Capítulo 10

4.4K 570 3
                                    

Bianca se detuvo en mitad del camino, miró hacia el cielo y dejó que pequeños copos de nieve cayeran sobre su rostro y su cabello. Aspiró bruscamente y parpadeó, haciendo que las lágrimas que pugnaban por salir se quedaran dentro de sí. No, no era momento de llorar. Sería absurdo hacerlo ahora, cuando en ese instante no hizo nada.

Además, ¿de qué servirían las lágrimas? No habían servido de nada. Quizá ni en ese momento hubieran sido de utilidad.

El orgullo. La terquedad. El no dar su brazo a torcer. Todo, todo había sido más importante que ceder. Que comprender. Que pedir disculpas.

Y él, seguía sorprendiéndola. Una y otra vez, cuando pensaba que lo había visto todo, Darío Zeffirelli hablaba, miraba, sonreía, actuaba... solo era, de alguna manera, era él y no era. Diferente. Real. Único. Suyo...

No. Jamás suyo. Darío y ella... no. Imposible. ¿Cómo podía...?

Sin embargo, Ciana no lo conocía. No tenía ni idea del verdadero Darío. ¿Y ella? ¿Ella lo conocía?

No. Tampoco podía presumir de eso. Era complejo. Un misterio. Uno que quería revelar con todo su ser. Y no debería querer. Ese era el problema.

Darío. Darío Zeffirelli. Aún podía verlo, a su lado, bromeando –¿realmente había sido solo una broma?– sobre lo maravillosa que era Ciana. Lo diferente, y seria, la siempre práctica Ciana Ferraz. Nada parecida a su problemática hermana gemela Bianca.

Recordó. No pudo evitarlo. Su rabia y fastidio por las palabras de Darío. Sí, celos y remordimiento también, pero eso lo reconoció después. Demasiado tarde. Irremediablemente tarde.


–Pues vete con ella, Darío. Si tan maravillosa es Ciana, ¿por qué no estás con ella, eh? –soltó, con un toque irónico.

–Quizá debería –respondió, claramente molesto.

–Sí, deberías. De hecho, no sé por qué sigues aquí –Bianca le echó una mirada llena de desdén–. Eres aburrido, Darío.

–Bianca, basta –era una advertencia clara, que sonaba a punto final.

–¿O qué, Darío?

–Bianca.

–¿Es una amenaza?

–Yo no amenazo, Bianca.

–¿Un ultimátum?

–No. Un adiós –Darío cuadró la mandíbula–. Se terminó, Bianca.

–Veremos quién se rinde primero, Darío. Volverás. Suplicando.

–Puedes esperar pacientemente –sus rostros se enfrentaron, dos miradas llenas de la más pura determinación–. De hecho, acostúmbrate. Porque será eterno.

–¡Tú no tienes idea, Darío!

–Jamás. Se terminó, Bianca –repitió. Una nota de vacilación, casi imperceptible, se coló en su voz.

–¡Finalmente! ¿Ahora podrías asegurarte de ir con Ciana? Seguro harán una pareja maravillosa –exclamó con una burlona sonrisa.

La mirada de Darío se tornó fría. Y, más determinada aún.

–¿Sabes algo? Creo que es la cosa con más sentido que me has dicho nunca.


Ese había sido el final. Y, como Darío no decía nada en vano, le había tomado la palabra. Por tanto, no solo empezó una relación con Ciana, sino que llegó a comprometerse con ella. ¡Maldito Zeffirelli!

Un amor así (Sforza #5.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora