C50: Serendipia.

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No hay nada más fascinante que ver y sentir manifestarse en el cuerpo lo que provocan los sentimientos más gratos, excepto por lo siguiente: sentir y ser plenamente consciente de lo que se siente

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No hay nada más fascinante que ver y sentir manifestarse en el cuerpo lo que provocan los sentimientos más gratos, excepto por lo siguiente: sentir y ser plenamente consciente de lo que se siente.

Es algo rebuscado de explicar.

Todos nos hemos emocionado, hemos reído, sonreído, tocado o simplemente hemos visto u oído algo que nos estremece de una de las mejores maneras.

Sin embargo, no hay nada más satisfactorio, increíble y significativo que dejar que la rise cese, mirar a la persona que te ha hecho reír y pensar en lo genial e irremplazable que es. Percibir cómo el corazón se acelera al cargar por primera vez a un hijo siendo consciente de lo extraordinario e inexplicable que es esa nueva vida o derramar lágrimas por alguien que te hace ver lo especial que eres mientras piensas qué harías sin dicha persona, entre otros ejemplos.

Ser capaces de sentir es maravilloso, pero ser capaz de pensar por qué sentimos lo que sentimos y tener la posibilidad de apreciarlo es sencillamente indescriptible.

Blake no me responde, sino que en su lugar ahueca mis mejillas y estampa sus labios contra los míos.

Es un beso que carga con pasión y necesidad, con el objetivo de dejar su huella en mí y hacerme saber todo lo que siente mediante el suave pero indiscutiblemente firme roce de sus labios con los míos.

Me tambaleo un poco ante la acción y otro poco por mi reacción. El bote se mece peligrosamente en cuanto mis manos tiran de su camiseta antes de transformarse en puños y arrugar la tela entre mis dedos.

Un escalofrío me recorre cada centímetro del cuerpo. Mi corazón se lanza a la carrera por romper su propio récord de velocidad, me cuenta respirar y soy el eje de una explosión de sensanciones cuyos destrozos costará reparar.

Le correspondo el beso con la misma intensidad, dejando que su esencia me envuelva por completo mientras su boca y la mía se presionan, separan, rozan y vuelven a presionarse una junto a la otra otra vez. El baile en que se ven inmersas es vehemente, y por alguna razón siento una opresión en el pecho.

Seguida por una liberación.

Sus manos dejan mis mejillas y me envuelve en un fuerte abrazo, tirando de mi cuerpo hasta que estamos ambos de rodillas sobre las mantas y almohadones.

Siento mis lágrimas quemar de la mejor manera tras mis párpados cerrados: me siento bien después de mucho tiempo, y tanto los sentimientos buenos como los malos que me han hecho compañía durante el último tiempo me estrechan tan fuertemente como el muchacho de lindos globos oculares lo hace.

Nos separamos por aire, ligeramente agitados por el beso. Sus ojos de aquel pálido color celeste rutilan incluso de una forma más cautivante en que lo hacen las estrellas que yacen a lo lejos en las alturas. Veo allí algo que me cuesta poner en palabras, algo que me arrebata el aliento de forma lenta y completamente alucinante.

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