no pasa desapercibida para nadie. Su padre estaba muerto, y nadie sabe mucho de él. Tampoco sabe nadie de su madre, la cual todavía no ha vuelto a Riverdale aunque su hija estuviera en el hospital. Todavía está de viaje con marido. Y de repente, siento tristeza yo también. Kiara no es tan diferente a mí, está sola, dejada de lado por sus seres queridos en su peor momento y está luchando por mantenerse de pie.

O simplemente quiero verla así, porque quiero comprenderla.

-Quiere irme a casa- suena la voz de Reggie. Se hace un silencio incómodo después de eso.

Uno de los policías, viene hacia dónde estamos, unos veinte minutos después.

-El Sheriff quiere hablar únicamente con Kiara y Jughead. El resto os podéis ir a casa.

Mis músculos se tensan de forma involuntaria. Mierda, yo también quería ir a casa. Esquivo las miradas de mis amigos mientras se disponen a marcharse y dejarme a solas con Kiara. El Policía camina junto a nosotros hasta la sala de interrogatorios. Esto se está volviendo como una mala pesadilla. El hombre nos deja ahí, y después se marcha sin más.

-¿Tienes algún plan o algo así? -comento, intentando hablar con un tono neutral de voz a pesar de mi enfado, cansancio y nervios. Una mezcla caótica.

-No tengo nada planeado. Contaré lo que sepa, la verdad. Tú harás lo mismo y podrás irte a casa como si nada hubiera pasado. -mira en dirección a la pared en todo momento mientras habla. -Mañana harás como si yo no existiera ¿vale? Esa es la única condición que te pongo a cambio de que diga toda la verdad cuándo me la pregunte el Sheriff.

Asiento. Es una tontería porque ni siquiera me está mirando, pero supongo que tampoco estaba esperando una respuesta de mi parte. Ya había dado por hecho mi respuesta de todas formas.

-Estoy harto de mentiras Kiara. Estoy muy harto de tanta mierda a nuestro alrededor. Nos hemos besado, me has besado y después actúas como si nada te importara ¿Significan los besos algo para tí? -digo sentándome junto a ella frente a la mesa de metal.

Había explotado oficialmente. Mi límite había acabado de ser cruzado junto a los pensamientos auto destructivos de si es probable que sufra o no al hacer mañana como si Kiara no existiera. Estaba dispuesto a hacer eso, si todas mis dudas son resueltas aquí y ahora.

-Eres idiota.

-Eso no me responde a nada.

-Hay cosas que es mejor no saber nunca. Deberías de saber eso ya, Jughead.

Mi nombre sale de sus labios como algo dulce. Su firma de pronunciar cada palabra hace que quiera estirar mi mano y apoyarla sobre su hombro.

-Me gustas, Jughead. No lo entenderás, ni siquiera yo lo entiendo. De hecho decir esto en voz alta es una mierda para mí, pero te quiero. La verdad es que nunca he sido rescatada por nadie hasta que tú aquel día en el cementerio llegaste y me hiciste pensar. He estado loca por ti desde ese mismo momento. Me dio igual si tenías novia, únicamente quería verte feliz. Que ahora estés aquí conmigo me hace ser más fuerte. Mucho más fuerte.

Maldita mentirosa. Cada palabra rebota en mi mente y se clava en mi pecho como si fuera un puñal. Todo es parte de una actuación, lo sé por su forma de mirar hacia la pared.

No digo nada. Decido quedarme en silencio ¿Han significado los besos alguna vez algo para ella?

No.

-Te quiero. -vuelve ha decir con todo de voz dulce. Tan irreal. Eso enciende algo en mí.

Sé que hay alguien observando nuestra conversación detrás del cristal de la sala. Algún día escribiré una novela teniendo en cuento la ambientación de esta sala. Paredes grises, adornadas por un gran cristal a la derecha de la puerta por la que hemos enterado, mesa de metal y unas sillas incómodas a conjunto.

-¿Jughead?

Kiara me habla, pero no respondo. Me imagino que se extraña de que esté mirando a un punto fijo desde hace un par de minutos. Al final lo único que me queda hacer es acercarme, posar una mano sobre su mejilla y besarla hasta que el aire se agote. Así lo hago. Kiara pasa sus brazos por encima de mis hombros y el beso sigue un cauce delicado que nunca me habría imaginado. Si lo estuviera viendo de una forma externa diría que nuestro roce es tímido, delicado y sentimental. Mentira.

¿Que hago besándola?

Me separo bruscamente. Ni siquiera me da tiempo a decir o hacer nada ya que el Sheriff entra en la habitación. Mi cabeza es un absoluto caos. Más que antes e incluso más que nunca y nada mejora cuándo las preguntas del Sheriff empiezan a ser lanzadas como dardos hacia nosotros.

Estamos perdidos.

Maldito cliché. » Jughead JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora