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No tengo miedo

La llamada fue cortada y casi automáticamente Elsa sintió como el nudo imaginario le apretaba la garganta y la sangre desaparecía de su cara, empezó a acariciar su vientre al sentir las patadas incesables de los bebés.

—Todo está bien –arrulló en un susurro- Vamos a estar a salvo, pero tenemos que salvar a la tía Punzi, ¿sí? Los amo.

Tomó su aparato telefónico y lo depositó dentro de su bolsillo, respiró hondo y con cuidados extremos abrió la puerta, tratando de que Jackson no se diera cuenta que abandonaba el apartamento.

Mientras se encaminaba a la calle sus únicos acompañantes eran su mente, llena de confusión, pánico, miedo, tal vez tristeza también, y las patadas de sus hijos que no paraban. Las manos le temblaron cuando divisó a Rapunzel y a Tooth en una esquina.

—Suéltala –pidió con voz calmada.

—Lo haré –sonrió con malicia.- En cuanto tomes mi mano, ella será libre.

Su enemiga sostenía a la rubia contra el pecho, con el brazo torcido y... con lo que suponía Elsa, un arma contra la espalda.Tragó con dificultad, ¿qué se hace en situaciones como éstas?

—¡Elsa, no! –gritó Rapunzel al notar como la platinada estiraba su brazo hacia Tooth, pero fue silenciada con un movimiento corto pero brusco, que dejaba claro lo que ocurriría si no se mantenía callada.

La estaba amenazando con la misma pistola de aquella vez del intento de secuestro. La misma que había robado en la fiesta de cumpleaños de Elsa.

—¡No le hagas daño! –gritó y con terror sintió como Tooth jaló su brazo velozmente, atrayéndola con brusquedad al lugar que ocupaba Rapunzel, soltando a ésta al instante, ahora era Elsa quien sentía el arma en la espalda.

—Vete –ordenó en un bramido a Rapunzel, pero ella no se movió de su lugar.

—Rapunzel, por favor-rogó Elsa y sin más que poder hacer la rubia dio media vuelta hasta estar lo suficientemente alejada, hasta que Tooth no pudo notarla. Pero se mantuvo ahí, esperando... viendo a su mejor amiga tensa, escuchando indicaciones y después observando cómo ambas subían a un taxi. Después de forzar a su mente a aprenderse el número de placas, subió hasta el apartamento a pedir ayuda a Jackson, cada minuto solo rogaba para que las placas no se le olvidaran y rezaba porque su amiga estuviera bien...

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Ella empezó a jugar con los montoncitos de tierra que se encontraban por sus pies, destruyéndolos, volviéndolos a construir, intercalando el pie para patearlos, sabía que no era el mejor momento para ponerse a jugar con arena, pero ver a Tooth caminar a su alrededor solo le ponía los pelos de punta.

El taxi las había dejado en una clase de terreno baldío, no había mucho a los alrededores, árboles con pocas hojas encima, autos que, casi podía apostar, no funcionaban. Un edificio grande y viejo se cernía frente al plano valle café en donde estaban ellas, era esa clase de torre donde un director de películas quisiera grabar alguna escena de miedo, ventanas grandes, pasillos largos, telarañas por doquier.

El espacio que abarcaban ellas era como el típico lugar que rentan para alguna clase de feria de autos o cosas así, solo era un terreno grande, no sabía cuánto abarcaba y la verdad, no le interesaba ponerse en ese momento a contar las hectáreas; solo sabía que tenía miedo y que no había con que defenderse, solo arena y rocas pequeñas.

El Impostor (Jelsa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora