Hemoglobina.

Cap XXIV

Si siempre fuera tan fácil, si el dolor fuera un hilo que al cortarse, el dolor ya no aquejara, todo sería más fácil, ¿verdad? ¿Quién no quisiera una vida sin dolor?

Aquello no era posible para la morena que ya había atravesado por muchos dolores, diferentes, todos intensos y aquel batallaba por quedarse entre los primeros puestos; más de una vez pensó que si mantenía distancia con los demás, no le resultaría difícil marcharse de ningún sitio.. tal vez así fuera, pero había fallado esta vez, los sentimientos parecían incinerarla viva.
Durante las dos últimas semanas, el tiempo pareció ir demasiado a prisa por momentos, en otros se hacía eterno, se sentía sobre una montaña rusa de sensaciones y sentimientos encontrados. Había hecho las paces con Elena, puesto las cartas sobre la mesa con Popov.. Irina, una gran pelea que las mantuvo incomunicadas por diez días, la calma nunca les llegó y a pesar de que su amiga casi hermana no estaba de acuerdo con ese viaje, con la huida que sabía a que se debía, no podían estar enfrentadas, con una botella de vodka y muchas palabras, tuvieron su noche de despedida, una en la que solo estaban ellas, la botella que empinaron como alguna vez en la adolescencia, promesas, llantos, risas, aceptación, porque la familia no siempre está de acuerdo con la decisiones, pero llega un momento en que hay que respetarlas. Aquello no fue un adiós, fue un hasta pronto, porque Yulia no se alejaba de ella, tomaba un poco de distancia, una que necesitaba, pero de alguna forma siempre estaría para su hermana del alma, no dudaría en tomarse un avión en caso de que la necesitara, no dejaría de compartir con ella los cumpleaños de Tanya que aún seguía en tratamiento por la enfermedad que estaba controlada, pero no había remitido. Irina tampoco mostraría dudas si su amiga necesitara un sermón y Anton una castración, lo repitió hasta el cansancio, incluso en medio de ese abrazo de hasta pronto en el que la morena, aguantando las ganas de llorar se despidió de Irina, Lenin y Tanya; aunque nada estuviera completamente dicho, ella sabía que una nueva etapa en su vida estaba iniciando.

En el bolso de mano, la morena llevó un libro, ni siquiera lo escogió, cogió uno entre tantos, uno que la ayudara a pasar las aproximadamente tres horas de vuelo que la separaban de Hamburgo, Alemania, lo sostenía en mano, mirando la primer página, pero sus pensamientos la trasportaban a un sitio muy lejano mientras el avión comenzaba la labor de despegue un hombre, el que iba sentado en el asiento contiguo a la morena la observaba con detenimiento, como analizándola, como si intentara infiltrarse en sus pensamientos para descubrir el motivo por el que una mujer tan bella parecía desarmarse en silencio, con una aparente calma.

Lena, a las 19:02 pm de aquel domingo que parecía un domingo cualquiera, llegaba casi a la carrera al aeropuerto internacional de Moscú, sus ojos cristalinos se cerraron con dolor al divisar a Tanya junto a sus padres cuando salían del aeropuerto, no había que ser muy lista para llegar a la conclusión de que no logró estar a tiempo, Yulia había abordado el avión y ella.. tarde se lamentaba por todo lo que no había dicho, porque su rebeldía despertara tan tarde.. todo estaba perdido, ahora era más real que nunca. La impotencia y el dolor que se entremezclaban estaban haciendo lo suyo, las lágrimas escapaban de sus ojos para rodar cuesta abajo por sus mejillas ante la atenta mirada de Irina y Lenin que sabían cual era el motivo, un amor correspondido que se negaba a dejarse llevar.

I: "Lena." Musita la rubia amiga de Yulia que avanzaba hacia la mencionada mientras su hija y esposo se dirigían al aparcamiento del lugar, pues la rubia les había pedido que le den unos minutos.

La pelirroja solo pudo negar con la cabeza, sacudiéndola con vehemencia, sin saber si buscando deshacerse de sus pensamientos o negándose a aceptar que la morena ya se había marchado, pues el corazón no quería oír razones, tarde.

I: "Lena, vamos." Su voz sonaba débil, más que minutos atrás, sin poder evitar pensar en que si la pelirroja hubiera llegado unos minutos atrás, la historia sería completamente diferente.