Capítulo 32

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Max intentó ponerse de pie de inmediato, Julie lo jaló de las manos antes de que este pudiera irse. Lo miró, ardía en ira. Lo único que deseaba en ese momento era encontrar a esos dos hombres que habían adormecido a su novia. Nadie en el mundo jugaba con ella de esa manera, y si esos dos hijos de puta no se habían enterado, pronto lo harían.


- ¡Max! – lo llamó ella. Él la miró. - ¡Por favor! Me has prometido que no harías nada- le dijo desesperada. Hizo que volviera a acostarse sobre ella.

- No te he prometido nada. – le dijo él. Sus músculos se tensaron, al igual que su mandíbula, era otro, era el antiguo Max. Aquel que solo despertaba cuando alguien tocaba lo más preciado que tenía. Apartó la mirada.

- Mírame. . . por favor - Julie le acarició el rostro. – Por favor, te necesito, quiero que estés conmigo.

- Mira cómo estás. . . - susurró él. A punto de salirse de control de nuevo. – Mierda, te conozco Julie, tienes miedo. . .

- Estoy bien, mi amor. – lo besó en la boca. – Estoy bien, no me ha pasado nada.

- Suéltame. – ahora fue él quien le rogó que lo hiciera.

- ¿Para qué? ¿Para qué vayas y armes un lío por todo esto?

- Esto no va a quedarse así.

- Olvídalo por favor - le rogó ella. Ella le abrazó la espalda, esta vez lloraba más fuerte. Ya no tenía miedo por ella, por lo que hayan intentado hacer o hayan hecho, si no por él, porque lo conocía, porque sabía que podía ser muy peligroso cuando se lo proponía.

- Perdóname – susurró Max– Quiero que lo olvides ¿sí? nadie. . .nadie va a volver a hacerte esto jamás.

- Prométeme que no harás nada.

- Amor. . . – protestó él.

- Por favor, por mí.

Él se quedó callado, lo único que buscaba en ese momento era que ella se durmiera sobre sus brazos, que lo olvidara todo. Él no tenía nada que perdonarle, simplemente las cosas se habían complicado más y más cada vez.

- Te amo. – susurró. – y estoy aquí para protegerte. – apretó los pómulos.

Julie respiró en su cuello. Sintió que esta vez estaba más tranquila, necesitaba sentirla así como antes, aunque sabía que no lograría tan fácilmente, y aunque lo hiciera, él no se olvidaría de lo que habían hecho con su novia.

¿Querían jugar? Ahora se enterarían como se debía jugar.

- ¿Sabes? – murmuró Julie. Una voz pequeña que sobresalió de ambos cuerpos.– No sé por qué, pero he visto a Andrew en aquella fiesta.

¿Cómo una persona podía convertirse en lo más importante en tu vida? Una sola persona. Una, que no tiene nada de especial y diferente con las otras, a excepción de lo que piensas tú de ella. Una, que tiene muchísimo defectos. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cómo lo había hecho cambiar tanto? ¿Cómo una chica de veintitrés años, diferente a él, lo había enamorado de esa manera? Y es en ese momento donde te das cuenta que las cosas más bonitas no tienen explicación. Que solo pasan, pasan porque sí, porque deben pasar y que lo único que te queda hacer a ti es defenderla hasta el último segundo.


[ DOS DÍAS DESPUÉS ]

- ¿Estás seguro que quieres hacer esto?

- Sí. – respondió Max.

- Bien. – afirmó Ryan.

El Ford Mustang arrancó. Ryan no estaba seguro si había hecho lo correcto, pero se lo había contado todo a Max. Desde el principio hasta el final, sin perderse ni un solo detalle, cada paso, el nombre del Club donde había sido la despedida de soltera, los tipos que tenían a Julie, el tiempo, la gente, cada cosa, por más insignificante y sin importancia que parezca, se la había dicho.

El auto se detuvo, el Club estaba justo en frente de los cinco.

- "Prométeme que no harás nada" - Las palabras de Julie sobresalieron en su mente, lo conocía tanto que hasta se había atrevido a decírselo de esa forma. Era la única persona en el mundo que lo conocía tan bien. ¿Prométemelo? Él no podía prometérselo y no lo había hecho, por lo mismo, esa noche estaba ahí para arreglar algunas cuentas.

