(Foto de Annie)
-Hola mamá...
Saludó Annie, la pequeña chica de doce años, que ya no era tan pequeña como ella quisiera. La estaba observando desde el umbral de la puerta de la cocina. Isabella le dio una rápida mirada a su hija , sin dejar de cortar los vegetales, que tan ocupada la tenían.
-Annie, cariño. ¿Podrías ayudarme con el postre? Estoy tan ocupada con todo esto, estoy muy atrasada y...
-Uhm, tengo algo que decirte -Dijo Annie interrumpiéndola.
-Suéltalo, amor -Respondió Isabella, sin dejar de hacer su trabajo en la cocina.
-Mamá, es... Es algo serio. Bueno, no tan serio, depende de como lo tomes.
El miedo en las palabras de Annie, hicieron a Isabella dejar todo lo que estaba haciendo. Dejó el cuchillo y las zanahorias sobre la mesa americana de la cocina y miró a su hija con una extraña expresión en su rostro. Se acercó a pasos lentos hacia su pequeña y única hija.
-¿Q-qué pasó, Annie? -Pregunto Isabella asustada.
-Yo... Digamos que he omitido algo por algunas... Por algunas semanas. Muchas semanas.
Isabella ya no podía más con la incertidumbre de escuchar lo que Annie tenía que decir. La chica de cabello largo y castaño, jugaba nerviosa con sus dedos, rezándole a todos los Dioses del mundo para que su madre tuviera una buena reacción. Habían dos opciones, o ella se desmayaba, o comenzaba a gritarle como loca.
-Me estás asustando, cariño. Ya dime.
-Yo, uhm...
-Antonella Pelletier, ¿puedes abrir la boca, por favor? -Preguntó Isabella volviéndose loca poco a poco.
-Papá vendrá a cenar -Aquello salió de su boca tan rápido, que se sorprendió a ella misma.
Aunque pensó en un escenario horrible, lo que había salido de la boca de Annie no era menor. Christopher Pelletier estaría en su casa, luego de tantos años. Realmente no supo cómo reaccionar ante las nerviosas palabras de la pre-adolescente.
-... ¿Mamá? ¿Estás enojada?
Isabella nada dijo y aquello bastó para preocupar a Annie.
¡No debí hacerlo! ¡Sabía que era una mala idea! Pensó la morena.
La mujer de pronto, se dio cuenta que había pasado algunos segundos en silencio, mirando el suelo. Levantó la mirada y sin dudarlo mucho, negó con la cabeza, insegura. Sentía la palma de las manos heladas y húmedas, pero, ¿por qué? ¿En serio él aún le provocaba cosas? Intentó calmar el latir de su corazón y se acercó a los vegetales y seguir con su tarea, sintiendo las manos temblorosas, al igual que sus piernas.
Tomo aire e intentó lucir tranquila. No lo estaba. Quería gritar, llorar, saltar, romper una mesa.
-¿Tu padre? Creí que... Creí que estaba en Madrid. Eso decía el mail de hace unos días... ¿Estás segura?
-Yo... Planeé esto hace meses y él... Él prometió que estaría aquí. Ya sabes...
Sin mirar a su hija, Isabella se dio cuenta de que ya había pasado un rato desde que no lo veía. Años, a decir verdad. Podrían ser cuatro, o tal vez cinco. Y es que ver a Christopher era siempre un desafío, por lo que siempre se las ingeniaba para no hacerlo. Aquellos fines de semana donde él pasaba por Annie y tenían su habitual cita de padre e hija, siempre inventaba una excusa para despedir a Annie desde dentro de la casa, después de todo, ella estaba segura que Christopher no entraría. Ni de loco.
Entonces, de pronto, recibía la noticia de que Christopher estaría presente en la cena de día de acción de gracias. Una corriente de energía invadió todo su cuerpo, la cual la atribuyó al frío que se colaba por la puerta semi abierta. No, no es posible que su cuerpo estaba reaccionando de esta manera. ¡Han pasado años! Ni siquiera recuerda con exactitud su rostro. O tal vez sí. Después de todo, su mayor secreto era que siempre lo buscaba en Facebook y veía fotos de él.
Él por supuesto seguía tan apuesto a como lo recordaba; las mismas margaritas, la misma sonrisa, el mismo cabello, los mismos ojos, el mismo carisma. El mismo Christopher, el mismo padre de su hija.
Christopher.
Entonces así iba a ocurrir. Tras cinco años evitándolo con éxito, al menos verlo frente a frente, iba a tener una cálida cena familiar, celebrando el día de acción de gracias.
Sonaba extraño. Como la mayor locura de toda la vida.
¡Por Dios santo! ¡Era Christopher Pelletier! ¡Su ex novio, su primer amor! ¡Mierda, mierda, mierda!
Miró la hora en el reloj que adornaba su muñeca, seis y quince. Los invitados llegarían a las ocho y media. ¡Vería a Christopher en menos de tres horas! El pánico se instaló en su cuerpo, sus manos y piernas comenzaron a temblar notoriamente, llamando la atención de Annie.
-¿Estás bien? -Preguntó su hija preocupada.
-Sí -Respondió ella secamente.
Varios segundos pasaron, en un silencio que quemaba la piel.
-No es lo... Lo único que tienes que saber -Dijo nuevamente Annie, sacándola de sus pensamientos. Ella miró a su hija una vez más.
Annie se maldijo enormemente. ¡Ahora sí se muere! Pensó la morena.
-¿Qué más tienes que decirme, cariño?
-Papá... Papá se va a casar.
Y aquello bastó para que la corriente de energía se convirtiera en un balde de agua fría.
***
Estoy loca.
Literalmente la idea llegó a mi cabeza (hace varias semanas) y apenas tuve un tiempo libre, comencé a escribirla y aquí está.
Espero que les guste esta nueva idea, porque les juro que yo ya estoy enamorada.
¡Espero ver sus opiniones!
Un beso grannnnnde.
xoxo.- corazonesalviento
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DESPUÉS DE 12 AÑOS
Teen FictionLa mayor parte del tiempo, el amor no es perfecto, no es color rosa, no provoca mariposas en el estómago, no dura por siempre. ¿Cómo te enteras de todas estas cosas? Cuando alguien te decepciona, cuando ves tu cuento de hadas derrumbarse justo frent...