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Una confección mas profunda

Día de San Valentín.

Elsa arreglo su cabello nuevamente. Seguía sin estar convencida de cómo lucía. Después de haber regresado a la cabaña Jackson le avisó que a las 8:00 la recogería un carro y la llevaría al lugar donde festejarían esa noche de San Valentín.

Eran la 7:50, y aún no podía aplacar su cabello, lo había cepillado tantas veces que se encontraba muy esponjado y no se le ocurría ninguna manera de poder peinarlo, llevaba un vestido azul muy ligero (Jackson lo había especificado así) unos zapatos de encaje blanco que combinaban con un listón enredado en la cintura. Decidió solo hacerse una pequeña coleta sencilla y salió de la casa.

Pronto un auto negro la recogió por enfrente de la choza, el viaje fue corto y cuando llegaron Elsa quedó fascinada, estaban en una playa... que sorprendentemente se encontraba sola, tal vez era privada pero ella no estaba segura. Se deshizo de sus zapatos y caminó siguiendo la ruta que las velas le marcaban, llegando así al destino: un tramo de arena cubierto con varios almohadones y cojines, vino, panes y fruta, una pequeña fogata, y la maravilla principal... luciendo solo unos pantalones blancos, viéndola de pies a cabeza con esa mirada tan característica de él.

—Jackson esto es precioso – Por un momento Jack se mostró confuso al escuchar el nombre de su hermano, pero luego recobró la compostura y recordó que todo esto era una farsa.

—¿Te gustó? –preguntó.

—Es realmente bello –soltó en un suspiro.

—Nada comparado con tu hermosura, tu belleza está opacando todo esto –Frost se puso rojo de pena, eso no estaba en el plan. Salió de su boca nada más ¿Desde cuándo elogiaba a las mujeres?

Elsa sonrió y tomó asiento sobre las almohadas.

—¿Preparaste todo esto tu solo?

—Bien... podría decir que alguien me ayudó –todo había sido idea de Jackson, también había sido pagado con dinero de Jackson, así que bueno... él era Jackson ahora, la idea había sido suya entonces.

La chica se recostó un poco y miró hacia el cielo, estaba muy oscuro y lleno de estrellas, cerró los ojos por un momento.

—¿Estás pidiendo un deseo? –le preguntó él.

—No, no hay estrellas fugases.

—¿Y solo se piden cuando hay? -Elsa asintió.- Eso es tonto, si quieres pedir un deseo, pídelo; Dios es el que los cumple... no las estrellas.

La platinada sonrió –No necesito pedirlo, Jackson. Tengo todo lo que quiero –juntó su mano con la de él- ¿Y tú?

Él lo único que deseaba era poder decirle su verdadera identidad, pero no podía.

—Elsa ¿Qué opinas de las mentiras? –dijo de repente.

—¿Y eso que tiene que ver?

—No sé. Simple curiosidad. Ayer dijiste que cuando amas a alguien, perdonas todos sus errores... ¿perdonarías una mentira?

—Depende –murmuró mientras levantaba los hombros.

—¿De qué?

—No sé, de muchas cosas. Depende de quién me mienta, y cuál sea su motivo, depende de cuánto lo ame. –hizo una mueca- ¿Podemos hablar de otra cosa?

—¿Cómo cuál?

—Cómo de que te irás en una semana...

—¿Tienes hambre?

El Impostor (Jelsa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora