IV.

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No me di cuenta de que Chase se me había quedado mirando fijamente mientras divagaba sobre el futuro de mi familia. Rápidamente me recompuse e intenté pensar en algo ingenioso que decir para poder cambiar de tema. No había hablado con nadie sobre la muerte de mi padre, sobre lo que realmente sentía de su pérdida. Además, las palabras de Chase no me ayudaban.

Apoyé las manos sobre la mesa y cogí aire. Necesitaba cambiar de tema si no quería echarme a llorar delante de él; eso era lo último que quería. Iba a ser más que humillante.

Señalé el plato, con una sonrisa, y dije:

-¿Está bueno, chef?

Chase abrió la boca para responder, pero su móvil comenzó a sonar estruendosamente. Él se apresuró a sacárselo del bolsillo del pantalón y me dirigió una mirada de disculpa mientras pasaba el dedo por la pantalla y se lo llevaba al oído.

Incluso desde donde estaba sentada, era capaz de escuchar la conversación. Si no me equivocada, debía ser su hermano, Carin, y parecía estar que se subía por las paredes.

«¿DÓNDE COÑO ESTÁS, TÍO?». Vaya, ahora entendía de dónde procedía ese lenguaje tan cuidado y pulcro que usaba Chase.

Chase se mordió el labio, como si estuviera dudando de confesarle dónde estaba o mentirle. Era obvio que se iba a decantar por la segunda opción: el grupo en el que estaba era muy cerrado de miras y el hecho de relacionarte con alguien de fuera del grupo era como un pecado capital.

-Estoy… estoy yendo a casa –respondió Chase.

Su hermano le recriminó algo sobre llevarse su coche y desaparecer sin más, incluso hizo mención a Lorie, sobre quién iba a encargarse de llevarla a casa y que se había pasado toda la fiesta preguntando sobre dónde estaba Chase. Si le llegaban a sus oídos que se había pasado casi toda la fiesta conmigo en el lago iba a estar perdida. Y cuando digo perdida quería referirme a más hundida de lo que ya estaba.

-Bueno, habéis traído otros coches, ¿verdad? –dijo Chase-. Podéis llevarla a su casa y mañana hablaré con ella… -más improperios por parte de Carin- Ah, no pienso hacer eso. No estamos preparados. Adiós –colgó de forma tan repentina que me sobresalté.

Fingí que me había pasado toda la conversación mirando mi propia cocina y que no había estado escuchando a hurtadillas. Chase se quedó mirando el plato de brócoli con queso como si ya se le hubiera quitado el hambre. No había logrado escuchar lo que Carin le había pedido que hiciera, pero tenía que ser realmente malo si había conseguido quitarle el apetito a Chase.

Parpadeé varias veces y carraspeé, llamando su atención.

-¿Problemas en el paraíso? –pregunté, con una sonrisita burlona.

-Nada que no pueda arreglarse –me respondió, pero sin ese tono de humor de antes.

Me preguntaba qué le habría dicho Carin para que Chase hubiera cambiado de humor. Ahora no paraba de mover de un lado del plato al otro lo que quedaba del brócoli con queso. El alcohol que había bebido parecía habérseme asentado en el estómago y, para mi horror, había comenzado a sentir un auténtico malestar. Temía ponerme a vomitar ahí, delante de Chase.

Respiré hondo y pensé en otra cosa que no fuera verme a mí misma llenando de vómito a Chase.

-Quizá haya llegado el momento de marcharte a casa –comenté, mirándome intencionadamente las uñas.

Cuando levanté la mirada de mis uñas, vi que Chase se me había quedado mirando fijamente. Abrió y cerró las bocas varias veces, asemejándose a un pobre pez que intentaba conseguir más oxígeno. Parecía necesitarlo.

Wolf. (Saga Wolf #1.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora