—Liam...—murmuró ella, suspirando, pellizcando el costado de él.
— ¿Mhum?— él aún mantenía sus ojos cerrados, y una media sonrisa risueña estaba recién dibujada en sus labios.
—Es hora de levantarse, cielo— le recordó ella, por séptima vez en la mañana, ya que las iba contando.
Aunque, no importara cuantas veces tuviera que recordar le aquello, su voz estaría siempre teñida de cariño.
—Cinco minutitos más…—suplicó él, otra vez, con su voz rasposa, cerrando sus ojos con fuerza por la luz que llegaba a ellos desde la ventana.
Jo contempló por unos instantes, sonriendo, sintiendo su pulso acelerado palpitar contra su mano, en la que reposaba su mentón. Suspiró, una vez más, y se recostó a su lado, pasando su brazo por su cintura, apoyando su mejilla contra la espalda de él desnuda. El calor de su cuerpo al instante hizo que el frío que había comenzado sentir al estar sentada se fuera en cuestión de segundos. Cerró sus ojos, e inhaló hondo, aspirando su aroma. Era una mezcla entre la lavanda y pino, y pensó de donde vendría cada uno. Recordó entonces el nuevo aromatizan te que él había comprado aquella semana, de pino, y amaba tener en su auto. Y el olor a lavanda era por el jabón en polvo que ella usaba para lavar la ropa de él a veces, cuando se quedaba los fines semana en su casa. Liam siempre le insistía que llevara aquella bolsa de jabón, aunque suene extraño, porque le encantaba.
Sin darse cuenta, los minutos pasaron, y ella se quedó dormida. Se volvió a despertar horas después, dos, siendo más precisos, al sentir unos labios trazar un camino de besos delicadeza por su mandíbula. Ella parpadeó varias veces, sus ojos ajustándose a la luz, mientras que estiraba su mano hacia la mesita de noche junto a la cama, en busca de sus lentes. Los tomó a tientas y se los colocó, su vista volviéndose más clara. Fue entonces cuando se encontró con unos ojos cafés mirándola atentamente, y sonriendo. Liam se encontraba sobre ella, sus manos apoyadas a los costados de su cuerpo, sin dejar caer todo su peso.
—Buenos días, cariño—la saludo, inclinándose para dejar un dulce beso en la punta de su nariz, lo que la hizo reír entre dientes.
Aún seguía algo dormida, y no sabía si estaba soñado.
—Buenos días, Liam—murmuró ella, dejando también un beso en la nariz de él, que tanto adoraba.
El castaño sonrió con ternura, empujando sus lentes, ya que se habían caído un poco.
— ¿Te he dicho lo sexy que te ves con esas gafas? —le preguntó, con un tono pícaro, guiñándole un ojo.
Ella rodó sus ojos, negando con su cabeza.
—Al único que le quedan sexys las gafas es a ti— confesó, un leve tono rosa cubriendo sus mejillas.
—Yo pareceré sexy, pero tú te ves más intelectual de lo que eres, y eso te hace el doble de sexy— contraatacó él.
—Esos son demasiados “sexis” —rio Jo, posando su mano en la mejilla de él.
— ¿Te parece, sexy? —bromeó, y sin dejarla responder, volvió a besarla.
Rozó sus labios contra los de ella con suavidad, como si estuviera probándolos, antes de comenzar a besarla. Pero de repente, ella lo empujó un poco hacia atrás y tapó su boca con su mano restante.
— ¿Qué sucede? — le preguntó él, confundido.
— ¿No tengo mal aliento?
Él se rio, negando, y encogiéndose de hombros.
—No, y me da igual—le respondió, intentando volver a besarla.
Pero ella rápidamente se escurrió por debajo de él, y corrió descalza al baño, haciéndolo bufar por haberlo dejado con ganas de besarla. Minutos después, en los que ella cepilló sus dientes, y él husmeaba por la aplicación de instagram, Jo volvió a aparecer en la habitación. Al segundo en el que oyó que la puerta volvía a abrirse, Liam alzó su mirada, para recorrerla con sus ojos de arriba abajo. Llevaba unos bóxer de él, junto con su enorme camisa a cuadros roja y negra. Apoyó su espalda contra la cabecera de la cama y abrió sus brazos hacia su novia, sonriéndole. Con el rubor aun poblando sus mejillas, ella corrió hacia ellos y se recostó a su lado. Los brazos de él la rodearon con fuerza, mientras besaba su cabello. Sin previo aviso, asomó su teléfono delante del rostro de ella, y tomó una foto sorpresa, pero perfecta. Ella estaba sonriendo, no para la cámara, sino por estar allí con él, y no tuvo tiempo de reaccionar.
— ¡Liam! —protestó, volteándose a verlo por encima de su hombro.
Él aprovechó y la besó, recuperando el beso que ella le había terminado minutos antes. Cuando luego se separaron, él tecleó algo, y subió la foto a todas las redes sociales que tenía. Jo leyó lo que había leído bajo esta, y frunció el ceño, extrañada.
— ¿”Día de nieve con ella”? —leyó en voz alta, y entonces se dio cuenta.
Abrió grandes sus ojos, se incorporó de repente, mirándolo, esperando a que él afirmara sus pensamientos, una sonrisa de oreja a oreja en sus labios. Liam asintió y ella gritó de la emoción, calzándose rápidamente con las pantuflas, corriendo hasta su abrigo que estaba en una silla allí y vistiéndoselo. Antes de salir de allí, su novio ya estaba su lado, entrelazado sus manos. Prácticamente a rastras, ella lo llevó hacia afuera, la emoción sobrellevándola a ella. Abrió la puerta, y una exclamación ahogada salió de su boca. Todo estaba tan blanco afuera. Los pequeños copos de nieve caían con lentitud, casi con sutileza, y se perdían entre los montones de nieve en la acera. Él la abrazó por la cintura a sus espaldas, dejando su barbilla en el espacio entre su cuello y hombro. La admiró, sintiendo como su sonrisa se ensanchaba cada vez más al verla tan maravillada. Tan feliz.
—Es tan…. Hermoso. Oh mi Dios, es tan hermoso—dijo ella, contemplándolo todo fascinada.
El castaño caminó unos pasos, obligándola a ella a hacer lo mismo. Se quedaron en el porche de la casa, observándolo todo. El pequeño techo no llegaba a cubrirlos, y los copos comenzaron a caer encima de ellos.
—Nos besamos bajo la lluvia, bajo fuegos artificiales, bajo el agua, sabes cual falta, ¿cierto? — susurró él en su oído.
Tomó con sus dedos el mentón de ella, y lo giró a un costado, acercando sus labios a los de ella.