II.

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Cuando quisimos darnos cuenta, ya habían pasado varias horas y la cena estaba completamente preparada. Avril seguía encerrada en su cuarto y había decidido poner a todo volumen su equipo de música. Aquel grupo que parecía estar bañando gatos o algo por el estilo se escuchaba por toda la casa y, me temía, por todo el vecindario. No sería la primera vez que alguno de nuestros vecinos nos hacía una visita pidiéndome con toda la educación posible, en algunas ocasiones, si podíamos bajar un poco el volumen.

Percy se había instalado en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá, y veía un programa en la televisión. En mi caso, había decidido decantarme por empezar a leer una vieja novela que había tenido abandonada durante un tiempo.

La puerta de la entrada se oyó y Percy me dirigió una mirada asustada.

-¡Ya estoy en casa! -la voz de mi madre resonó por todo el primer piso y Percy y yo nos dirigimos a toda prisa hacia la entrada.

Mi madre estaba parada en la entrada, dejando todo sobre el perchero. Tenía la mirada cansada y aquellas ojeras que se habían negado a desaparecer desde la muerte de papá; sin embargo, era su extrema delgadez lo que más me preocupaba.

Desde que había muerto nuestro padre, mi madre había entrado en una profunda melancolía. Había veces que no se levantaba siquiera de la cama y yo tenía que hacerme cargo de todo, ya que Avril se había negado a ayudarme.

-¡Mamá! -exclamamos mi hermano y yo a la vez.

Ella nos dirigió una mirada que nos traspasó, como si realmente no nos viera. Al poco entró tío Henry, con su habitual sonrisita engreída; le colocó a mi madre una protectora mano sobre el hombro mientras yo lo fulminaba con la mirada.

No es que odiara a ese hombre, ya que había formado parte de nuestra familia desde que nací, pero no me sentía a gusto con él desde la muerte de nuestro padre; parecía querer ocupar el lugar que mi padre había dejado. El problema es que nosotros no queríamos a tío Henry en el papel de padre.

-¡Hola, chicos! ¿Todo bien? -nos saludó tío Henry.

-He preparado la cena, mamá -me dirigí exclusivamente a mi madre, ignorando por completo a tío Henry, que esbozó una media sonrisa de indiferencia.

Mi madre parpadeó varias veces y pareció volver junto a nosotros desde donde quisiera que estuviera. Nos miró a mi hermano y a mí con un gesto de confusión; aquello era típico en ella. A veces no se enteraba de lo que le decíamos.

Sonreí para intentar tranquilizarla.

-He preparado la cena... de nuevo -repetí, con suavidad.

-Ah, sí, la cena -murmuró mi madre y se llevó una mano a la cabeza, como si le doliera-. Lamento mucho no haber llegado antes, Mina.

Me encogí de hombros y todos nos dirigimos hacia la cocina. Mi madre y tío Henry se sentaron el uno al lado del otro mientras que Percy se sentaba a mi lado; de Avril no se tenía noticia alguna, aunque su música había bajado el volumen considerablemente.

Mi hermano me ayudó a servir la cena mientras mi madre y tío Henry hablaban en susurros.

-¿Dónde está Avril? -preguntó tío Henry, mientras pinchaba algo sobre su plato.

-Estará arriba, en su cuarto -respondí secamente-. Como siempre.

Percy había clavado su vista en su plato y no decía palabra. Entonces recordé la propuesta de Caroline de asistir a la fiesta de aquellos gemelos que no conocía de nada. Quizá era una buena idea y el ir allí me ayudaba a despejarme un poco de mis problemas cotidianos.

Wolf. (Saga Wolf #1.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora