Aurora y Sara por fin podían compartir nuevamente. En su paseo en auto se dedicaron a cantar a todo pulmón sostenidas de las manos, no dejaron de mirarse y reírse, era la felicidad misma la que estaba tocando la puerta de ambas.
Aurora: Estoy muy feliz ahora amor, te diré cómo me siento, ahora que estamos juntas. Siento renacer, es una sensación interna que crece en el pecho, me da energía, es como si me hubiesen inyectado adrenalina; es emoción con hiperquinesia, no puedo dejar de hablar, de moverme, de tocarte, de sonreír, estoy excitada solo con verte, e insisto, no es sexual, es emocional; es felicidad por volver a poder tomar tu mano, es plenitud por tener a disponibilidad tu boca para ser besada, es saberme con mi confianza y tu aprobación de poder tocar cualquier parte de tu cuerpo sin consultar, te siento mía.
Sara la miraba y sonreía.
Sara: Pareces una niña, ¿lo sabes?
Aurora: Lo sé, estoy muy feliz y es solo por ti.
Sara: Pero hay una sola cosa que me está haciendo ruido.
A Aurora se le borró la sonrisa, se preocupó momentáneamente.
Aurora: ¿Qué pasó? ¿Qué hice ahora?
Sara: Durante este día me has dicho dos veces que no tienes interés sexual en mí.
Aurora detuvo el carro y la miró de reojo, sonrío y luego tuvo calma, su euforia desapareció.
Aurora: Sara, no hay nada en este momento que quiera más, que hacerte el amor.
Sara: Eso era lo que quería escuchar.
Se acercó y como la primera vez que Aurora la llevó a su casa, cuando Rafael tuvo su camioneta mala, llegó a rozar sus labios sutilmente con los de la gerente, pero no alcanzó a darle el beso, pero sí de hablarle:
Sara: Yo también muero por hacerte el amor, son muchas semanas sin sentir la fuerza orgásmica de mi cuerpo y me encanta decírtelo así de cerquita, estoy sintiendo tu calor, Aurora.
La gerente permanecía inmóvil, solo estaba concentrada en sentir lo que lograban cada una de las palabras de Sara, y luego de sentir las palabras, sintió una mano sudorosa ingresado por su falda. No fue muy profundo, solo la yema de los dedos alcanzaron a rozar su panty, pero fue suficiente para endurecer sus pezones y casi perder el control. Abrió los ojos miró fijamente a Sara.
Aurora: Tienes la capacidad de elevarme.
Sara: Yo tengo la capacidad de todo lo físico en ti y tú en mí, le dijo mientras movía su dedo medio y rozaba la vulva de Aurora sobre la ropa interior que ya había traspasada por su humedad.
Sara se mantuvo en ese movimiento por no más de un minuto, y al sacar la mano, tomó la de Aurora y la llevó hasta dentro de su pantalón.
Sara: Cuando te digo que tienes la capacidad de todo lo físico en mí, me refiero a esto, así estoy desde el mediodía, no sé cómo he aguantado todos estos meses, supongo que fue la rabia, quien reprimía la excitación al pensarte, pero nadie Aurora, nadie tiene esta capacidad en mí, eso quiere decir algo, que nos pertenecemos, definitivamente es así.
Aurora tragaba grueso y quiso manejar hasta el hotel más cercano, sin embargo, recordó su promesa a si misma de no ser ella quien lo propiciara.
Alguien le tocó el vidrio a Sara y ambas saltaron de sus asientos, era un fiscal de tránsito, quien les pidió que continuarán, que estaban estacionadas en un lugar prohibido.
Sara: ¿Quieres ir a mi casa?
Aurora: Pues me encantaría.
Sara: Quiero mi fiesta de cumpleaños para dos, por favor para a comprar licor, que tenemos una celebración pendiente.
Aurora: Enseguida mi general, le dijo con un ademán de saludo militar.
Condujeron a una licorería y allí se abastecieron de alcohol suficiente para una boda.
Aurora era quien se había bajado y al volver, Sara se sorprendió de la cantidad.
Sara: Creo que extralimitaste en la compra, me parece que te quieres aprovechar de mí.
Aurora sonrió y la besó.
Llegaron al edificio de Sara, cargaron con las cosas. El ascensor y el pasillo fueron testigos de esos besos desesperados, característicos de los amantes a punto de ebullición. Con dificultad, Sara logró sacar las llaves de su bolso y mientras tenía a Aurora contra la puerta besándola furtivamente, introducía la llave y logró abrir la puerta, cuando fueron interrumpidas con típico grito de ¡Sorpresa! En su cumpleaños.
El departamento de Sara estaba lleno de personas, Olivia había planificado la reunión junto con los padres de Sara, quienes estaban atónitos mirando como su hija se perdía en los labios de Aurora. Las mujeres quedaron asombradas al igual que todos los presentes, al menos una veintena de personas, algunas al tanto y otras no de su lesbianismo, sonreían. El tiempo se les paralizó por un momento y luego reaccionaron.
Sara sonrió y saludó y agradeció el gesto. Luego de una profunda respiración invitó a Aurora a pasar y la presentó a sus padres. Aurora se sentía desencajada, había sido un momento incómodo. Los deseos sexuales no podían ser cortados de una forma más abrupta. La pelirroja por su parte, llamó a Olivia hacia la habitación.
Sara: ¿Me quieres explicar que es esto Olivia?
Olivia: Es una fiesta sorpresa, le dijo mientras reía. Perdón por hacerlo, pero fue por insistencia de tus padres.
Sara: Pudiste avisarme, le dijo entre molesta y avergonzada.
Olivia: Sara, por poco pierdes la vida este año, no soy quién para quitarle esta emoción a tus papás, es verdad, no fue tu mejor forma de llegar, pero realmente no importa, tómalo como una experiencia, una anécdota y disfruta tu fiesta, celebra que tienes a tus amigos, a tus padres y a la mujer que amas en una misma sala. Da las gracias. Y lo que vaya a pasar con Aurora, termínalo esta noche, porque en honor a la verdad, de ese beso que todos vimos, brotaban las ganas, hasta a mí me dieron ganas de intervenir, le dijo mientras salía de la habitación riendo a carcajadas.
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¡Cuando toca, toca!
RomanceLa historia de dos mujeres heterosexuales que consiguen en la otra una nueva manera de amar. Una novela que refleja las vivencias de mujeres que nunca se conocieron como lesbianas pero que viven la pasión con mucha confianza a pesar de las dudas y l...