El Club estaba abierto, por lo que lo dos no tuvieron problema al entrar. Adentro era más de lo mismo, música, alcohol, mujeres, hombres, más música, bailes, besos. Los dos se abrieron paso entre las personas, mientras Ryan buscaba con la mirada a los mismos tipos que había visto hace dos noches divirtiéndose con Julie. Vio a uno de ellos, ¿Cómo iba a olvidarlo? Tenía su maldito rostro grabado en la memoria. Codeó a Max, este volteó la mirada, divisándolo también.

- Es el que está en el bar. – le indicó Ryan. Max apretó los pómulos. Lo vio. Era alto, corpulento, tenía pinta de matón. Mierda, mierda, mierda. ¡Y mil veces más de lo mismo! De solo pensar que Julie había estado en manos de uno de esos, el estómago le daba vueltas. Apretó los dientes, hace muchísimo que había aprendido a manejar su ira, en realidad Julie lo había ayudado en eso, de otra manera, ese hombre ya estaría muerto.

- Déjame hacer esto a mí solo. – le pidió Max. Ryan asintió. Conocía a su amigo, sabía que al final de la noche desearía hacer esto con sus propias manos, así que lo dejó. Agarró un cigarro de entre los bolsillos traseros de su pantalón, y tuvo que salir de aquel lugar para que lo dejaran fumar con tranquilidad.
Max endureció la mandíbula. Hace muchísimo que no se sentía el antiguo Max. El temido Max, el Max inescrupuloso y sin sentimientos. Esa misma noche quería ser ese Max de nuevo, solo por ella.

- Un Vodka simple. – ordenó. Adrián asintió con la cabeza, agarró la botella y la removió completamente, sirvió un poco en un vaso pequeño y lo hizo resbalar hasta las manos de Max.

- Listo. – le dijo. Max tomó el trago de un solo sorbo. Hizo lo mismo que Adrián, haciendo resbalar el pequeño vaso hasta las manos de este. Adrián levantó la mirada, el empujón del vaso le había dolido en la yema de los dedos. Miró a Max con actitud desmejorada, chocándose con los ojos de este, llenos de ira, de odio puro, solo eso lo hizo cagar de miedo.

- ¿Qué? – Adrián levantó los hombros. - ¿Me tienes miedo? – sonrió. Una sonrisa maliciosa. De esas que él solía poner para conseguir lo que quería.

Adrián soltó una risa ahogada.

- ¿Por qué debería?

- No, sé- le respondió Max completamente inocente. - ¿Has hecho algo malo que tienes la conciencia tan asquerosa?

- No creo que haya hecho algo malo.

- ¿No?

- No. – contestó Adrián, esta vez a la defensiva.

- Vale- Max colocó sus manos al aire, inofensivo. - ¿Te has molestado?

- ¿Qué coño quieres? – gritó Adrián. Un par de parejas que bailaban cercanamente se voltearon a mirar. Max sonrió. Esto empezaba a gustarle. – Sé quién eres. – murmuró Adrián, esta vez más cauteloso. – Todo Kingston te conoce, Williams, todos te temen. ¿A qué has venido? ¿A armar un lío conmigo?

- ¿Crees que me paso todo el tiempo peleando? Mierda, se ve que no me conoces.

- Todos saben que no sirves más que para eso.

El pulso de Max se aceleró, al igual que las ganas enormes que traía por derribarlo. Sus manos empezaron a sudar, el corazón le latía a mil, tenía la sangre en la cabeza. Pero recordó las palabras de Julie.

- ¿Quieres saber para que he venido? - le preguntó susurrándole. Adrián asintió. Temía de él como de nadie en el mundo. – He venido a romperte los huevos, imbécil. – Adrián tragó saliva. Levantó la mirada hacia Max. – A hacerte saber que nadie. . . - lo agarró de los bordes de la camisa, acercándolo más. El hombre se quedó sin respiración por unos segundos. – Nadie, ni mucho menos tú hijo de puta. . . se mete con mi novia.

SEDÚCEMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora