Capítulo 27

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Andrew.


- Son cien dólares, cariño. – le sonrió Jennifer.

- Lo que sea, coño. – le tiró los billetes al suelo. – Pensé que cobrarías menos por ser yo.

- Ni lo sueñes. – se defendió ella, y salió de la suite de Andrew meneando las  caderas de un lado a otro. Recogió el resto de su ropa en el camino hacia la puerta. – Si necesitas algo, llámame. – él la miró despectivo mientras la rubia cerraba la puerta de aquella habitación.

Otra noche más, otra puta más y se le hacía eterno. Se le hacía eterno y apenas habían pasado unas semanas desde que Julie desapareció de nuevo, no veía la hora de volver a verla y poder cobrarle todo lo que le había hecho.

- Puta. . . - murmuró. – Que follen bien Julie. – dijo lleno de ira pura. Sacó otro Derby del bolsillo y se lo puso en la boca. – Que te den bien hasta que yo vaya por ti. – encendió su cigarrillo y aspiró el humo hasta los principios de su garganta, para luego dejarlo salir. – Disfrútalo. . .

Le dolía,  se había convertido en una maldita obsesión. Julie era como su maldita droga, era el punto que lo tenía enloquecido y disfrutaría tanto el día en el que la viera sufriendo al igual que él, horas antes de que lo dejara plantado en su propia boda. Pero sí. . . pagaría todo. Todo lo que le había hecho, le pagaría todas y cada una de las cosas que le hizo sentir ese maldito día y el momento estaba cada vez más cerca.

El celular de Andrew empezó a sonar.


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- ¿Qué te pasa? – le preguntó Emma al verla sentada sobre las pequeñas butacas de al cocina, a esas horas de la noche. Julie solo después de un par de segundos pudo reaccionar ante sus palabras.

- Nada. . . - mintió. En verdad se le había quitado el sueño. Se desató la trenza que acababa de hacerse, dejándose el cabello libre. Emma se quedó observándola, la conocía mucho como para tragarse esa mentira. Se le acercó.

- En serio, ¿qué sucede? – volvió a cuestionarle.

- Es que. . . - ella respiró hondo. Desde hoy en la mañana, con aquella pesadilla, las cosas se le habían hecho pesadas. Tenía cierto presentimiento que no le dejaba en paz. – Siento que. . . siento que algo no anda bien.


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Andrew contestó el celular.

- Buenas noches, Richard. – le saludó Andrew. El padre de Julie se aclaró la garganta. Después de todo lo que había pasado, había huido de Las Vegas hasta su residencia en Hawaii, para evitar la típica interferencia de los medios de comunicación. No quería saber nada de la prensa y sus chismes de última sobre "el nuevo secuestro de su hija". Lo peor era que algunos periódicos ya sospechaban sobre la relación que tenía ella con el mismo secuestrador.

- ¿Cómo va la búsqueda de mi hija? – le preguntó.

- Mejor que nunca. – le afirmó Andrew. Era él quién se encargaba de buscarla mientras Richard estaba de viaje.

- ¿Qué sabes?


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Emma la miró dubitativa.

- ¿Qué estás pensando?

- Hoy tuve una pesadilla.

- Vaya, pensé que habías madurado. – se burló Emma.

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