—¿Por qué seguías en el estadio? El partido terminó hace bastante —señala colgando su cilíndrico bolso deportivo al hombro y metiendo sus manos en los bolsillos de sus jeans.
Tras haber aceptado caminar de regreso con él me pidió que lo esperara unos cinco minutos para que pudiera deshacerse de su uniforme y tomar una rápida ducha en los vestidores. Lo hizo en tiempo récord, en menos de lo que dura una canción de Miley Cyrus. ¿Y yo? Esperé en el campo jugando al Minecraft desde mi Samsung.
—Mi hermano juego al fútbol americano —explico mientras deambulamos a lo largo de las calles de Owecirty bajo la luz de los faroles y siendo acompañados por un paisaje de rascacielos e interminables edificios que resaltan en colores a lo lejos. —Y hace un par de años le pregunté cuál era su momento favorito de un partido. En mi cabeza imaginaba que era el principio de uno, cuando estás ansioso, frenético y sientes que puedes vencerlo todo. También contemplé la posibilidad de que dijera que la mejor parte de un juego era ese segundo en el que estabas por anotar, cuando sientes que estás tan cerca de alcanzar algo que crees que pronto será completamente tuyo. Obviamente que también creí que iba a decir que lo mejor era anotar, sentirte satisfecho y pleno, invencible —sigo contando haciendo demasiados gestos con las manos, los cuales él observa con un brillo de diversión en sus ojos—. Me esperaba que dijera muchas cosas, pero no que su parte favorita de un partido era cuando en realidad terminaba. —Río al recordar mi expresión de desconcierto total en cuanto lo oí.
Malcom dijo que lucía como alguien que tenía un examen sorpresa de biología molecular y ni siquiera sabía lo que era el ácido desoxirribonucleico.
—Es mi parte favorita también —confiesa con esa voz profunda y atrayente que posee. ¿Sabrá cantar? Estoy segura que le pasaría el trapo hasta a Shawn Mendes y a Ed Sheeran si lo hiciera. Sin duda alguna también intercambiaría una canción de Taylor Swift por una suya mientras estoy en la ducha si pudiera—. Hay algo melancólico y reparador en el campo tras en un juego, en el escenario tras una obra, en una galería de arte tras la muestra. Es como si todo lo que sentiste estando ahí y todo lo que los demás sintieron se quedara allí en cierto aspecto, se arraigara al lugar.
—Los lugares almacenan recuerdos. —Eso fue con exactitud lo que dijo Malcom.
—Y puedes revivirlos una y otra vez regresando al mismo lugar —añade mientras nos detenemos ante un semáforo y los autos y sus refulgentes faros pasan a gran velocidad, jugando con sus facciones y las sombras del lugar—. A veces nosotros no bastamos, necesitamos algo o a alguien que nos ayude a recordar. El estadio vacío tras un partido es eso, la ayuda que necesitamos para hacerlo.
—¿Sabes cuál es mi parte favorita de un juego? Ese mágico momento en el que consigo un hotdog. —Él cierra los ojos y niega con la cabeza con cierta diversión mientras se muerde el labio inferior. Contemplo la posibilidad de sacar mi teléfono y sacarle una fotografía, pero eso podría detonar una alarma y posiblemente yo terminaría con una orden de restricción por acoso—. En fin, creo que tú y mi hermano tienen algo en común.
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Extra point
Teen FictionSegundo libro de la serie #GoodBoys. En físico gracias a Nova Casa Editorial (este es un borrador). Enigmático, mínimamente insolente, juicioso, perspicaz, incorregiblemente malhumorado e increíblemente apuesto. Una pesadilla en el campo y una estre...