Rafael estaba desesperado pero no lo manifestara, no podía demostrar su nerviosismo, aunque por dentro estuviese muriendo de miedo. Las palabras de Aurora les retumbaban en la cabeza, sentía que sabía la verdad y no sabía cómo hacer ahora, las piernas le temblaban, sudaba frío.
Salvador: ¿Qué tienes Rafael?, te veo pálido, le preguntó mientras caminaban al estacionamiento del hospital.
Rafael: No nada, todo está bien, solo me preocupa la situación de Sara.
Salvador: Por cierto amigo, no tenía idea de la relación de Aurora y Sara, ¿cómo te sientes con eso?
Rafael: Pues, me siento bien, espero que sean felices.
Rafael se sentía un hipócrita, pero no podía decir otra cosa, no podía dar indicios que él había sido el autor intelectual del ataque, eso era un delito y a los matones se les había pasado la mano, además cometió un error garrafal de enviar el mensaje a Aurora. De pronto recordó el teléfono que había comprado y se despidió bruscamente de Salvador, quien se quedó con ganas de seguir hablando de los hechos recientes.
Dentro del hospital, Aurora estaba tratando de digerir las palabras dichas por Sara, quien le aseguraba que había sido Rafael, no podía creer a su hermano capaz de semejante atrocidad.
Caminaba por el pasillo del centro médico de un punto a otro mientras se agarraba el labio inferior y pensaba. Era tonto deliberar que Rafael fuera capaz de eso. Entró a la habitación y comenzó a hablarle a Sara.
Aurora: Amor, creo que te estás precipitando a sacar conclusiones, pienso que es prematuro, además no tenemos pruebas, conozco a Rafael, es de buen corazón, no nos haría algo así. Además el responsable me escribió, eso ya es sádico no puede ser que él haya sido.
Sara la escuchaba con todo su cuerpo lastimado.
Sara: Fue el, no tengo dudas, le dijo con dificultad.
Aurora se molestó y frunció el ceño, pero no dijo nada referente a eso, solo le pidió a Sara que se tranquilizara y que tratara de dormir, que eso lo hablarían cuando se recuperara.
Tres días más tarde, Sara fue dada de alta médica y pidió ser llevada a su casa.
Aurora: Pero mi amor, cómo vamos a ir a tu casa, si yo soy quien te cuidaré, deberíamos ir a la mía.
Sara: No Aurora, quiero estar en mi casa, no quiero tener que pasar por un desplante de alguno de tu familia en este estado.
Aurora: no habrá desplantes, ya Camilo te aceptó y con Raquel hablaré pronto.
Sara: Por favor amor, llévame a mi casa, quiero recuperarme allí.
Aurora: está bien, vamos.
Suena el teléfono. Era Raquel, la hija mejor de Aurora.
Aurora: Hola hija, ¿cómo estás?
Raquel: Hola mamá, estoy bien, ¿cómo estás tú? Han pasado varios días y no sé nada de ti.
Aurora: Si mi cielo, he estado ocupada; por cierto, necesito reunirme contigo, debemos hablar.
Raquel: Si Mamá, para eso te llamaba, quisiera conversarte sobre un asunto. ¿Cuándo podremos vernos?
Aurora: Podría ser mañana mismo, en la tarde podemos salir y pasar tiempo juntas. Dios te bendiga. Y colgó.
Sara: ¿Qué harás Aurora?
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¡Cuando toca, toca!
RomanceLa historia de dos mujeres heterosexuales que consiguen en la otra una nueva manera de amar. Una novela que refleja las vivencias de mujeres que nunca se conocieron como lesbianas pero que viven la pasión con mucha confianza a pesar de las dudas y l...