XXV.

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Conseguí llegar hasta el cuerpo de Lay mientras Chase se deshacía del cazador de un solo golpe; el cuerpo del chico cayó pesadamente sobre el suelo y sonó un crujido que no parecía significar nada bueno. Mis manos se movieron hacia la mancha de sangre que había en su estómago. Lay temblaba, como si tuviera fiebre, y su rostro estaba contraído en un gesto de sufrimiento.

Los ojos se me empañaron mientras apretaba con más fuerza la herida, impidiendo que siguiera perdiendo sangre. El dolor de la clavícula parecía haberse amortiguado, pero jamás olvidaría la sensación que había experimentado. Se me escapó un sollozo cuando las manos se cubrieron de la sangre de Lay. Kai había afirmado que, estando bajo su forma humana, los licántropos eran más tolerantes a la plata.

No, Lay no podía morir. No iba a permitirlo.

Mi relación con Lay no había avanzado mucho, pero entendía lo que significaba para Chase: era lo mismo que Grace o Caroline para mí. No podía perder Chase a Lay. Si lo perdía… se perdería una parte de sí mismo.

La mano manchada de sangre de Lay se enroscó en mi muñeca, llamado mi atención. Chase se había arrodillado y tenía colocada una mano sobre el pecho de su amigo, tenía los ojos húmedos.

-Aguanta, por favor –le suplicó, con la voz rota-. Tienes que beber de mi sangre…

Se llevó la muñeca izquierda a la boca y se abrió una pequeña herida de la que comenzó a salir sangre. Luego situó la muñeca que se había mordido encima de la boca de Lay, cuyo cuerpo había comenzado a convulsionarse.

Incluso tenía los ojos en blanco.

Aquello no auguraba nada bueno.

La presión de su mano sobre mi muñeca se hizo más fuerte. Sus labios se movieron, pero no entendí lo que quería decirme. Chase y yo nos inclinamos a la vez para oír lo que Lay quería decirnos.

-Coged… el DVD –nos susurró-. Ahí está… la respuesta.

Chase apretó la muñeca sobre la boca de su amigo, pero Lay desvió la cabeza a propósito. Yo apenas era capaz de ver debido a las lágrimas y a Chase le temblaban los hombros.

-Tenéis que… que estar juntos –musitó Lay, con esfuerzo-. Y decidle a Betty… decidle que lo siento y que la quiero.

Su cuerpo se quedó rígido y sus ojos se desenfocaron, mirando hacia el infinito. Chase comenzó a moverlo, como si intentara despertarlo. Me separé un poco de ellos, con los ojos llenos de lágrimas y tapándome el rostro con las manos que tenía llenas de la sangre de Lay.

No había podido hacer nada.

Lay había muerto y yo no había podido hacer nada por evitarlo.

Sofoqué un sollozo mientras dejaba que Chase hundiera el rostro en el pecho de su mejor amigo mientras soltaba un agónico grito que hizo que se me pusiera el vello de punta. La marca comenzó a dolerme más que antes y tuve que encogerme sobre mí misma del dolor.

Me cegaba.

Jadeé mientras intentaba controlar las lágrimas y el dolor que sentía en todo mi cuerpo. Chase seguía junto al cadáver de Lay, inmóvil; teníamos que movernos de allí, pues éramos un blanco fácil de seguir así. Apreté los dientes para evitar soltar un nuevo grito de dolor y me puse en pie; no parecía que nadie estuviera prestándonos atención y eso era bueno, ya que nos brindaba una oportunidad para poder apartarnos de allí a un sitio cubierto. Me arrastré hasta donde estaba Chase y le toqué el brazo; fue apenas un leve golpecito, pero él se giró a una velocidad inhumana con un gruñido de aviso. Sus ojos carmesí relucían y no parecía dar señales de conocerme.

Wolf. (Saga Wolf #1.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora