X.

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 Levantarme a la mañana siguiente y ver que Chase se había quedado profundamente durmiendo a mi lado hizo que sintiera como si estuviera en una nube. Me quedé observando cómo dormía, con curiosidad y porque parecía un niño pequeño cuando lo hacía. Se había puesto de lado, hacia mí, y tenía abrazada la almohada. Estaba adorable y no parecía en absoluto peligroso.

Me hubiera gustado continuar observándolo durmiendo, pero el sentido común se impuso y me obligó a pensar con claridad: tenía que despertarle si no quería que mi madre se enterara que había colado a un chico en mi habitación. Y que ese chico era Chase Whitman.

Deslicé mis piernas fuera de la cama y comprobé que la puerta estaba completamente cerrada. Era sábado, lo que significaba que mi familia estaría en la cama hasta tarde. Y que tenía tiempo suficiente para despertar a Chase y dejar que se fuera.

El resto del fin de semana se me iba a hacer eterno.

Me acerqué a la cama y coloqué una mano sobre el hombro de Chase. El simple contacto hizo que abriera los ojos de golpe y me mirara con refulgente brillo y misterioso carmesí.

-Te has quedado dormido –le expliqué y me sentí idiota por hacerlo ante la obviedad.

-¿Qué hora es? –gruñó él, tapándose los ojos el antebrazo.

Me incliné sobre él para poder coger mi móvil y comprobar la hora.

-Las nueve –le informé, dejando el móvil de nuevo en su sitio.

La hora pareció agitarlo porque se quitó de golpe las mantas y comenzó a buscar por mi habitación sus zapatillas de deporte y anorak, frenético. Parecía que le había dicho que se acercaba el fin del mundo.

-¡Joder! –exclamó, mientras se ponía una de ellas-. ¡Mierda!

Le pasé el anorak y le abrí la ventana.

-Te llamaré más tarde –me prometió, mientras pasaba una de sus piernas por encima de mi ventana para después lanzarse al vacío.

Ahogué un grito innecesario, ya que Chase cayó de pie, como un gato, y me dedicó un último saludo mientras echaba a correr hacia su casa. Me quedé un rato más asomada, viendo la silueta de Chase hacerse cada vez más pequeña hasta desaparecer por completo de mi visión.

Al bajar a la cocina, procurando no hacer ruido, escuché voces. Exactamente las voces de mi madre y tío Henry. Parecían bastante alterados y hablaban en alterados susurros, procurando que no se oyera nada. Me pegué a la pared y escuché, aunque sabía que estaba mal y que podía caerme un buen castigo por ello.

Pero en mi defensa diré que me pudo la curiosidad. Además, desde la misteriosa llamada que recibió mi madre ayer, estaba interesada en saber de qué nos había mantenido alejados mi madre y porque el nombre de mi padre había salido a relucir en esa misteriosa conversación.

Me asomé un poco y vi que mi madre estaba apoyada en la encimera, de brazos cruzados; Henry la imitaba, pero en la pared de enfrente. Parecía que estaban recuperando el aliento para la segunda ronda de la batalla.

Además, parecía que el ambiente estaba bastante caldeado.

-Ellos no se acercarán –dijo entonces tío Henry-. No les conviene, saben que así nos darían un motivo para dejar la tregua a un lado y poder deshacernos de esas alimañas.

Mi madre soltó un suspiro de derrota.

-El Consejo no lo aceptará, piensan que es mejor mantener las apariencias y una pelea entre nosotros, aunque ellos hayan quebrantado la tregua, provocarán que nos castiguen a ambos.

Wolf. (Saga Wolf #1.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora