Veintiséis

3.7K 357 337
                                    

Detenidos ✖
Presente, Brooklyn.

Elsa entro corriendo a la comisaría, con Alex en brazos y el corazón bombeando le en el pecho a una velocidad inimaginable. El papá de Adrien la seguía de cerca, más enojado que asustado o preocupado.

—Buenas noches, oficial —Elsa apretó los ojos, para poder leer la placa en el pecho de la oficial —... Hopps. Vine a recoger a Jessie Frost y Adrien Agreste — dijo Elsa, con la respiración entrecortada por correr desde el estacionamiento.

La policía en la recepción la miro enmarcando una ceja, sin entender muy bien. Se aclaro la garganta y reviso la computadora en el escritorio. Tecleó algunas cosas, mientras Elsa se mordía las uñas esperando lo peor, desesperándose con el ruido del teclado.

—Claro, los chicos de la fiesta —negó la muchacha de cabello gris —. Me temo que ya hemos llamado a su padre, eso es lo que me dice el reporte.

—¿Qué? —los ojos de Elsa se abrieron de par en par, lo que faltaba, que Jack se enterará que no podía cuidar a su hija, que se le había escapado y adentrado a uno de los barrios más peligrosos de la ciudad.

—Sí —le sonrió con pena, la joven de mejillas rosadas y pequeñas pecas regadas en la nariz —, lo siento. La niña nos dio el número de su padre, dijo que era la única opción.

—Maldición —gruñó entre dientes, bajo a Alex con cuidado y él se tambaleó un poco —. Alex, haz me un favor y siéntate por allá. Yo me encargo de todo, ¿Sí?

—De acuerdo —murmuró algo adormilado —. Pero ella estará bien ¿Verdad?

—Por supuesto, cielo —le sonrió, tratado de tranquilizarlo. Aunque ni ella misma lo sabía.

Alex hizo lo pedido y tomó un lugar en la sala de espera, Gabriel llego caminado con elegancia y el gesto fruncido por la rabia. Y se acercó al mostrador, la oficial Hopps sonrió con amabilidad.

—Dígame, ¿en que puedo ayudarle?

—Agreste —pronunció con una voz gruesa y áspera que hizo temblar a la oficial tras el mostrador —. Rápido.

En un segundo la oficial comenzó a buscar en su computador, con prisa a la mirada fría del hombre frente a ella. Elsa lo miro por el rabillo del ojo, tanta prepotencia no podía ser cierta. Pero supuso que con ese carácter y tanto poder él podía imponer su presencia en cualquier parte.

—Sí, Adrien. Esta en una celda, me apena decirlo —se mordió el labio con nerviosismo —. La fianza a pagar es de quinientos dólares.

—Lo que faltaba —bufo Gabriel —. ¿Si pago ahora significa que puede salir de inmediato?

—En efecto señor —asintió con seriedad la muchacha.

—Entonces déjenme pagar la fianza de Jessie, no puedo permitir que pase la noche aquí —interrumpió Elsa acercándose al mostrador de nueva cuenta —. Su padre esta en Las Vegas, no creo que llegue hasta mañana.

La oficial Hopps la miro con pena, notaba la desesperación en la platinada y recordó que su deber era proteger y servir al necesitado. Así que estaba a punto de hacer una excepción.

—Vale, dejaré que pague la multa y que se lleve a la chica —comento seriamente, Elsa sonrió ampliamente a punto de gritar de emoción —. Pero necesito una identificación y que firme algunos documentos. Al parecer la niña se rompió el brazo al tratar de salir.

—¡Dios! —Elsa se llevó las manos a la frente, esta metida en un lío gordo, ahora si Jack la mataría —. ¿Cómo está?

—Bien, fue una fractura limpia y necesitara reposo y cuidados —dijo leyendo el expediente en la computadora, luego volvió la mirada al par de adultos y sonrió un poquito más relajada —. Pero como ve la medicina no es mi rango, soy oficial, no médico.

The Kids Donde viven las historias. Descúbrelo ahora