Capítulo 11

784 53 0
                                    

  Julie se aferró al cuerpo de Max. 


- No quiero- le susurró mirándolo. Solo así él pudo sentir cuanto lo necesitaba. Julie lo abrazó. – Por favor, sácame de aquí y no me dejes.

Max le levantó el rostro y sigilosamente le besó los labios en medio de la oscuridad. Con todo lo que había pasado entre los dos en esos minutos se habían olvidado de lo que los rodeaba de pronto. Pero ellos dos seguían ahí y había una boda, la más esperada, miles de invitados que esperaban a la protagonista de la noche, pero ¿Dónde estaba ella?

- ¡Julie! – la llamó el coordinador de nuevo detrás de la puerta.

- Necesito que confíes en mí – Max encerró el rostro de Julie en sus manos. – Todo saldrá bien mientras tú estés conmigo. – ella volvió a asentir esta vez con el corazón en la boca. Solo había una sola persona que la hacía vivir este tipo de cosas y ese era Max. Éste respiró hondo. -Ve por tu ropa- le indicó él. Ella siguió sus órdenes, fue rápido por una maleta vieja y la abrió de inmediato. Abrió los cajones, sacó un par de cosas, las metió como pudo. Cuando volteó, Max acababa de abrir la puerta de su habitación.

- Por fin ha sali. . . - el hombrecito calvo se quedó callado, observando estupefacto a Max. Entreabrió los labios y abrió los ojos como platos. - ¿Qui. . . quié. . . quién es us. . .usted? – preguntó temblando. Max se volteó para observar que Julie se encontrara ocupada con sus cosas. Entonces así él tendría tiempo para decirle un par de cositas sin importancia a tal hombre.

- Escúchame bien imbécil. – le ordenó. El calvo asintió con rapidez. – Si dices una sola palabra de todo esto - lo cargó por los bordes de su camisa, haciendo que sus pies dejaran de tocar el suelo. – Te prometo que te acordarás de mí por todo el resto de tu miserable vida. Julie cargó su maleta, saliendo rápidamente de su habitación, aún en ropa interior, descalza y con el suéter de Max puesta.

- ¿Me has oído? – le preguntó Max. El calvo asintió.

- Bájalo - le susurró Julie, acariciando sus brazos.

- Vale, vale. – lo soltó. El hombre cayó al suelo, sus lentes se resquebrajaron, haciendo que perdiera la visión e incluso la noción de todo lo que pasaba a su alrededor y cuando pudo retomar la vista y el sentido, de lo único que pudo ser testigo fue del sonido del motor de un carro y el acelerador del mismo.

Comprendió que había sido demasiado tarde. Él se la había llevado de nuevo.   

SEDÚCEMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora