Aquella noche, Aurora sentía resquebrajarse, tenía la carta en su mano y no sabía si entregarla.
Sara por su parte, estaba ya en su departamento, sentía que estaba perdiendo las fuerzas de seguir, estaba indecisa en si darle la razón a Aurora y no buscarla más o por el contrario, demostrarle que se merecen esa oportunidad.
Se fumó varios cigarrillos mientras trataba de calmarse, se sentía tan desesperada que intentó conseguir en la web personas que hayan pasado por la misma situación, no sabía con quién hablarlo, se sentía explotar, la búsqueda fue en vano, luego de unos minutos se dio cuenta que esta situación no se resolvía mágicamente, o se evitaba o se enfrentaba.
Decidió salir a tomar aire, caminó cerca de su casa, mientras contemplaba la noche, aspiraba el cigarrillo una y otra vez, era su manera de drenar, no pudo evitar reporcharle a Aurora su actitud, pensó en que seguramente ella debía estar sufriendo tanto o más. Quiso volar y abrazarla, pero luego endureció su rostro, sintió molestia e ira contra ella por decidir por ambas.
Volvió a casa y tomó su celular, no tenía mensajes, estuvo tentada a escribirle a Aurora, pero prefirió no hacerlo, y se acostó a dormir.
Al día siguiente, Aurora evitó todo contacto con Sara, llegó más temprano de lo normal al banco, y por llegar una hora antes, pudo llevar la carta al periódico. Le dejó, metafóricamente hablando, un puñal a la periodista.
Dos horas después una mujer sollozaba en el baño del periódico, era increíble para ella leer del puño y letra de Aurora la forma como prefería estar con un hombre, esto puede ser falso, porque es seguro que me quiere, pero el que me lo haya escrito me demuestra que no le importa mi sufrimiento, pensó.
Con sus lágrimas sintió que se purificó, las secó y salió con otra actitud. Oportunamente sonó su teléfono, era Rafael.
Rafael: Hola Sara, ¿Cómo has estado?, te llamo para saludar y para hacerte una invitación a la que no podrás negarte.
Sara: Hola Rafael, te llamé con el pensamiento.
Rafael: Esas son buenas noticias para mí, lo cierto es que es el cumpleaños de mi madre y lo celebraremos en la casa de la playa en Maitencillo, te estaba llamando para invitarte, ¿será que me quieres acompañar?
Sara vio en esa invitación la posibilidad de acercarse a Aurora, sabía que se estaba convirtiendo en una acosadora de oficio, pero sentía la necesidad de hablar con ella sin que huyera como cada vez que se veía contra la espada y la pared.
Sara: Por supuesto que acepto, ¿Me imagino que estará toda tu familia?
Rafael: Pues sí, toda la familia irá, los cumpleaños de mis padres son buenísimos y familiares.
Sara: ¿Y cuándo es la fiesta?
Rafael: Dentro de tres semanas, así que no te comprometas, saldremos a las 8 de la mañana y volveremos al día siguiente.
Sara: Perfecto, cuenta conmigo.
Colgaron.
Sara aún tenía la carta nefasta de Aurora en sus manos y le volvió a dar una repasada. Nuevamente le hizo ruido el "me dejé llevar por un gusto efímero, que se esfuma cada vez que veo a un hombre hermoso y masculino a mi lado, acepta que lo nuestro no pasará, es una utopía".
Volvió al trabajo y así lo hizo por las siguientes dos semanas, en ningún momento se topó con Aurora, probablemente porque trataba de evitarla en todo momento, no daba espacios para coincidir en los ascensores y Sara permaneció tranquila.
Un día, en el estacionamiento, Sara estaba saliendo con una de sus compañeras de trabajo y vio cuando Aurora subió al auto de un hombre, sintió desfallecer, pero mantuvo la compostura, se acercó a saludar y resultó ser Fernando, su exesposo, Aurora quedó muda cuando la vio, si su cara se podía comparar con algo, era con un papel, estaba visiblemente nerviosa y pálida, sin embargo, la joven con una gran sonrisa la saludó amablemente. Fue sorprendentemente simpática con el caballero y aprovechó para entregarle un sobre arrugado a Aurora, quien lo tomó rápidamente y lo guardó en la cartera.
Sara se despidió sin más preámbulo y se fue.
Fernando no pudo dejar pasar la oportunidad de decir lo bella que era Sara, y Aurora solo asintió con la cabeza.
