Capítulo 13

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Darío entró en la Mansión Ferraz a tiempo para la reunión de negocios que había fijado con su futuro suegro. Marcos Ferraz había dejado en claro el interés que tenía en involucrarse en algunas ramas de los negocios que trataban los Zeffirelli. Sería una buena alianza, positiva y esperada.

Eso lo hizo sonreír, un poco. Cerrar un buen negocio siempre era un panorama que él apreciaba sobremanera.

Todo estaba desarrollándose de la mejor manera. Descubrió que Marcos era un hombre tenaz y brillante. Sin duda, este sería un acuerdo digno de ver. Iba a replicar, cuando un par de golpes los interrumpieron. Los dos miraron hacia la puerta cerrada de la biblioteca, pero no eran tan cercanos.

–Darío, creo que la idea de... –golpes. Una y otra vez–. Yo...

–Sin duda, Marcos... –más porrazos. ¿Qué estaba sucediendo?

–Darío, no sé qué... –golpes bastante fuertes e insistentes. Los dos se miraron, ya un poco alarmados. Marcos se incorporó y Darío lo siguió instintivamente.

Cuando no reflexionó al seguir a su suegro, debió imaginarse que algo andaba mal con él. Nunca actuaba siguiendo impulsos, sin razonar cada uno de los pasos que estaba a punto de dar. Así que, naturalmente, la primera vez que hacía algo totalmente irreflexivo... bien, no la primera vez, pero de cualquier manera, siempre que seguía un impulso, un desastre sobrevenía.

Como este. El que tenía frente a sus ojos. Bianca lo miraba como si él fuera un fantasma. Su rostro estaba pálido y sus ojos parecían a punto de salirse de sus órbitas. ¿Qué demonios sucedía? ¡Debió imaginarse que se trataba de ella!

Subió el último tramo de escaleras. No. No era así. Estaba equivocado. No se trataba de Bianca, sino de su serena y razonable prometida.

Sus ojos no estaban bien. Lo estaban engañando. Esto, lo que sea que fuera lo que estaba viendo, no era real.

–Hola, Darío. No sabía que estabas en casa. ¿Recuerdas a Kevin Sforza, cierto?

Apretó la mandíbula y cerró el puño, lo único que pudo hacer para no gritar de pura frustración. ¿Qué estaba mal con Ciana? ¿Sabía acaso cuántas veces le había preguntado aquello? ¿Cuántas ocasiones la había encontrado con él y ella se lo había presentado?

¡Maldición, no era ningún idiota! Por supuesto que sabía lo que estaba ocurriendo. Solo no había querido verlo. Y ya no podía fingir más que no sabía. En este punto, ese instante en el que Kevin Sforza lo miraba fijamente, con determinación y un reto claro en sus ojos, sabía que el momento había llegado.

Era la hora. Debía terminar.

Un carraspeo insistente interrumpió el tenso silencio. Darío observó de reojo a Marcos Ferraz, quien tomó la palabra.

–No creo haber tenido el gusto, señor Sforza. Soy Marcos Ferraz y esta es, naturalmente, mi casa.

–Señor Ferraz, soy Kevin Sforza –pronunció con naturalidad y encanto. Nunca antes Darío había sentido un instantáneo deseo de estrangular a alguien como en ese momento–. Me gustaría disculparme si...

–Señor Sforza –interrumpió Marcos con certeza. Darío escondió una sonrisa.

–Kevin –pidió que lo llamara. Darío tuvo que esforzarse para no poner en blanco los ojos. Era un encanto hueco tan predecible el que usaba. ¿Serían así todos los Sforza? ¿Por eso tenían tanto éxito?

–Kevin –acotó Marcos mirándolo fijamente–. Siempre he querido tener negocios con la Corporación Sforza. ¿Me acompañaría a mi despacho para discutir al respecto?

Un amor así (Sforza #5.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora