Capítulo 7

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Bianca Ferraz no lloraba. Jamás reía con sinceridad. Nunca lucía preocupada. Ella jamás mostraba ninguna emoción real, tan solo una vacía y superficial sonrisa, para todos. En cualquier momento y a toda hora. ¿No sería agotador ser tan... vacío?

Solo una vez, un fugaz momento, había ella mostrado una emoción real. Puro sentimiento. Y lágrimas.

Nunca había estado más maravillosa que en ese instante, siendo ella. Solo ella, sin pretensiones ni falsedades. Y era una visión que quitaba el aliento. Darío había quedado atrapado para siempre, justo ahí.

Sí, era cierto. Antes estaba fascinado e intrigado. Sin embargo, ¿enamorado? No, ni de cerca. Pero ese momento, al que no estaba seguro si debía maldecir o agradecer, lo había cambiado todo. Los había transformado. Ya nada sería como antes.

Lo superficial quedó fuera. Solo eran los dos. Y, cielos, hubiera dado lo que fuera porque eso no tuviera que terminar.

Claro. Antes. Ahora no. En ese momento, ya no. Ciana era su presente y, esperaba, su futuro. Bianca... era un recuerdo. Quizá, ni siquiera eso.

–Darío Zeffirelli.

Miró a la persona que entró a su oficina. No debería sentirse sorprendido, pero lo cierto es que lo estaba. ¿Qué podía traer a Marcos Ferraz a su oficina? Sí, por supuesto que era el padre de su prometida y sería lógico.

En cualquier otra relación que no involucrara a un Zeffirelli, sin duda. Porque él no era ni remotamente cercano a la familia de Ciana. Tendría que serlo, ella sí que lo había intentado, pero él no podía... ni quería hacerlo.

Las raras ocasiones que requerían su presencia como pareja, él se aseguraba de estar el tiempo necesario como para no parecer descortés antes de excusarse y marchar hacia otro lugar.

Ciertamente las reuniones familiares no se hicieron para él.

–Señor Ferraz –saludó, reprimiendo un escalofrío ante la intensidad de esos ojos azules. ¿Qué demonios querría él ahí, en su oficina?

–Darío. ¿Sorprendido?

–Mentiría si dijera que no.

Marcos sonrió y ladeó la cabeza, estudiándolo profundamente.

–¿Puedo pasar?

–¡Claro que sí! –Darío se levantó de inmediato–. Lo siento, es inesperado.

–No te preocupes, puedo imaginarlo. ¿Qué tal el viaje?

Darío se congeló en su lugar. ¿El viaje? ¿Por eso había venido? ¿Los rumores sobre su separación de Ciana?

–Bien –respondió, escueto.

–Me alegro –Marcos se sentó y observó a su alrededor–. Son unas oficinas admirables las de tu familia –esperó que Darío se sentara para continuar–, y una gran responsabilidad, ¿cierto?

–De hecho, sí.

–¿Eres el único?

–¿Disculpe?

–El único Zeffirelli.

–Además de mi abuela, sí.

–Ah, eso creía.

Darío esperó. No sabía qué esperaba, sin embargo no lo que dijo a continuación su futuro suegro.

–Mucho mejor. Menos complicado si solo negociaremos tú y yo. ¿Qué opinas? ¿Interesado en hacer negocios con los Ferraz?

Un amor así (Sforza #5.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora