Capítulo 6

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El lugar era precioso,  estaba arreglado tal y como su padre había indicado. Todo con el mayor precio posible: luces, pasteles, arreglos, flores. Las cámaras y prensa de todo tipo habían asistido a los preámbulos de la boda, todo sería perfecto. En uno de los programas de televisión que Julie más odiaba, estaban transmitiéndolo todo. Observó a los invitados llegar.

Apagó la televisión.


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Max observó la mansión, le traía tantos recuerdos, se le venía a la mente la primera vez que la había visto, la vez en la que la había secuestrado. Observó su balcón y se percató que la luz estaba encendida, indicaba que ella estaba ahí.


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Su padre le había dicho que la limusina llegaría por ella en menos de quince minutos. Estaba lista, completamente cambiada y maquillada. Tenía una trenza Espiga que le daba hasta la curva que había en su espalda, el vestido era pequeño y no tan elegante como todo lo demás, al menos eso lo había podido escoger ella, cuando alguien entró a su habitación.

- Todo está listo. – dijo el coordinador. – La prensa está en el lugar desde las 7:30, la limusina vendrá por ti a los 8:00 y llegarás a las 8:15. Haces la entrada, la que practicamos ¿vale? Y entras al. . .

No quería esto. Que pesadilla, mierda.

- ¿Me has oído? – le preguntó.


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Y subió por el mismo árbol de hace más de un año. Llegando al mismo balcón por donde había entrado. El balcón del padre de Julie, abrió las cortinas suavemente para poder entrar.


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- Si. – contestó ella, y se volteó sin darle importancia. El coordinador apuntó un par de cosas más y salió de la habitación.

Julie se quedó callada mirándose al espejo. ¿Cuándo es que había pasado todo esto?


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Un hombre calvo y de más de cuarenta salió de la habitación de Julie. Max se escondió en la oscuridad, esperó a que bajara y él siguió avanzando, buscándola. Recordando tal vez la primera vez que se había enamorado de ella, desde el primer segundo, al oír su voz por el teléfono, le había gustado, toda ella


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No se podía creer que de pronto estaba a punto de casarse, de ser otra, de compartir su vida con alguien que no quería, de pasar el resto de su vida con él, de dejar de ser libre, de tener una vida formal y estúpida que acabaría por convertirla en una anciana de setenta años llena de joyas y sin nada que contar.

Se vio al espejo de nuevo. ¿Por qué lo había permitido? ¿Por qué coño había dejado a Max? ¿Por qué? Si él era el único que la hacía feliz, sin con él los defectos no importaban, sin con él no le importaba ser ella misma, con errores, sin errores, con tonterías, solo ser ella. Entonces cerró los ojos, no podía llorar o el maquillaje se le correría. Tocó su cabello, envuelto en aquella trenza y desesperada se la quitó. Desenvolviéndola con dureza, su cabello quedó suelto y ondeado, se miró de nuevo al espejo, agarró un pequeño pañuelo que se encontraba tendido sobre su cama, lo tomó y se lo pasó por el rostro, quitándose el maquillaje, quedando natural. Se quitó la cadena de oro con fuerza, y los aretes de perla los dejó caer al suelo. Los tacones blancos desparecieron de sus pies y quiso llorar, esta vez ya podía.

Abrió las cortinas de su habitación y se adentró a su pequeño balcón, subió a un pequeño muro, sintiéndose más grande y observó a los carros bajo ella, a las personas comunes, pero que a diferencia de ella algunos si podían ser felices. Subió a un escalón más arriba del muro, sentía el aire su rostro. ¿Por qué no podía sentirse así siempre? tal vez a partir de ahora lo haría, soltó sus manos de las barandas, sus pies eran lo único que sostenían las riendas de su vida ahora. Aquella que ella quería perder, se balanceó y de verdad que no le importaba nada, no tenía razón para nada.

O tal vez si la tenía, y esa razón estaba justo detrás de ella.

-¿Qué haces? – susurró él, tomándola de la cintura por detrás, con todas sus fuerzas.

Julie abrió los ojos, los brazos de un hombre la abrazan desde atrás, sin permitirle caer, reconocía esa voz a donde quiera que fuera, así que respiró hondo y volteó su rostro hacia atrás.

- Max. . .

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