XXI.

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En Blackstone, cualquier tipo de evento se convertía en motivo de celebración.  ¿Llegaba el verano? El Comité de Fiestas montaba una por todo lo alto en la plaza del pueblo; ¿se acababa el otoño y empezaba el invierno?, ¡montemos un baile en el instituto para celebrarlo!

Antes, adoraba todas las festividades que había en el pueblo porque significaba pasar tiempo con mi familia: mis padres nos llevaban a las ferias que montaban en el centro para que jugáramos en algunas casetas, donde siempre perdíamos y nunca nos tocaba nada, y montásemos en alguna atracción donde, casualmente, mi hermana siempre fingía que se mareaba para tratar de llamar la atención. Después, cuando estábamos cansados de tanto viaje, nuestros padres nos compraban manzanas de caramelo. Siempre me acordaba de nuestras caritas llenas de caramelo y con una sonrisa de satisfacción.

Sin embargo, al morir mi padre, habíamos dejado de lado ese tipo de celebraciones; el año pasado no habíamos asistido a ninguna fiesta y, aunque mis hermanos habían insistido, yo les había explicado que no era un buen momento para ir.

Y el Baile de Cambio de Estación estaba a la vuelta de la esquina.

Grace no había insistido sobre el tema y había decidido cambiar de tema, sospechando que quizá no iría.

El lunes, tras un duro período encerrada en casa debido al «castigo» que mi madre me había impuesto por ser expulsada y que yo agradecí en el fondo, me planté en el instituto, dispuesta a sobrevivir a mi «reinserción» allí. Bajé de nuevo la cabeza, intentando pasar desapercibida, pero me fue imposible.

Creí que se habrían olvidado a los dos días pero, al parecer, el rumor aún seguía circulando por el instituto y la gente no dejaba de mirarme de manera poco disimulada. Y luego estaban los murmullos: había algunos que parecían excitados de verme allí y otros se apiadaban de mí, como si Lorie tuviera pensado algo para mí.

Solté un suspiro de alivio demasiado rápido al llegar a mi clase, ya que, al verme aparecer por la puerta, todos mis compañeros prorrumpieron en aplausos y silbidos, como si fuera una heroína. Bajé la mirada y me dirigí a mi asiento, mientras algunas chicas de mi clase me daban palmaditas de ánimo en los brazos.

Dejé caer la cabeza entre los brazos y contuve un gemido. Si las semanas siguientes iban a ser así, fingiría que estaba enferma y no pondría un pie allí. De nuevo, y como se había vuelto una rutina, Grace y Caroline estaban ausentes; pero las gemelas Fisher no. Me dirigieron una sonrisa y se acercaron de nuevo a mi mesa, contoneando las caderas mientras caminaban. Aún seguía pensando que no encajaban en este pueblecito tan pequeño perdido en Virginia; era como si intentara meter un elefante dentro de un establo.

Roberta ocupó el sitio de Chase y su hermana se estiró sobre mi mesa, como una gata desperezándose. En aquella ocasión pude diferenciarlas a la primera. Algo que consideré como un pequeño logro para mi desastrosa lista.

-¡Mina! –exclamó Claudia, teatralmente-. ¡Estábamos tan preocupadas por ti! ¿Es cierto que tuviste una pelea con Lorie Ross? –aquella chica no se andaba con rodeos.

Me encogí de hombros.

-Estoy segura de que no fue para tanto –intervino Roberta, que parecía ser la hermana más responsable de las dos-. Además, no creo que a  Mina le guste hablar de ello, Claudia.

Su hermana le respondió sacándole la lengua e ignoró por completo sus palabras.

-Entonces es cierto –continuó Claudia-. Guau, ¡te has convertido en alguien bastante importante en el instituto, no se habla de otra cosa! Creo que vas a quitarles el puesto a esos chicos, los Doce –añadió, dándome un codazo juguetón.

Wolf. (Saga Wolf #1.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora