XX.

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El hecho de que le desvelara a Grace que Chase y yo nos habíamos acostado pareció hacer que se olvidara por completo de su promesa de «hacerme olvidarlo». Se acomodó en el sofá, cara a mí y con las rodillas flexionadas, como en la posición del loto. Me había vuelto a cubrir la marca, más por vergüenza de que Grace tuviera la vista clavada en ella todo el rato que por otra cosa, y me había apropiado de todas las mantas, dispuesta a recibir la reprimenda que me esperaba por parte de mi amiga. Ella conocía más datos y reglas que yo, ya que Grace desde siempre había sabido lo que sucedía en el pueblo y cuál era su función en él.

Yo, por el contrario, había vivido en la más completa ignorancia toda mi vida y me había lanzado sin dudarlo a acostarme con un chico que, posteriormente, me había destrozado el corazón. Todo muy lógico, por supuesto.

Grace hizo como si se arañara la cara y puso un gesto triste.

-¿Por qué no me lo dijiste? –se quejó-. Soy tu mejor amiga y, dentro del Código de la Mejor Amiga, entra contarse este tipo de cosas –soltó un bufido-. No me hubiera importado que me hubieras contado que estabas enamorada de Whitman, es más, lo hubiera comprendido.

Enarqué una ceja. Precisamente a ella no le hubiera podido contar nada porque sabía perfectamente que odiaba a los Doce; decirle que había empezado a salir en secreto con uno de ellos habría sido como decirle que había contraído una enfermedad incurable y que me quedaban seis meses de vida. Es decir, hubiera sido imposible.

Grace adivinó mis pensamientos porque puso los ojos en blanco y alzó las manos, en señal de rendición.

-Oh, bueno, ahora sabes por qué los odiaba tanto –se defendió-. Pero, ante todo, tú eres mi amiga: te hubiera entendido e intentado ayudar. ¡No puedo creerme que lo hayas hecho con Chase! –repitió, atónita.

Ahora fui yo quien puso los ojos en blanco.

-Aún me acuerdo cuando os dije a Caroline y a ti que Chase me había traído a casa y tú pusiste el grito en el cielo –le recordé, con cierta malicia.

-Touché –respondió Grace, con una media sonrisa-. Pero, Mina, lo primero sería tu felicidad. No podría perdonarme herirte de esa manera: si tú lo elegiste… sería por algo.

Bajé la mirada, un tanto apenada. Lo había elegido porque estaba enamorada de él; porque creí ver al verdadero Chase. Lo elegí porque me hizo creer que era diferente.

-Entonces –prosiguió Grace, dándome un par de palmaditas en la rodilla-, todo empezó aquella noche, cuando fuimos a esa fiesta, ¿verdad?

Asentí.

-Tienes que contármelo todo –insistió Grace-. Oh, cielos, ¡es increíble! Tengo que reconocer que es monísimo y que tiene que besar de maravilla…

Me sorprendió la vehemencia con la que Grace intentaba ayudarme y creía que la mejor forma era hablando de ello.

No estaba segura de que fuera a funcionar.

Comencé a relatarle lo que había sucedido desde el pasado viernes por la mañana, cuando Chase me había pasado informándome que ese sería el día, y cómo nos habíamos empapado con la fortísima tormenta que nos había pillado en el camino. Conforme lo iba relatando me daba cuenta de mi tono de voz: sonaba ilusionada y también había un timbre de añoranza. Mi amiga asentía ante mis palabras y su mirada reflejaba un brillo de comprensión; no en vano ella estaba enamorada y estaba segura de que me comprendía.

Cuando terminé de contarle todo, obviando algunos detalles, Grace esbozó una sonrisa soñadora. Su mirada me escrutó como si tuviera rayos X y pudiera leer mi mente… y mi corazón.

Wolf. (Saga Wolf #1.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora