Capítulo #24

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Dallon

Estos últimos días de invierno son los más fuertes, con ráfagas de viento que golpean con gran ímpetu a los árboles (y a los ineptos que se les ocurre salir en noches como estas), el cielo estaba cubierto de nubarrones negros y cada tanto se oían truenos seguidos de unos relámpagos. Pero desgraciadamente ese aguacero norteño comenzó cuando estaba a metros de la casa; no obstante, al menos llegué antes que se convierta en una tormenta.

Claro, llegué hecho una sopa. O sea, muy empapado.

—Parece que alguien olvidó llevar un paraguas —escucho a Gerard burlándose de mi, obviamente al verme completamente mojado.

—Cállate —mascullo. El pelinegro solo se echa a reír mientras me extiende una toalla.

  Subí a mi habitación para cambiarme la ropa mojada, solo espero no contraer un resfriado mañana. Luego dejé mi ropa en la secadora.

—Gerard, ¿y Kylie? —pregunto mientras bajo los escalones, en cuanto voy a la sala me encuentro a mi compañero de pie frente a la ventana, cada tanto miraba su reloj de la muñeca.

—Está en el sótano —respondió escueto, sin apartar la vista de la ventana—. ¿Donde estas? —lo oigo murmurar. Agacho la vista al saber que él está así porque Mikey aún no llega, ojalá supiera lo mucho que angustia a su hermano mayor con su adicción a las drogas.

Voy hasta el sótano, allí veo a Kylie sentada en el suelo con las piernas cruzadas, sobre ellas reposa una caja musical con una bailarina girando en el centro. Ella, al escuchar los rechinidos que provocan las suelas de mis zapatos en los escalones de madera, se sobresaltó y cerró rápidamente la tapa.

—¿Que tienes ahi? —trato de indagar, con inocente curiosidad. Ella escondió la caja tras su espalda. Me siento a su lado en el suelo, en posición de loto—. ¿Por qué no quieres enseñarme? ¿Te da vergüenza?

—No es eso... es solo que... está bien —suspira con resignación. Sacó la caja de nuevo, le dio cuerda y de inmediato se abrie la tapa, mostrando a la bailarina de porcelana—. Mi papá me la regaló cuando cumplí siete años, un año antes de morir —relató, todo el tiempo mantuvo la vista en dicha cajita—, Cada vez que quiero recordarlo a él, o a mi hermano Ömer, escucho su música.

—Kylie, ya va siendo hora de que me digas cosas sobre ti —puse mi mano en su rodilla. Ella me miró a los ojos, dos lágrimas habían salido de cada uno.

—¿Que es lo que quieres saber? —suavemente aparto su cabello de la zona quemada en su rostro, el mechón lo coloqué tras su oreja.

—Sobre esto —acaricié la cicatriz con la yema del dedo índice—. ¿Que fue lo que te pasó? —la vi inspirar hondo, me vio a los ojos un segundo antes de lamer su labio inferior y hablar.

—Fue hace tres años, yo tenía dieciséis, en aquel tiempo tenía un novio llamado Samuel, quien era el ex mejor amigo de Mikey; no me extraña que me odie tanto, él estaba enamorado de mi y yo no lo sabía —se mordió el interior de las mejillas—,  pero eso es otra historia, la relación con Samuel era tóxica, él era muy celoso y posesivo, llevábamos un año de relación y todo era bonito al principio, y Samuel también me había apoyado cuando me ocurrió lo peor que pueden hacerle a cualquier mujer —hizo una pausa porque su voz comenzó a quebrarse.

Everybody Hurts {Dallon Weekes}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora