Parte 12 - Labios entreabiertos

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El mensaje de Aurora fue como una bocanada de aire puro para Sara, no estaba completo, pero ella en su imaginación lo recreó a su favor, tuvo esperanza, se sintió con nuevas fuerzas para batallar, y vaya que lo haría.

Esa noche Sara estuvo feliz, con solo cinco palabras a medias, Aurora devolvió el sentido a su semana y le dio ímpetu, se sentía volar, durmió anhelando que llegara la mañana para tratar de comunicarse con Aurora o encontrársela en el edificio de sus trabajos.

Pero no fue así, una intoxicación con mariscos durante el cumpleaños de su hijo mantuvo a Aurora fuera de la oficina por tres días. Sara sentía desesperación, ya que no respondía a sus mensajes, sin siquiera con un hola.

Finalmente el viernes coincidieron en el ascensor B, ese mismo que meses atrás había sido testigo de la entrega de una de sus cartas y en el que querían devorarse.

Sara ingresó al elevador y estaba Aurora quien subía desde el sótano y esperaba por su piso.

Sara: Hola Aurora, estaba preocupada por ti, no respondiste mis mensajes y no te vi durante toda la semana, ¿Qué te ocurrió? , preguntó.

Aurora: Estuve enferma, me intoxiqué en el cumpleaños de Camilo y la pasé muy mal.

Sara: ¿Pero ya estás mejor?

Aurora: Si, afortunadamente si, mañana es el cumpleaños de mi mamá y no quisiera perdérmelo por nada.

Sara guardó silencio y no quiso informar a Aurora de su presencia en la fiesta.

Sonó el timbre del elevador y Aurora salió, no sin antes despedirse de Sara con un beso en la mejilla. La joven quedó con las ganas de preguntarle cuál era el resto del mensaje inconcluso, pero prefirió dejarlo como lo había imaginado: "Amé tus líneas, te imaginé desnuda encima de mí y así te quiero para siempre", así fue como lo completó.

Ambas trabajaron y así transcurrió el día. Llegaron a sus casas y preparaban una mochila con ropa de playa, Sara estaba feliz por su panorama, pero Aurora no tenía idea de cuán trascendental sería ese sábado para su sexualidad.

Llegó el tan ansiado día y sonó la bocina de la camioneta de Rafael frente al edificio de Sara. Ella salió con un morral, short de jean, zapatos converse color turquesa, una franela blanca con un arcoíris en el pecho y el cabello suelto como cintillo un pañuelo blanco. Rafael pensó en lo hermosa que se veía mientras caminaba hacia el auto. Se subió. Se saludaron y partieron.

Recorrieron durante dos horas y llegaron al lugar, era una hermosa casa de madera, con bosca para calentar el invierno, se sentía el olor a familia, era espaciosa, tenía un balcón a la altura de arena que permitía apreciar el maravilloso océano pacífico. La sala de la casa estaba decorada con un sofá que te invitaba a relajarse.

Rafael: Hola mamá, papá, ella es Sara Montiel, una amiga.

Los padres de Rafael y Aurora eran amorosos, bendijeron a su hijo y saludaron amablemente a Sara, a quien le dieron la bienvenida a su casa.

Rafael, inmediatamente preguntó por su hermana y los padres le dijeron que estaba por llegar, que iría con sus hijos Camilo y Raquel. Entraron y se pusieron cómodos. Una hora después llegó la otra parte de la familia.

Aurora: Mami, papi, llegamos.

Los jóvenes ingresaron a la casa y saludaron con ternura a sus abuelos, Sara salía de la cocina cuando vio entrar a Aurora. Sara le sonrió y la saludó desde lejos levantando la mano, mientras que Aurora se quedó estática, estaba confundida pero agradada por su presencia en el lugar.

Rafael comenzó a servir tragos e invitó a todos a brindar con el cumpleaños de su madre. Pronto llegarían los demás invitados.

La fiesta fue monumental, Aurora y Sara llevaban vestidos floreados playeros, parecía que se habían puesto de acuerdo, estaban realmente deslumbrantes. Se miraban a lo lejos, eran incapaces de tocarse y hablar, era un riesgo que Aurora no quería correr, pero la veía y salivaba, era exquisito para ella verla reír a carcajadas a lo lejos y que luego volteara y la descubriera mirándola.

Aurora tuvo que buscar algo en la cocina y Sara la siguió.

Sara: Estás realmente hermosa Aurora, tu eres mi pensamiento diario, quisiera una oportunidad, le dijo con voz melancólica.

Aurora la miró con amor, quería abalanzarse sobre ella, pero no lo hizo, realmente fue Sara quien se le acercó y respiró su olor; ambas tenían los labios entreabiertos, inhalaban y exhalaban sus alientos suavemente pero no alcanzaban a besarse; con la punta de los dedos Sara rozó el brazo derecho de Aurora mientras que esta hacía lo propio en la mejilla, con los ojos cerrados estaban sintiéndose, cuando escucharon pasos, alguien venía.

Se separaron abruptamente con el corazón acelerado, simularon estar buscando las botellas de champaña con la que harían el brindis oficial por el cumpleaños 67 de la señora. Aurora las encontró y salió rápidamente.

Sara se quedó conversando con Fernando y se lamentaba el no haber aprovechado una oportunidad que se le presentó en bandeja de plata, pero no se dio por vencida, a las 4 de la mañana propició lo que por meses esperaban ambas, y Aurora, a falta de cartas, decidió escribirle a través del teléfono cómo se sintió.

Aún con el corazón retumbándole se dispuso a escribir a la mujer que estaba durmiendo en la habitación de al lado.

"Sara, sé que dije que no te escribiría más, pero es necesario. Te sentí, tu cuerpo transpiraba, segregaba vapor, fundirme en ti de esa forma no tuvo ni tendrá un símil, nada se compara a lo que me hiciste sentir. Una cosa es lo que siempre te dije en cartas y otra haberlo vivido, de pronto hasta me maree, perdí el aliento, tu saliva estaba caliente y perfecta, sentí todas las cartas en ese beso, nunca me habían besado con tanta vehemencia y alevosía, siento que eres mi primer y mejor beso de mi vida, sentí tus manos en mi cabello, sentí tu pulso, las piernas me fallaron, de no ser por tu brazo fijo en mi cintura hubiese caído al piso. Todavía recuerdo y repaso en mi cabeza cómo pasó, el que hayas tenido la gallardía para caminar hacia la cocina de mis padres, abrazarme por espalda, voltearme hacia ti y posar tus labios sobre los míos como si estuvieras colonizándolos me ha dejado perpleja, eres el riesgo hecho mujer por hacer eso con toda mi familia en la sala. Gracias te doy gracias por no dejarme ir sin un beso, puedo decir que nuestra historia tuvo algo que recordar y definitivamente eso no lo olvidaré, tengo emociones y sentimientos encontrados, pero Sara, mi decisión está tomada y no la cambiará por lo que pasó, me encantó, sin embargo, debo decir que tu esfuerzo y riesgo, a pesar de divino, no dará resultados, conviértete en mi cuñada y serás parte de mi familia, pero no entrarás a ella de mi mano, asimila eso, cambia el sentido y sé feliz.

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