Cap II

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Sentía que se ahogaba en ese instante, sin tener el mínimo control de su cuerpo que continuaba doblado de forma dolorosa mientras una incesante tos la aquejaba y ese nudo que se formó en su garganta no se disipaba, se estaba ahogando realmente y no le importaba porque su vida acababa de perder sentido, ya no tenía que luchar, no había nadie a quien aferrarse; podía simplemente dimitir de la vida y nadie la echaría en falta, nadie la necesitaría, mucho menos la lloraría; quizás fuera lo mejor y menos doloroso, después de todo, esta vida ya le había regalado demasiado dolor, pero ahora, ahora ya nadie dependía de ella, por nadie tenía que velar; quería dejarse vencer y que todo el sufrimiento acabara, pero no era su día o madrugada de suerte, de forma instintiva sus pulmones se llenan de aire apenas un segundo después de sentir la fuerte presión en su estómago y parte de la caja torácica, siendo su cuerpo erguido a causa de los fuertes brazos que la rodearon desde atrás logrando que su cuerpo expulsara lo que ni siquiera sabía que tenía, una enorme cantidad de flema que la estaba asfixiando; ahora su respiración estaba por demás agitada, el sudor invadió su frente, parte de la nariz y mentón, su boca estaba inundada por el entre amargo y ácido sabor que el vómito dejó, todo lo demás, era un enorme vacío que jamás podría llenar, de esa forma se sentía, absolutamente vacía en una vida sin sentido; poco le importaba el murmullo de las pocas personas que estaban en la sala de espera en ese momento, mucho menos los de los padres de su última paciente, una puntada en su corazón sintió al pensar que mientras salvaba la vida de aquella pelirroja llamada Elena Katina, la vida de su hermana se apagaba; conocía de memoria todos los protocolos del hospital de enseñanza, sabía que no podía tratar a un familiar, pero si tan solo pudiera haber sostenido su mano, implorado que no la abandonara, quizás las cosas fueran diferentes ahora; aunque no hubieran lágrimas en sus ojos, el dolor la estaba desgarrando bajo la atónita mirada del interno que hasta minutos atrás admiró su trabajo en el quirófano y ahora no comprendía muy bien lo que estaba pasando, los padres de Lena estaban desolados por la noticia, más aún por saber que la mujer que salvó la vida de su hija era Yulia Volkova, hermana de Nadia quien era novia de Lena hace más de seis meses o fue, ahora debían darle la noticia a su hija.. bueno, cuando despertara. Nikolai sostenía aún a la morena que respiraba pesadamente, sintiendo para el momento cada inhalación dolorosa, como si el oxigeno quemara desde sus fosas nasales por todo el trayecto de su sistema respiratorio hasta llegar a los pulmones; no estaba preparada para una vida, un mundo en que su hermana menor no existiera, ¿alguien estaba preparado para eso? Nunca la muerte contra quien luchaba a diario se le hizo tan dolorosa, ni cuando envolvió a sus padres entre sus brazos para alejarlos de ella de forma definitiva, cuando su padre, Oleg Volkov falleció, Yulia de ahora 29 años, solo tenía 18 y una hermana de 13 años por quien veló durante todo ese tiempo, era su única familia y ahora también la abandonó, definitivamente, algo debía estar mal con ella para que su familia, las personas a la que más amaba la abandonaran. Estaba completamente ida, caminando por los pasillos del hospital de forma mecánica siendo su cintura rodeada por el brazo de Nikolai Popov, los rumores por el hospital no tardaron en propagarse como el fuego a través de una montaña de papeles empapados en alcohol, quizás en combustible, por lo que el cuchicheo era una constante mientras avanzaba con Nikolai, pero ella estaba completamente ausente, ajena a la realidad, buscando en su agobiada cabeza alguna alternativa para la penosa realidad que le tocaba vivir.

Cuando volvió a realidad fue a causa de la inhalación de una gran cantidad de alcohol que embebía la bola de algodón que Nikolai sostenía cerca de sus fosas nasales, un nuevo ardor que intentó disipar frotándose abruptamente la nariz, sintiéndose desconcertada al hallarse en el despacho del jefe, sentada en la cómoda silla de oficina que no le brindaba el más mínimo confort; Nikolai la miraba con preocupación y una ligera descarga de alivio a través de un suspiro por haber logrado sacarla de su estado de shock, con pasos lentos se aleja de ella para desechar el algodón y servir agua en un vaso descartable que segundos después deja sobre el amplio escritorio a tiempo que se sienta en la silla frente a Yulia, siendo separados sus cuerpos por el escritorio de madera.

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