EPÍLOGO

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15 años después.

—¡Mira mamá! –salta de atrás a adelante Gwendolynn señalando con su dedito a una banda de pequeños patitos que nadan en el lago. -¡Son aves!

—Se llaman patos –murmura Rapunzel inclinándose junto a su hija, acariciando sus hombros.

— ¿Y cómo hacen? –pregunta, animando a la pequeña rubia a imitar el sonido.

—Cuack, cuack, cuack –canta mientras agita sus pequeños brazos doblados imitando a unas alas.

—Muy bien –felicita su padre, Eugene, que carga a la pequeña de apenas de 3 años por arriba de sus hombros.

Elsa aun recordaba cuando Rapunzel había llegado llena de lágrimas de felicidad, sollozando y agitándose con entusiasmo, gritándole que estaba embarazada. Después de haberse casado con Eugene, hace 10 años, su mayor sueño era tener un bebé. Pero las cosas no fueron fáciles para ambos, fue difícil pero después de una larga espera Gwenn llegó a sus vidas.

—¡Iduna, ven a ver a los patos! –llama, mirando expectante a la rubia platinada que duerme en el regazo de Elsa.

—Iduna está dormida Gwen, jugará contigo más tarde –murmura Jack.

—Está bien –sonríe y como buena niña vuelve a distraerse, corriendo detrás de algunos pájaros que revolotean encima de su cabeza, Rapunzel y Eugene la siguen para evitar que se caiga.

Jack se inclina hacia atrás, cruzando los brazos detrás de su cabeza y recostándose para tomar un poco de sol. Se queda ahí por varios minutos, con los ojos cerrados y la respiración lenta, Elsa hubiera creído que estaba dormido si no fuera por las caricias que le estaba dando en su pierna.

La platinada simplemente se mantiene entretenida admirándolo, le parece como si cada vez que lo viera encontrara algo diferente en él.

La madurez le había asentado bien, sus rasgos... aunque siempre acomodados y bien pincelados se habían vuelto más duros, más varoniles. Había dejado atrás la época en donde debía mantenerse del bolsillo de su padre y su dinero.

Su mirada de pronto se dirige a su hija, a la hermosa Iduna Frost que duerme cual princesa sobre sus piernas, sólo tenía 2 años y medio y su padre ya la sobreprotegía de cualquier hombre. Era divertido ver la cara de Jack cuando Iduna iba a jugar con otros niños de su edad, se ponía tenso y celoso.

Como si tuviera miedo a que algún niñato le arrebatara a su bebé. No había sido tan cuidadoso con los gemelos, pero Elsa se imaginaba que era porque Iduna era una mujer. Jack a veces también parecía tener miedo de algo más, en ocasiones se acurrucaba a lado de su esposa y observaba con detenimiento cada parte de ella, pensando que en cualquier instante Elsa lo dejaría por su pasado engaño. Aún no comprendía que la época de la estafa ya no formaba parte de los pensamientos de su esposa, aunque ella también tenía miedo a veces.

El Impostor (Jelsa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora