C28: Oxígeno.

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—Blake —llamo, acercándome intrigada—

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—Blake —llamo, acercándome intrigada—. ¿Qué está ocurrien...? —Ni siquiera soy capaz de terminar la frase antes de que comience a caminar con rapidez, directo a la salida—. ¡Blake, espera un segundo! —Me apresuro a alcanzarlo pero él no parece haberme oído. Sus pasos se vuelven más veloces, tanto como su respiración. Saboreo el gusto acerbo de un mal presentimiento en el paladar y comienzo a preocuparme—. ¡Hensley, háblame! —espeto tirando de su brazo e interponiéndome en su camino. Sus ojos, habitualmente del color de un cielo despejado, parecen ser el escenario de una tormenta en cuanto me mira—. Detente un segundo y habla conmigo —repito, con el corazón comenzando a inquietarse dentro de mi pecho—. Puedo ayudar —añado en un susurro.

Levanto la barbilla para sostenerle la mirada. Sus hombros caen con pesadez y su pecho se agita de arriba a abajo mientras entierra una mano en su cabello, tirando de la hebras. Sin embargo, ninguno de sus movimientos nerviosos logra transmitir el temor y la turbación que se vislumbra en su mirar.

Abre la boca dispuesto a hablar, a decir lo que sea que ha alterado cada célula de su cuerpo, pero ninguna palabra se vuelca en el aire. Noto que sus ojos se dirigen a las puertas a mis espaldas, y que al mismo tiempo su respiración se termina de descontrolar.
Mi corazón se contrae al observarlo. Su reacción se asemeja a uno de mis ataques de pánico: la forma en que el desasosiego lo envuelve, la manera en que sus manos se vuelven puños en el intento de sobrellevar la desbordante cantidad de pavor que juega con sus pensamientos, e incluso la manera en que le tiembla el labio inferior, el cual muerde para que no me percate de cuánto le está afectando lo que sea que le dijeron por teléfono.

—Blake —llamo sabiendo de antemano que si no se controla terminará por estallar externa o internamente—. Respira —ordeno por lo bajo, pero sus ojos permanecen fijos en las puertas dobles. Tomo su rostro entre mis manos y lo obligo a mirarme—. He dicho que respires, Hensley —añado, frunciendo el ceño—. No es tan difícil: inhala oxígeno y exhala dióxido de carbono, vamos.

Sus ojos se anclan en los míos y pestañea mientras inspira con lentitud. Mis dedos titubean en sus mejillas en cuanto su pecho roza con el mío, haciéndome percatar de lo cerca que estamos el uno del otro. Y así, cada vez que inhala, siento su corazón rozar con el mío; no importa lo que haya entre ambos, la realidad es que parecen estar latiendo tan fuerte como para ser capaces de tocarse a pesar de las murallas de tela, carne y hueso.

—Es Kassian —murmura tan bajo que me cuesta oírlo—. Él siempre camina de casa a la escuela. —Traga con fuerza, como si las palabras dichas le hubieran dejado un sabor agrio en la boca. Sigo el movimiento de su nuez de Adán y espero a que continúe, impotente por oír tal aflicción filtrándose a través de su voz y no ser capaz de calmarlo—: Pero hoy no llegó a clases.

Mis manos dejan su rostro e internamente reconozco que extraño el tacto de su piel contra la mía. Sin embargo, no puedo tocarlo siendo consciente de que probablemente Kassian no llegó a la escuela por mi culpa.

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