Tomaba con fuerza la cartera, como si tuviese en ella un gran tesoro, Fernando le hablaba y ella lo oía pero no lo escuchaba, lo único que cruzaba su mente era qué tendría esa carta, quería desaparecer a leerla, pero no podía, porque iban a comprar lo necesario para celebrar el cumpleaños de Camilo, su hijo mayor.
Cuando habían llegado a la casa, Aurora entró directamente al baño, abrió el sobre y la carta estaba notoriamente dañada, probablemente por haber sido escrita semanas antes y permanecer en una cartera esperando ser entregada.
Aurora por su parte, que 15 días antes había pedido a Sara que la dejara en paz y no la buscara, moría por verla, por sentir su aroma, y por recibir una más de las apasionadas misivas, no había pensado en otra cosa, a pesar de haberla evadido por tanto tiempo.
El escrito le funcionó como leña al fuego que aquella mujer estaba sintiendo por dentro. Se sentía feliz. Y sabía que seguramente las líneas de la periodista serían tan maravillosas como siempre. Empezó a leer:
"No olvido la carta que me enviaste, pero debo decir que hubo una incongruencia, me dices que te castigas y sacrificas al dejarme y luego me dices que no tengo importancia alguna. Debo reconocer que me duele recibir todas esas duras palabras, pero estoy segura que fue más duro para ti escribirlas. En otras circunstancias, definitivamente te obedecería fielmente, me alejaría y te pasaría por el lado para que mi delicioso perfume te invadiera, te estremeciera, pero soy más madura que eso. Entiendo tu miedo, las ganas incontrolables de pedirme perdón por esta forma tan inadecuada de actuar, de alejarme, tengo la certeza de que esa última carta la escribiste entre lágrimas y lo entiendo, sé que no estás mentalmente preparada para lo que va a pasar, porque lo nuestro va a pasar. Sé que tienes mucho que "perder" pero realmente no lo perderás, solo es cuestión de luchar por los tuyos; y entre los tuyos estoy yo. Por otra parte, debo informarte que yo no soy tan cobarde como la hermosa mujer que me trae de cabeza, esa mujer aparentemente segura, de hermosa figura, ojos penetrantes e inteligencia desbordada me está defraudando de la peor manera, me está dejando sola en este combate que debió ser de ambas. Aquí estoy con mi armadura de hierro, dispuesta a pelear en contra de este mundo de óxido por ti, porque al final de cuentas, vale la pena luchar por lo que se quiere tener, y yo quiero tenerte a ti, en mis triunfos y fracasos, en primaveras e inviernos, en mi cama, en mi vida y quizás también en mi muerte. Dicen que las lesbianas son intensas, pues si es así, me declaro una más del montón. ¡Lucharé yo sola, pero ambas ganaremos!
Al leer aquellas líneas Aurora sintió renacer, en las últimas dos semanas se había sentido vacía, y era por la ausencia de Sara en su día a día, aquella núbil de piel pecosa era la razón de su sonrisa, su esbeltez y mirada profunda era lo que le imprimía adrenalina a su aburrida cotidianidad.
Con sus palabras escritas Sara la puso a dudar. Pensó que quizás había sido demasiado drástica con ellas.
La carta la leyó más de una vez, le encantaba sentir la electricidad en todo su cuerpo una y otra vez. Será que la dejo luchar sola en todo esto o me enrumbo en esta aventura con esta pelirroja, mi pelirroja, pensó en un momento de frenesí que se apoderó de ella, pero inmediatamente volvió en sí.
Tomó el teléfono y se dispuso a escribir un mensaje, cuando llamaron fervientemente a la puerta del baño, Amé tus líneas, te imagin..., fue lo que alcanzó a colocar en el mensaje; por los nervios y susto que le causó la poca delicadeza de su hijo al tocar, Aurora envió el mensaje sin siquiera terminarlo.
Al otro lado de la ciudad, Sara estaba ansiosa y asustada ante la respuesta de Aurora. Suena el timbre de su celular y le llegó el mensaje inconcluso.
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¡Cuando toca, toca!
RomanceLa historia de dos mujeres heterosexuales que consiguen en la otra una nueva manera de amar. Una novela que refleja las vivencias de mujeres que nunca se conocieron como lesbianas pero que viven la pasión con mucha confianza a pesar de las dudas y l...