Parte 35 - Embriaguémonos

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La lucha de Aurora había dado resultado, cuando creía que ya lo había perdido todo, jugó la que creía era su última carta, no contaba con una respuesta tan satisfactoria como la de Sara; la sorprendió y también le dio un gran aprendizaje. Pensó en los millones de amantes, los enamorados tímidos, los conformistas, los temerosos, pensó en todos aquellos que habían dejado de lado la pelea por su amor y sintió pena, quería en ese momento convencer a cada uno de ellos de que perseguir sus sueños tangibles o intangibles, batallar por sus personas favoritas o luchar por una experiencia más era la mejor dirección, valdría la pena; a muchos no les hubiese resultado, pero habría más de uno feliz por solo haberlo intentado, y otros pletóricos de ver cada mañana la cara del producto de su lucha.

Pidió a Sara reunirse cuanto antes, tenían mucho de qué conversar, no tenía interés sexual en ese momento, solo quería escucharla hablar, ver sus gestos, sentir la piel de sus huesudas manos, su cabello resortijado en sus dedos, apreciar las perlas de su boca; amarla con la mirada, admirarla.

Por la brevedad de la situación y las circunstancias del momento ambas debían volver al trabajo, pero acordaron verse al salir, Aurora estaría esperándole en su auto justo a las 6 de la tarde. Era el momento de ponerse al día.

Aurora volvió al restaurante y se incorporó al diálogo con Fausta, estaba excitada por lo que acababa de pasar, no dejaba de sonreír, se le notó el cambio de ánimo, de humor, de postura, de semblante, de vida, que acabada de tener; al contrario de Fausta, quien a pesar de nunca haber tenido una oportunidad clara, se le desvaneció hasta la ínfima esperanza. La mujer que había hecho reír durante ese almuerzo, ya no sonreía con ni por ella.

Fausta: Ya se solucionó tu situación, le afirmó.

Aurora le respondió con una enorme sonrisa.

Aurora: Si, luego de tanto, lo logré, hice que Sara me escuchara y me comprendiera.

Instantáneamente Aurora percibió tristeza en Fausta, estaba desinflada, sin esperanza.

Aurora: Fausta, lo siento, sé cuáles eran tus intenciones, pero siempre te fui clara, sabes de mi amor por Sara, sabes todo lo que he sufrido, y finalmente siento que la estoy recuperando.

Fausta: Lo sé, lo entiendo, y me encantaría que alguien luchara así por mí, verlas a través de la ventana me hizo entender que son una para la otra, ese abrazo me demostró que tienes una sola dueña, la cara de ambas era de regocijo, realmente se extrañaban, por mi parte, no me queda más que ser tu amiga, no podré ser nada más. Estoy feliz por las dos. Imagino que van a hablar y a ponerse al día.

Aurora: Si, hoy mismo nos encontraremos para conversar.

Fausta: Entonces no me queda más que apartarme, y cuando necesites una amiga, aquí estaré yo.

Aurora: Muchas gracias Fausta, por ser tan comprensiva y buena persona, escuchaste mis historias y eso vale mucho para mí, muchas gracias.

Fausta pidió la cuenta y pagó el almuerzo. Volvieron al trabajo.

En la tarde ese mismo día, Aurora había salido una hora antes que Sara, lo que le dio tiempo para arreglar el nuevo cortejo que con el que comenzaría a pretender a la pelirroja.

Sara en el periódico, ponía punto final a su nota del día. El encuentro con Aurora le había inyectado verbo, creatividad y hasta en su redacción se apreciaba. No dejaba de ver el reloj, su cita con Aurora la emocionaba, ya había llegado el momento.

