Treinta Y Cinco

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El presente
Causa Efecto

Un día después de la discusión.


Jack Frost no estaba bien. De pie en la sala de estar algo más le faltaba. La pieza de su rompecabezas que creyó encontrar años atrás. Recargo la frente en la repisa encima de la chimenea en donde la foto de su esposa descansaba adornada de un par de flores y luces Led. Los ojos se le inundaron al recordarla, peor aún, al recordar las palabras de Elsa.

Él había sido tan cruel con la madre de sus hijos en un pasado. Y bueno, incluso el día de su muerte. Él no estuvo ahí para salvarla, para ayudar. Porque prefería el trabajo, porque estaba tan molesto y era tan orgulloso que no quería ser él quien se disculpara. Elsa tenia razón la vida ya le había cobrado y Jack tuvo que aprender a vivir con una inmensa culpa. Una vez más Elsa Arendelle no se equivoco, no importaba la crueldad de sus palabras, porque todas eran verdad.

Jack tomo el marco rosado entre sus manos y la imagen de Aurora le sonrió. Fue su primer día de las madres y Aurora se veía preciosa; joven y extremadamente ilusionada con la vida. El peliblanco la miro y se permitió acariciarla con el dorso de su mano. Aurora fue su amiga, su esposa, la madre de sus hijos y su segundo amor. No podían culpar lo por extrañar la aun, por soñar que volviera y abrazara a sus hijos y a él. Que le dijera que todo iba estar bien, que lo amaba infinitamente por siempre y para siempre.

—Aurora —siseo el joven mirando su foto dejando que las lágrimas se resbalaran por sus pálidas mejillas como lluvia —. Te necesitamos. Yo te necesito aquí.

El amor es amor y no importa su forma o su razón mientras no lastime a nadie. Y Jack aún sentía amor por su esposa, por la idea de verla sonreír y hablar con sus hijos. Con la idea de escuchar su voz por las mañanas como una ave. Sí, el amor no se va de un día para otro eso era real. Amaba Aurora y la quería viva, porque cuando se ama quieres el bien de la otra persona. Los años no se pasan en vano, se crea un vínculo que es difícil romper.

—Ojalá pudieras volver y no por mi, sino por nuestros hijos... Tu te los mereces más que yo, eres tu quien debería vivir, estar aquí con ellos. No yo —sollozo con los ojos rojos y las lágrimas escurriendo —... Yo solo... Perdóname, perdón por las mentiras, por no estar aquí para ti cuando era necesario y por las veces que me equivoque. Lo siento, gorrión.

El corazón de Jack estaba desecho, sentía culpa y un millón de cosas más; se sentia triste y roto. Furioso y confundido... No era él. Lo de Elsa y el creer que ella y él podían tener algo más allá de recuerdos; un romance real y maduro esta vez a lo mejor pudo ser un error. No podía imponerle la presencia de sus hijos a ella. Elsa era un ser libre y él tenía tres hijos, no podía darse el lujo de olvidarse de ellos. Él era un padre de familia, ocupado y serio. Ella era toda libertad, aventuras y cosas desconocidas.

Si era honesto con él y con todos la idea de formar algo más con Elsa le había hecho una inmensa ilusión. Con la posibilidad de pronto se sintió más contento, un poco más completo y ¡vivo! Algo en él había revivido ese sentimiento de amor y entusiasmo al mismo tiempo. Pensaba mucho en ella, soñaba con ella y por un minuto creyó que todo era posible. Porque con Elsa todo parecía una oportunidad. Sin embargo la vida real es traicionera y muy pronto apago las ilusiones que habían en él. Apareciendo todos los impedimentos uno por uno.

Tenia tres hijos, ah y, ahora, un perro. Tenía un trabajo que le exigía largos viajes y por si fuera poco ya no tenía 17 años. Jack sabia que él ya no tenía el tiempo para soñar, para ilusionarse. Debía procurar a sus hijos, ver por sus sueños y ver que se cumplieran. El tiempo para él se acabo, ahora solo podía pensar en la vida de sus hijos porque la de él se había acabado y eso era un hecho.

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