Capítulo 14

4.4K 245 14
                                    

Abigail

Ayer me quedé con las ganas de tener sexo con ella, pero debo ir lento, además no era el momento ni el lugar indicado. Tengo la curiosidad de saber si ha estado con alguien sexualmente antes que yo, no quiero hacer cosas que luego me arrepienta. Después de un rato la llevé a casa. Fue muy lindo todo de regreso. Recostada sobre mi hombro mientras manejaba.

Hoy estuve todo el día acostada, no tenía apetito en absoluto, la pereza estaba muy fuerte, a cada rato bostezaba y cerraba mis ojos para volver a quedarme dormida y solo me despertaba las vibraciones de mi celular. Me levanto de mala gana dos horas antes de ir a trabajar, necesito que mi mejor amiga me conscienta y me haga el almuerzo, voy a su habitación, pero no está, entro en el baño y tampoco, alzo una ceja y marco su número para saber dónde carajos se ha metido.

-¿Stef? - Digo cuando atiende la llamada.

-¿Quién más va a hacer? -Pregunta Stef al otro lado de la línea un tanto dormida, perezosa, no sé cómo está en estos momentos-. ¿Quién más vas a tener mi celular?

-Ni idea -respondo encogiéndome hombros y camino hacia la cocina-. ¿En dónde estás?

-En casa de un amigo que me ha invitado a venir -responde moviéndose, de seguro está en la cama todavía-. ¿Te botó la niñata que llegaste el otro día a la casa y por eso me estás llamando por qué te sientes sola?

-No -respondo con un suspiro agotador-. Te dejo entonces para que te sigas divirtiendo.

Cuelgo la llamada con un poco de molestia, me preocupo por ella, más, sin embargo, ella no se preocupa por sí misma. En todo caso, está demasiado grande para saber que está bien y que está mal. No tengo hijos para llevar una cruz que no es mía. Encuentro una pizza en el microondas, lo huelo y al parecer está en buen estado, lo pongo en un plato para calentarlo y comerlo antes de irme al instituto.

Una hora y media después estoy corriendo por toda la casa buscando como loca unos tenis blancos que me encantan. Gruño de molestia al no encontrarlos. Tuve que cambiarme de nuevo para poder usar otro tipo de tenis. Entorno mis ojos al ver la hora, llegaré muy tarde al instituto si no me apresuro para saltar los atracones del medio día.

Llego una hora más tarde de mi horario habitual al instituto por lo que me dirijo rápidamente hacia el salón. Sin querer choco con Mariana, le sonrío a medio lado en forma de disculpa, pero no me detengo a hablar, mi deber llama. No me preocupo en mirar hacia atrás, sigo mi camino para poder realizar la evaluación que está pautada para hoy.

Me detengo en la puerta del salón cansada de caminar rápido, inhalo de nuevo aire para sentir un olor suave y dulce, hay varias chicas dentro y me sonríen cuando me ven de pie en la puerta. Antes de entrar miro hacia mi derecha para ver a Mariana regresar hacia su aula, dirige su mirada hacia mí sonriendo mientras se toca un mechón de su cabello ¿Cómo es posible que una chica como ella me haga perder la cabeza de esta manera?

Estoy consciente de que me gusta demasiado, hasta el extremo de hacer locuras por ella, pero debo mantener mi postura o todo se vendrá abajo por el descuido de ambas. Creo que el enamorarme de ella fue como cuando te estás quedando dormido tan levemente que de repente sientes que te vas a caer y te despiertas asustado, bueno, así me comenzó a gustar Mariana.

-¿Se encuentra bien, profesora? -Pregunta una alumna deteniéndose a mi lado, me obligo a verle y le sonrío.

-Sí, algo cansada por estar caminando tan apresuradamente -respondo con una sonrisa. Entro en el salón, les saludo con una sonrisa-. Bien, todos en equipo para que empiecen a hacer el resumen.

Todos se disponen a hacer sus equipos mientras voy haciendo unas correcciones de unos ensayos que otros chicos me han presentado. Sonrío como tonta cuando mi mente se distrae yéndose a la sonrisa de Mariana. Suspiro tomándome la cabeza entre mis manos, ¿cómo es posible que me haya fijado en mi alumna?

En Tu MenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora