Bianca tomó su celular, lo metió en su bolsa y aspiró profundamente. Debía tener valor, seguir con su vida no sería fácil pero era algo que podía hacer. ¿Cierto? Es decir, el hecho de que ya lo hubiera intentado antes no significa que no podía hacerlo ahora. Sí, podría. Esta vez...
Cerró los ojos. Soltó el aire contenido y fue bajando las escaleras, contando sus pasos y pensando una a una las razones de por qué lo que sentía no era correcto. No estaba bien. Era, bien, no real.
Atravesó el jardín y, a punto de salir, escuchó voces que no parecían de un humor particularmente positivo. Su curiosidad pudo más y se acercó. Además, no era como si pudiera salir sin pasar por ahí.
Antes de que estuvieran en su área de visión, logró identificarlos. Ciana. Y Kevin Sforza. ¿Estaban discutiendo?
Bien, eso no sería una novedad. Más de una vez, en los últimos días, había descubierto a Ciana comportándose de manera inusual. No era más la chica que podían guiar, que accedía sin chistar y que no discutía. No, esa ya no era su hermana gemela. En cierta manera, estaba orgullosa de la nueva Ciana. La Ciana que tenía frente a sí, era la Ciana que siempre supo que se escondía. Había visto tan solo atisbos de ella, hasta que llegó Kevin Sforza.
Él hacía que Ciana floreciera frente a los ojos de todos. Nadie podría negarlo. Ni siquiera Darío.
Sacudió la cabeza y avanzó un par de pasos más. Hace poco había hablado con Kevin, un encuentro fortuito que había confirmado los rumores sobre la madre de los Sforza. Estaba muy enferma y todo apuntaba a que no le quedaba mucho tiempo ya.
–Estaba de salida y los he visto –se anunció Bianca, acercándose. Kevin le dirigió una pequeña sonrisa y ella tomó sus manos, en gesto de consuelo–. Hola, Kevin.
–Hola, Bianca –sus ojos azules se clavaron en ella, agradecido de que hubiera irrumpido, al parecer–. ¿De salida?
–Sí, un estúpido compromiso –replicó, encogiendo un hombro. Lo cierto es que no quería ir, aunque si debía seguir con su vida y olvidar a Darío, debía hacer lo que fuera necesario. Cualquier medida desesperada servía–. Pero ahora que te he visto, quería hablar contigo –dijo y apretó sus manos.
–¿Sí? ¿Está todo bien? –el tono de Kevin revelaba interés y un toque de sorpresa. Estaba convencida que, aunque no lo hubieran dicho en voz alta, él sabía que solo podía tratarse de Ciana. Realmente estaba preocupada por su hermana. Necesitaba saber si Kevin también veía lo que ella. Cómo se sentía.
Además, lo de su madre seguramente lo estaba afectando. Esbozó una pequeña sonrisa.
–No lo sé, Kevin. ¿Lo está? –interrogó, sin dejar entrever nada pues Ciana aún estaba ahí.
–Podría estar mejor, supongo –curvó la comisura de su boca y suspiró, evidentemente cansado. Bianca lo entendía. Querer a alguien sin ser correspondido podía ser agotador.
–Lo estarás. Y si no, sabes que cuentas conmigo –musitó Bianca y le dio un beso de despedida en la mejilla.
–Gracias, cariño –murmuró Kevin y le besó la otra mejilla. Sus ojos parecían tener un leve brillo travieso de nuevo.
Cuando Bianca se giraba para despedirse de su hermana, notó que ella estaba mirándolos como si la hubiesen traicionado. Y, de paso, como si estuviera a punto de asesinarlos.
–¿Ciana? –dijo Bianca.
–¿Ci? –llamó Kevin.
Y Ciana salió corriendo hacia la casa. Bianca la miró perpleja. Cielos. ¿Ciana Ferraz, su siempre sensata hermana gemela, había corrido como una niña a esconderse en su habitación? Imposible.
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Un amor así (Sforza #5.5)
RomanceHistoria de Darío y Bianca. (Spin-off de la serie de los hermanos Sforza) Darío Zeffirelli lo tiene todo. Un negocio exitoso, una posición social que supone influencia económica, es miembro de una de las familias más consolidadas en Italia y está co...