Bajó por el ascensor con destino al estacionamiento y allí estaba Aurora con una sonrisa, recostada de su auto, no le importaban las cámaras de seguridad, las sospechas, los comentarios y mucho menos las opiniones de quien haya entendido qué hacía allí, no le importaba que las otras personas en el edificio, dedujeran el vínculo que la ataba a Sara, porque eso era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo y estaba aprendiendo a aceptarlo con plenitud, con madurez. Aquella mujer que por muchos años había sido una heterosexual consolidada, ahora disfrutaba de gustar, amar, sentir y tocar a otra mujer; el gusto, el amor se había cambiado de físico, de sexo, y qué importaba, si lo único que importaba era su felicidad.

Sara llegó al encuentro, y fue recibida por un profundo beso de Aurora.

Aurora: No sabes cuánto te he extrañado. Qué te parece si vamos a terminar de celebrar tu cumpleaños, le dijo eufórica.

Ambas subieron al auto. Sara se encontró con un hermoso de ramo de 25 gerberas multicolores. Se sorprendió.

Sara: Gracias Aurora están hermosas, no debiste.

Aurora: Claro que si son 25 y son tus favoritas, cada una representa un año de tu vida y estoy feliz de poder compartir este momento contigo.

Aun no encendía el vehículo en el estacionamiento, y ya Aurora comenzaba a hablar, necesitaba expresar con palabras sus sinceras disculpas, el último mes había sido extenuante psicológicamente hablando y era necesario drenar, sacar desde dentro todo lo que había guardado por esos 30 días.

Aurora: Sara, cuando la culpa se te sitúa en el cuerpo es muy difícil sacarla de allí, tú me conoces y sabes lo entregada de soy, inclusive para lo negativo, los días previos a este han sido los más sombríos, y doy gracias a ti por hacerme volver a ver la luz, ha sido reconfortante desde hoy al mediodía, he llorado, te he extrañado, he soñado con tenerte cada minuto. Te recordaba y sentía incontrolables ganas de llorar, sentía esa presión en el pecho que me impedía respirar al pensar en que no volvería a estar contigo, pasé días muy oscuros y no pretendo volver a vivirlos, no contigo, no por mi culpa. El haberte dado la espalda en un momento como el que vivías, fue bajo de mi parte y no te prometeré nada ahora, lo que si haré es comenzar de nuevo, no correremos, primero aprenderemos a caminar como pareja, vamos a enamorarnos nuevamente.

Sara escuchaba atentamente a Aurora aunque estaba escéptica por todo lo sucedido, la volvió a ver desesperada y trato de calmarla.

Sara: No tengo ninguna otra intención, si te di esta oportunidad, nos la di para que ambas tuviéramos la ocasión de reivindicarnos con la otra, no puede haber un nuevo error, no podemos fallar, el hilo que nos une no aguantará un nuevo golpe; mi intención es que nos enamoremos nuevamente, no sé si vuelvan las cartas, eso será eventualmente cuando nos nazca, pero estaremos intentando en cada beso, en cada suspiro, en cada sonrisa, volver a enamorarnos, no se puede dar un nuevo paso en falso, y no estoy aquí para prometer que no lo daré, sino para demostrarlo. Ahora bien, gracias por las flores, gracias por luchar, gracias por hacerme entender todo esto, pero por favor arranca el carro y vayamos por una gran celebración de cumpleaños, después de todo no se celebran los 25 años todos los días.

Aurora sonrió y la alcanzó con un gran beso, de esos que te dice "te extrañé mucho". Temprano en la mañana le había dejado claro que no tenía interés sexual, sin embargo, el roce de sus labios, sus salivas, sus olores y pieles, le hicieron cambiar de parecer, pero se contuvo, no podía ir en contra de sus palabras de forma tan breve, de hecho, se propuso no propiciar el momento, debía ser Sara quien lo hiciera y ella definitivamente siempre estaría dispuesta.

Sara la miró y le devolvió la sonrisa después del tórrido beso y le dijo:

Sara: Los 25 se celebran con licor y besos y en ti tendré las dos, embriaguémonos.

Aurora soltó una carcajada y puso el auto en marcha, rumbo a una fiesta para dos.

                                                                                ***

¡Cuando toca, toca!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora