Bianca esperó, rogando para sus adentros no haberse precipitado y que su pedido no fuera desechado sin más. Se armó de paciencia ante el silencio de Darío, mirando cómo se debatía. No decía nada, pero podía adivinar por su expresión que no estaba resultando nada fácil.
Y... ¿si sí se había precipitado? ¿Qué iba a suceder? ¿Ignoraría su pregunta como si nada? ¿Se cansaría de sus constantes acosos? ¿Se alejaría, enfadado, cerrándole la puerta de su departamento en las narices?
La ansiedad estaba haciendo mella en su ser. Ya no le parecía tan buena idea el haber venido dispuesta a obligar, si fuera necesario, a que surgiera el verdadero Darío. Sin escudos ni...
–Se amaban –habló Darío, con voz clara y pausada, como si estuviera aprendiendo apenas a vocalizar–. Se amaban... profundamente –remarcó antes de tragar con fuerza–. Eso es lo primero que recuerdo de ellos. ¿Curioso, verdad? No sé, no podría explicarlo en palabras, pero lo podías sentir. Era como si lo que sentían el uno por el otro te envolviera, halara de ti y te obligara a esbozar una sonrisa. Por años, me sentí protegido... –desvió la mirada y cerró los ojos un instante, como si tomara valor– me sentí... muy amado. Nadie debería sentirse así, tan amado, si no está destinado a durar. Es una crueldad, ¿sabes? Y yo lo aprendí de una manera bastante radical.
Bianca alargó la mano y tomó la de Darío, en un gesto de consuelo y cariño. Él parecía ausente, distraído, a pesar de que entrelazó los dedos con los suyos antes de continuar.
–Estaba a punto de cumplir dieciséis años. Faltaba una semana exacta y me pareció que sería una gran idea celebrar una fiesta para mis amigos en la Mansión Zeffirelli. Naturalmente, sin el conocimiento de mis padres. No sé, no sé por qué lo hice. Lo irónico es que, me parece, que si hubiera pedido permiso, ellos me lo hubieran dado. No resultó así. Me descubrieron y me castigaron. Por una semana, incluido el día de mi cumpleaños, no saldría de casa. Y eso no hubiera sido tan malo si no hubiera estado esperando ansioso por un viaje familiar que mi padre había prometido aquel fin de semana. Celebraríamos mi cumpleaños en un complejo de esquí. Me encanta esquiar, por cierto –añadió, esbozando una breve sonrisa de lado–. Bien, por mi "gran idea", el viaje se arruinó... para mí. Mi padre decidió que sería más efectiva la lección si solo yo me perdía el viaje. Por lo que, el día de mi cumpleaños, mi padre y mi madre, junto con mi hermana pequeña, partieron. Nunca más volví a ver a mis padres. Y mi hermana... ¿no te parece una locura que ellos murieran aquel día? ¿Si yo hubiera estado en el auto, también habría muerto? No tenía sentido que hubieran muerto... no lo entendía. Era absurdo. ¿Lo último que le dije a mi padre? Que lo odiaba por dejarme aquel día. Él se limitó a mirarme largamente y esbozó una pequeña sonrisa, a continuación me despeinó, como si aún fuera un niño. Corrí escaleras arriba, a mirar cómo se alejaban. Antes de partir, miraron hacia la ventana de mi habitación, sabían que estaba observándolos. Mi hermana sacudió su manito varias veces. Mi mamá me lanzó un beso volado. Y, mi padre, él sonrió de lado y se despidió con la mano. Yo... no tuve el valor de bajar. No comprendí que si solo hubiera reconocido mi error y hubiera pedido disculpas, ellos me habrían perdonado y pudiera haberlos acompañado. Por años pensé en las últimas palabras hacia mi padre... y luego comprendí que, a pesar de todo, él lo sabía. Sabía que lo quería, que los amaba con todo lo que era. Demonios, cuánto duele aún –Darío maldijo, sorprendiendo a Bianca, pues era la primera vez que él soltaba una palabra así con tanta fuerza y vehemencia–. Lo siento.
–No, está bien. No debes disculparte –Bianca soltó su mano. Se levantó, rodeó el mesón que los separaba y lo abrazó por detrás–. Te amo. Tanto, tanto, Darío.
–¿Cuánto? –musitó, con la cabeza inclinada.
–Demasiado –susurró la respuesta en su oído. Se puso de puntillas y le plantó un beso en la mejilla–. No voy a soltarte.
ESTÁS LEYENDO
Un amor así (Sforza #5.5)
RomanceHistoria de Darío y Bianca. (Spin-off de la serie de los hermanos Sforza) Darío Zeffirelli lo tiene todo. Un negocio exitoso, una posición social que supone influencia económica, es miembro de una de las familias más consolidadas en Italia y está co...