XV.

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Las dos semanas siguientes se me hicieron eternas. Cuando le preguntaba a Chase sobre el «sitio misterioso», él se mostraba evasivo, esquivo. Era como si le hubiera hecho la pregunta sobre mi padre: ponía el mismo gesto y se dedicaba a darme largas. Durante las horas de la comida me centraba en charlar con mis amigos y reírme de sus chistes, aunque no pudiera dejar de darle vueltas a la oferta de Chase. Pasaba el tiempo y yo aún no sabía cuándo iba a obtener mis respuestas. Evitaba deliberadamente mirar hacia la mesa de los Doce porque, ahora que sabía su secreto, no podía verlos de la misma forma: era como si ahora, toda esa aura que los rodeaba, se hubiera hecho más poderosa… más fuerte.

Se acercaban las vacaciones y yo estaba deseando que llegaran; aunque mamá se hubiera recuperado y ahora se comportaba como una madre, tanta información que asimilar me había dejado un poco trastocada. No le había devuelto las llaves del despacho, pues tenía pensado hacer alguna que otra incursión para intentar averiguar más cosas y si encontraba alguna pista sobre sus asesinos.

Si antes me había obsesionado con averiguar qué sucedía en el pueblo, mi nueva obsesión era descubrir quiénes eran los asesinos de mi padre. No iba a descansar hasta saberlo; no conocía las reglas, si es que las había, entre los cazadores y los licántropos, pero tampoco podía acudir al Consejo para pedir que investigaran un asesinato que había tenido lugar hace tanto tiempo.

No, tendría que hacerlo por mí sola. Aunque no tuviera ningún tipo de formación o no supiera siquiera cómo defenderme de unos enemigos que, era muy posible, me superaran en número y fuerza. Pero no iba a permitir que la muerte de mi padre quedara así, sin castigo. Olvidada.

Estamos aún en la última hora de clase y necesitaba irme de allí; el profesor Sharpe nos miraba a todos con el ceño fruncido, parecía pensativo. Miré de refilón a mi compañero y vi que Chase tenía una media sonrisa en el rostro. No entendía su alegría.

El profesor consiguió silenciarnos a todos con un simple siseo y Grace se giró para dedicarme una mirada confusa. Ninguno de los presentes entendíamos qué podía estar sucediendo.

-Chicos, un minuto de silencio, por favor –nos pidió el profesor Sharpe-. Tengo algo importante que comunicaros. ¡Silencio!

Todos comenzaron de nuevo a susurrar y murmurar entre ellos, bastante excitados por la noticia que debía darnos. Unos decían que el director Howard iba a dejar el puesto; otros aseguraban que habían descubierto un idilio entre un profesor y una alumna y que por ello nos iban a someter a un interrogatorio para saber si el profesor la había forzado… Los disparates volaban por toda la clase, provocando que el profesor Sharpe se enfadara cada vez más con nosotros.

Dio un golpe en su escritorio que hizo que enmudeciéramos todos y lo miráramos con los ojos bien abiertos, aguardando a que soltara de una vez lo que quiera que fuera.

-Al parecer, hemos recibido un alto número de nuevos alumnos que provienen de distintos puntos del… mundo –nos explicó, dejándonos a todos asombrados. ¿Por qué, de repente, viene tanta gente a este pequeño pueblecito?-. Por favor, dadles la bienvenida a Adam Ditzel, Roberta y Claudia Fischer y Eric Helbert.

Los cuatro nuevos alumnos pasaron en una ordenada fila y se colocaron al lado del profesor, todos con sus sonrisas perfectas y sus ropas caras. El profesor les pidió que ocuparan los sitios que encontraran libres y, cuando las gemelas Fischer pasaron por nuestro lado, vi que miraban con el ceño fruncido a Chase, que se puso rígido y les devolvió la mirada.

Kyle Monroe no tardó en hacerse amigo de Adam Ditzel e incluso oí que los invitaba a que se sentaran en nuestra mesa del comedor el próximo día. No podía creérmelo, pero no dije nada. Grace también parecía querer que los nuevos se sentaran con nosotros y me comentó que, junto a éstos, habían llegado un total de doce alumnos nuevos. Increíble.

Wolf. (Saga Wolf #1.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora